Connect with us

Noticias en Español

ILGA: referendos y derechos de las personas LGBTI son irreconciliables

Activistas independientes en Cuba no participaron en la redacción del informe

Published

on

Activistas LGBTI+ independientes realizaron una marcha no autorizada en La Habana el 11 de mayo de 2019. Activistas independientes en Cuba no participaron en la redacción de un nuevo informe de ILGA que asegura que la celebración de referendos y los derechos de las personas LGBTI son “irreconciliables” (Foto: Cortesía de Pedro Luis García).

Nota del editor: Tremenda Nota es el medio socio del Washington Blade en Cuba. Esa nota salió originalmente en su sitio web el 29 de mayo.

Dos años antes de que el gobierno cubano someta a votación popular el matrimonio igualitario, la Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA) asegura que la celebración de referendos y los derechos de las personas LGBTI+ son “irreconciliables”.

Sin embargo, el informe “Homofobia de Estado” (2019) no critica la celebración de un referendo popular en Cuba a más tardar en abril de 2021 para aprobar un nuevo Código de Familia, “en el que debe figurar la forma de constituir el matrimonio”, según la disposición transitoria decimoprimera de la recién aprobada Carta Magna cubana.

En su informe, ILGA analiza la legislación vigente en todo el mundo y la situación de los derechos humanos en cada uno de los estados miembros de la Organización de Naciones Unidas. Además, el documento publicado este lunes ofrece un panorama de los derechos de las personas LGBTI+ y la situación socio-legal de la comunidad sexodiversa en diferentes regiones del mundo.

Por la parte cubana solo participaron en la redacción del informe el subdirector del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) Manuel Vázquez Seijido; y el activista, bloguero y periodista del semanario oficial Trabajadores, Francisco Rodríguez Cruz. Ningún activista LGBTI+ independiente no alineado con el Cenesex fue entrevistado ni invitado a participar en la investigación previa.

ILGA reconoció que el proceso de reforma constitucional en Cuba generó “un animado debate” sobre la legalización del matrimonio igualitario y celebró que las modificaciones en la definición de matrimonio no negaran uno de los derechos más reclamados por la comunidad LGBTI+ a nivel mundial.

El pasado año, durante las sesiones del Parlamento sobre el Proyecto de Constitución, los diputados cubanos aceptaron eliminar la referencia al matrimonio como “la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer”. Sin embargo, después de los debates populares previos al referendo celebrado en febrero de 2019 el artículo que definía al matrimonio como “la unión voluntariamente concertada entre dos personas” fue cambiado por otro menos explícito.

No obstante, “no se incluyó ninguna referencia al género de las personas que se casan. Por lo tanto, la puerta permanece abierta al matrimonio del mismo sexo de cara al futuro”, reza el informe de ILGA.

En el ensayo “La situación en el Caribe hispanohablante y francófono” publicado como parte del informe, Darío Arias, co-secretario general de la sección latinoamericana y caribeña de ILGA, Manuel Vázquez Seijido y Francisco Rodríguez Cruz consideran que “el nuevo texto constitucional [de Cuba] incluye además el derecho de toda persona a formar una familia, ampara sus diversas maneras de constituirse, supera viejas concepciones sobre los fines reproductivos de la pareja, y proscribe explícitamente la discriminación por orientación sexual e identidad de género”.

Aunque el informe critica la celebración de referendos como vía para conceder (o negar) derechos a las personas LGBTI+, los autores evitaron valorar el caso cubano.  

ILGA reconoce que “los referendos no solo pueden llevar a restringir los derechos de las personas LGBTQ+, sino que también pueden proporcionar las bases para que los grupos conservadores crezcan y continúen con su trabajo antiderechos”.

Contradictoriamente, los cubanos que intervinieron en la redacción del informe reconocen (sin críticas) la celebración del referendo del Código de Familia en Cuba, una medida que resolvería la polémica suscitada por grupos evangélicos y homofóbicos contrarios a los derechos de las personas no heterosexuales y no cisgénero: “Como consecuencia de la polémica, para que la posibilidad que abre la nueva Constitución se convierta en derecho efectivo, deberá aprobarse a más tardar en dos años un nuevo Código de Familia, que tendrá que ser sometido a consulta popular y referendo”.

Este martes el activista estadounidense Michael Petrelis criticó en su perfil de Facebook que ILGA solo cuente con una fuente cubana, el bloguero Francisco Rodríguez Cruz, un “activista gay estrechamente vinculado a Mariela Castro y su organización Cenesex”.

Petrelis también dijo que todas las menciones sustantivas de Cuba en el informe “están libres de críticas al gobierno”.

En ese sentido, ILGA celebra la derogación del antiguo artículo 359 del Código Penal, que condenaba a las personas que hicieran “pública ostentación de su condición de homosexual”. Asimismo, reconoce que “la Ley de Asociaciones (Ley Nro. 54) garantiza el derecho constitucional a la libertad de asociación” aunque “la implementación real de la ley presenta sus matices”.

“Los grupos más grandes de activismo LGBTI en el país, aunque sin personalidad jurídica, trabajan bajo el paraguas del Centro Nacional para la Educación Sexual … y tienen una relativa autonomía para establecer sus bases y objetivos, e incluso en algunos casos ya son miembros de ILGA”.

El informe también culpa a los Estados Unidos por ser responsable de las limitaciones impuestas a la libertad de asociación en Cuba. “Según fuentes locales, esto [las limitaciones para la creación de nuevas asociaciones] se debe a los intentos del gobierno de los Estados Unidos de asignar recursos para subvertir el orden sociopolítico cubano a través de organizaciones de la sociedad civil”.

En uno de sus puntos más imprecisos sobre Cuba, el texto también aclara que el freno a la libertad de asociación “no ha impedido el surgimiento de nuevas asociaciones de acuerdo a las necesidades locales, como la creación de la Unión de Tecnología de la Información de Cuba en 2016”.

ILGA sugiere que, a pesar de las limitaciones de la libertad de asociación en Cuba (justificadas por la agresión permanente de los Estados Unidos), es posible fundar organizaciones de interés local sin reconocer que la asociación independiente ha sido históricamente atacada y prohibida por el gobierno.

A lo largo de su existencia, el Cenesex ha coartado el surgimiento de cualquier núcleo LGBTI+ independiente. Los escasos grupos con aparente autonomía están obligados a mantener vínculos con las Redes Sociales Comunitarias del centro dirigido por Mariela Castro Espín.

A principios de mayo de 2019, el Cenesex anunció la cancelación de la habitual Conga celebrada en La Habana desde hace una década. Poco después activistas independientes y miembros no alineados de la comunidad LGBTI+ convocaron a una marcha alternativa que fue atacada por Mariela Castro Espín y otros voceros de la oficialidad cubana.

La marcha, que logró avanzar desde el Parque Central hasta el final del Paseo del Prado, no pudo continuar al Malecón a causa de un gran despliegue policial. Finalmente, varios de los manifestantes fueron arrestados y trasladados a diferentes unidades de la policía de La Habana.

Enseguida Castro Espín aprovechó sus redes sociales y la cobertura del blog oficialista La Pupila Insomne y el espacio informativo Mesa Redonda de la Televisión Cubana para asegurar que la marcha había sido convocada desde Miami y Matanzas (sic). Varios de los activistas involucrados fueron acusados de recibir pagos y algunos fueron secuestrados, interrogados y arrestados durante varias horas por oficiales de la Seguridad del Estado cubano.

Michael Petrelis cree que “la ley cubana [de asociación] no se respetó el 11 de mayo cuando las personas LGBTI independientes se reunieron en el Parque Central e intentaron exhibir la bandera del arco iris a lo largo del Malecón de La Habana … Todo lo que ILGA tenía que hacer para obtener una visión imparcial sobre la ‘creación de nuevas asociaciones’ es ver los muchos grupos de Facebook que existen y que no están controlados por Cenesex”.

Finalmente, el activista norteamericano a quien el gobierno de la Isla negó recientemente la entrada al país, asegura que ILGA debe informar a todas las personas LGBTI+ de Cuba “de manera precisa y honesta sobre el enfoque del país con respecto a los derechos de los homosexuales. El informe de 2019 es unilateral y deshonesto”, termina Petrelis.

Advertisement
FUND LGBTQ JOURNALISM
SIGN UP FOR E-BLAST

Noticias en Español

Un país que vota desde el miedo y la esperanza

Candidatos pro-LGBTQ ganaron en todo el país

Published

on

La ciudad de Miami en 2020. Los resultados de las elecciones del 4 dfueron una llamada de atención para los candidatos anti-LGBTQ y antiinmigrantes.(Foto de by Yariel Valdés González por el Washington Blade)

Estados Unidos volvió a las urnas el 4 de noviembre de 2025, y el resultado fue mucho más que una contienda electoral. Lo que se vivió en Virginia, Nueva Jersey, Nueva York, Miami y California fue una radiografía moral y política de una nación que vota entre el miedo y la esperanza. Los votantes hablaron desde la incertidumbre, pero también desde la convicción de que el país todavía puede ser un espacio de justicia, inclusión y respeto.

Las victorias de Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey, junto al ascenso del progresista Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, el avance demócrata en Miami y la aprobación de la Proposición 50 en California, marcaron el ritmo de una elección que dejó un mensaje claro para la administración Trump: el miedo puede movilizar, pero no logra sostener el poder. La ciudadanía eligió con el corazón, cansada de los discursos de odio y del espectáculo político, y con la esperanza de reencontrarse con una política que mire hacia la gente, no hacia el poder.

El caso de Nueva York sintetiza ese cambio de rumbo. Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes, musulmán y abiertamente progresista, centró su discurso de victoria en la defensa de la dignidad humana y la solidaridad.

“Esta noche hicimos historia”, dijo ante una multitud diversa que lo vitoreaba. “Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”.

 Pero su mensaje más poderoso fue el que dedicó a las comunidades más vulnerables: Aquí creemos en defender a quienes amamos, ya seas inmigrante, miembro de la comunidad trans, una de las muchas mujeres negras que Donald Trump despidió de un trabajo federal, una madre soltera que aún espera que bajen los precios de los alimentos o cualquier otra persona que se encuentre contra la pared”.

Esas palabras resonaron como una respuesta a los años de retrocesos y ataques legislativos contra las personas LGBTQ y, en especial, contra la comunidad trans. Mamdani prometió ampliar y proteger el acceso a la atención médica afirmativa de género, destinando fondos públicos para garantizar que “todos los neoyorquinos tienen acceso al tratamiento médico que necesitan”. Su compromiso coloca a Nueva York como un faro de resistencia frente a la ola de políticas restrictivas que han surgido en varios estados del país.

Lo ocurrido en noviembre tiene, además, un profundo significado para quienes viven en los márgenes del poder. Para la comunidad trans, estos resultados representan algo más que un respiro político: son una afirmación de existencia. En tiempos donde el discurso oficial ha buscado borrar identidades, negar tratamientos y criminalizar cuerpos, la victoria de líderes que defienden la inclusión devuelve la esperanza de vivir sin miedo. El voto trans, y el voto LGBTQ en general, fue más que un gesto cívico: fue un acto de supervivencia y de resistencia.

La elección también habló al corazón de las comunidades inmigrantes, de las personas que viven con VIH o enfermedades crónicas, de las minorías raciales y de quienes luchan por un salario justo. En un país donde tantos sienten que la política los ha olvidado, estas victorias locales devuelven la posibilidad de creer en la democracia como herramienta de transformación. Son un recordatorio de que la esperanza no es ingenuidad, sino el acto más valiente de quienes deciden seguir de pie.

Miami, por su parte, envió una señal inesperada. En un bastión republicano históricamente alineado con la administración Trump, la candidata demócrata tomó la delantera y forzó una segunda vuelta. En una ciudad diversa, con fuerte presencia latina, afrodescendiente e LGBTQ, el avance progresista fue un mensaje de ruptura con el voto automático y con la política del miedo. Las urnas del sur de la Florida demostraron que los cambios comienzan en los lugares menos previsibles.

Para la administración Trump, la lectura es clara. El país está enviando una advertencia: los derechos humanos no se negocian. La economía importa, pero también importa la dignidad. Los votantes quieren soluciones reales, no eslóganes; respeto, no manipulación; empatía, no imposición.

Las comunidades LGBTQ y trans han sido el rostro visible de una resistencia que no se rinde. Cada voto emitido fue un acto de esperanza frente al miedo; cada victoria, una respuesta a la violencia simbólica e institucional. Las palabras del nuevo alcalde de Nueva York se convirtieron en símbolo nacional porque trascendieron la política partidista: recordaron que en medio de la oscuridad, la humanidad todavía puede ser una política pública.

Las urnas de noviembre hablaron con la voz de quienes han sido marginados, atacados o invisibilizados. Hablan las personas trans que exigen respeto, las parejas que defienden su amor, los jóvenes que no aceptan ser silenciados, los creyentes que apuestan por una fe inclusiva y las familias que siguen creyendo en un país posible. En medio del miedo, el país eligió esperanza. Y esa esperanza —imperfecta, frágil, pero viva— puede ser el principio de una nueva historia: una en la que la igualdad no sea un sueño, sino una promesa cumplida.

Continue Reading

Noticias en Español

Doble exclusión, misma dignidad

Personas con discapacidades en América Latina y el Caribe se luchan dos batallas.

Published

on

El Ángel de la Independencia en la Ciudad de México (Foto de Michael K. Lavers por el Washington Blade)

En un continente donde los derechos de la comunidad LGBTQ avanzan y retroceden al ritmo de los vientos políticos, hay una realidad que casi nadie nombra: la de quienes, además de pertenecer a esta comunidad, viven con una discapacidad física, motora o sensorial. En ellos convergen dos batallas —la del reconocimiento y la de la accesibilidad— que se libran, la mayoría de las veces, en silencio.

Según el Banco Mundial, más de 85 millones de personas con discapacidad viven en América Latina y el Caribe. Al mismo tiempo, la región alberga algunos de los movimientos LGBTQ más visibles del mundo, aunque persisten graves formas de violencia y exclusión. Sin embargo, los estudios que cruzan ambas realidades son casi inexistentes. Y esa ausencia de datos también es una forma de violencia.

Ser una persona LGBTQ en América Latina todavía implica, en muchos casos, enfrentar el rechazo familiar, la discriminación laboral o la exclusión religiosa. Pero si a eso se suma una discapacidad, las barreras se multiplican. En palabras de un activista brasileño citado por CartaCapital, “cuando entro a una entrevista, me miran primero la silla de ruedas y después descubren que soy gay. Ahí empieza el doble filtro”. Este fenómeno, conocido como doble prejuicio, se refleja tanto fuera como dentro de la propia comunidad LGBTQ. A menudo, la discapacidad sigue siendo invisibilizada incluso en marchas del orgullo o campañas de diversidad, donde predominan imágenes de cuerpos normativos y jóvenes. El capacitismo —esa discriminación basada en la idea de que solo los cuerpos funcionales son válidos— se cuela incluso en los espacios que deberían ser los más inclusivos.

La desexualización de las personas con discapacidad es una de las formas más sutiles de exclusión. El reportaje argentino Sexo, discapacidad y placer, publicado por Distintas Latitudes, expone cómo la sociedad suele negar el derecho al deseo y al amor de quienes viven con alguna limitación física. Cuando además se trata de una persona LGBTQ, la negación se duplica: se les niega el cuerpo, el deseo y, con ello, una parte esencial de su dignidad humana. Como afirma la psicóloga mexicana María L. Aguilar, “la desexualización de las personas con discapacidad es una forma de violencia simbólica. Y cuando se cruza con la diversidad sexual, se convierte en una negación del derecho al placer y a la autonomía”.

El ejemplo más visible de inclusión llega desde el deporte. En los Juegos Paralímpicos de París 2024, al menos 38 atletas LGBTQ participaron, según un informe de Agencia Presentes. Pero la pregunta permanece: ¿cuántas personas LGBTQ con discapacidad fuera del ámbito deportivo logran tener voz, empleo, pareja o acceso a los servicios básicos? En un continente marcado por la desigualdad, la intersección entre orientación sexual, discapacidad, pobreza y género produce una combinación de vulnerabilidades que pocas políticas públicas abordan.

Diversos estudios advierten que las personas LGBTQ en América Latina presentan tasas más altas de depresión y ansiedad que la población general. A su vez, los informes sobre discapacidad en la región señalan altos niveles de aislamiento y falta de apoyo. Pero no existen datos interseccionales que midan cómo se viven estos desafíos cuando ambas realidades se cruzan. En países como Chile, el Observatorio de Discapacidad e Inclusión advierte una alta prevalencia de problemas de salud mental y un acceso insuficiente a servicios especializados. En Estados Unidos, investigaciones del Trevor Project muestran que los jóvenes Latine LGBTQ tienen mayor riesgo de intentos de suicidio cuando enfrentan discriminación múltiple. En América Latina y el Caribe, la ausencia de estadísticas en este campo no solo refleja desinterés: también perpetúa la invisibilidad.

Ni las leyes sobre discapacidad mencionan explícitamente a la población LGBTQ, ni las políticas de diversidad incorporan la variable de discapacidad. Un informe de la International Disability Alliance sobre la región advierte que las personas con discapacidad LGBTQ “enfrentan discriminación múltiple y carecen de protección específica”. Pese a ello, surgen señales de esperanza: en México, el Colectivo de Personas con Discapacidad LGBTQ+ impulsa iniciativas para visibilizar la exclusión doble; en Brasil, la organización Vale PCD desarrolla proyectos de inclusión laboral y cultural; y en el Caribe oriental, el Proyecto LIVITY, de la Eastern Caribbean Alliance for Diversity and Equality (ECADE), fomenta la participación política de personas con discapacidad y de la comunidad LGBTQ.

La verdadera inclusión no se mide por las rampas, ni por los discursos de tolerancia. Se mide por la capacidad de una sociedad para reconocer la dignidad humana en todas sus expresiones, sin lástima, sin morbo, sin condiciones. No se trata de aplaudir historias de superación, sino de garantizar el derecho a una vida plena. Como dijo un líder caribeño citado por ECADE: “La inclusión no es un gesto, es una decisión moral y política”.

Este tema exige una conversación continental. América Latina y el Caribe solo podrán hablar de igualdad real cuando el cuerpo, el deseo y la libertad de las personas LGBTQ con discapacidad sean respetados con la misma fuerza con que se proclama la diversidad. Nombrar lo que aún no se nombra es el primer paso hacia la justicia. Porque lo que no se mide, no se atiende; y lo que no se mira, no existe.

Continue Reading

Cuba

Celia Cruz, la eterna reina del azúcar

La Guarachera de Cuba fue más que una cantante

Published

on

Celia Cruz (Foto pública)

Hace un siglo nació en Cuba una mujer que transformó el mapa sonoro del mundo. Celia Cruz fue más que una cantante: fue una embajadora de la alegría, una voz que rompió muros, y un símbolo de identidad para generaciones enteras que encontraron en su grito de ¡Azúcar! una manera de resistir y de celebrar la vida.

Desde sus inicios en Las Mulatas de Fuego hasta su consagración con La Sonora Matancera, su voz se volvió sinónimo de fiesta, de nostalgia y de dignidad. Con su risa grande y su presencia arrolladora, Celia enseñó que el arte no solo entretiene: sana, consuela y redime. “Mi voz quiere volar, quiere atravesar…” cantaba, y lo hizo. Atravesó océanos, dictaduras, fronteras y lenguas. Voló desde La Habana hasta Nueva York, desde el Caribe hasta los escenarios del mundo entero, llevando consigo el eco de una isla que amó hasta el último suspiro.

En los años 90, cuando la crisis de los balseros desgarraba el corazón de Cuba, Celia regresó a su tierra. Lo hizo cantando en la Base Naval de Guantánamo, suelo cubano bajo control estadounidense. Allí, frente a hombres, mujeres y niños que habían huido del dolor, su voz se alzó como un himno de esperanza. No fue una visita política: fue un regreso espiritual. Fue su manera de besar la tierra que la vio nacer, de cantar por quienes no podían hacerlo y de abrazar a su pueblo con el poder de su música. En ese escenario, cuando pronunció “Por si acaso no regreso…”, el aire se llenó de lágrimas y tambor.

Decir Celia Cruz es hablar de Cuba, incluso cuando Cuba no podía pronunciar su nombre. En cada salsa, guaracha o rumba, vibraba el latido de una patria que vivía en su garganta. Fue nominada a trece Premios Grammy y seis Latin Grammy, de los cuales ganó cinco, y recibió doctorados honoris causa de universidades como Yale y Florida. Pero más allá de los premios, su verdadero reconocimiento fue el amor del pueblo que la hizo inmortal.

Y es que Celia no cantaba solo para divertir: cantaba para levantar el espíritu. “Oh, no hay que llorar, porque la vida es un carnaval…”, nos dejó como legado, recordándonos que el dolor también puede bailarse, que las lágrimas pueden convertirse en tambor, y que mientras exista un poco de música en el alma, habrá esperanza.

El 16 de julio de 2003, Celia se despidió del mundo desde su hogar en Fort Lee, Nueva Jersey, pero su voz no se apagó. Viajó primero a Miami para recibir el homenaje de su gente del exilio y reposa finalmente en el Bronx, donde los suyos le llevan flores y canciones. Sin embargo, la verdad es que nunca se fue: Celia Cruz sigue viviendo en cada fiesta, en cada radio, en cada rincón donde suena una clave y alguien grita ¡Azúcar!

Celia fue más que una reina. Fue un puente entre lo que fuimos y lo que soñamos ser. Nos enseñó que se puede triunfar sin olvidar las raíces, que se puede cantar sin perder la fe, y que la alegría también es una forma de resistencia. Su voz no solo atravesó el tiempo: lo conquistó.

Porque donde hubo Celia, hubo luz. Donde hubo Celia, hubo vida. Y mientras el mundo siga bailando al compás de su “carnaval”, la Reina seguirá reinando… por siempre.

Continue Reading

Popular