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Emprender en Cuba, una opción en crisis

Cuentapropistas han cerrado sus impresas por coronavirus

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Cuba, negocio cerrado ante la situación del Covid-19. (Foto de Sadiel Mederos/Tremenda Nota)

Nota del editor: Tremenda Nota es el medio socio del Washington Blade en Cuba. Esa nota salió originalmente en su sitio web el 24 de marzo.

LA HABANA — Maykel Galindo emigró a finales de la década del 90. Hijo del bloqueo y del período especial —dice—. Se instaló en Bruselas, capital de Bélgica, donde estudió traducción e interpretación. Pasaba tiempo sin venir a Cuba, hasta tres años. Y en 2013 vino y se compró una casa en la calle Acosta, Habana Vieja.

Su plan inicial era vivir la casa, habitar la ciudad. Pero dos años después, en 2015, la Isla experimentó un boom turístico como nunca antes en casi seis décadas del gobierno revolucionario. Un boom propiciado por el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Así que Maykel aprovechó la oportunidad. Rentó la casa y vino a establecerse indefinidamente, pese a los escepticismos de varios amigos. 

Dejar Europa para regresar a Cuba parecía un acto sin sentido lógico. En otras palabras, una locura. Pero Maykel dice que no se cuestionó nada porque creía en lo que estaba sucediendo, en lo que estaba viendo: el auge del sector cuentapropista, el aumento en los ingresos y calidad de vida de al menos un sector de la población. “Una transición social y política” —refiere.

Ahora varios de esos cuentapropistas que apostaron por emprender y progresar económicamente en su país, que decidieron regresar, o no irse definitivamente, viven el descenso más brusco de la temporada turística actual y, probablemente, de todas las anteriores en los últimos cinco años.

El declive es perceptible desde noviembre pasado, mes en que comienzan a llegar los extranjeros de visita en la Isla. La expansión mundial de la COVID-19 no fue más que un tiro de gracia. 

Local cerrado en La Habana, Cuba. (Foto de Sadiel Mederos/Tremenda Nota)

Raúl Hernández, cocinero y creador de Grados, un restaurante en el Vedado, atendió a su último cliente en la noche del viernes 13 de marzo. Pese a las dudas que le provocó tomar por sí mismo la medida —expresadas públicamente en su perfil de Facebook—, Raúl explica a Tremenda Nota que cerró porque pensó que podía ser “un punto primario de contacto con posibles portadores asintomáticos”. 

Otros cuentapropistas, como Alberto González*, cerraron no solo por la emergencia sanitaria sino porque, en términos contables, el negocio estaba presentando ya más riesgos que beneficios. “Además, los trabajadores estaban nerviosos con el lío del contagio. Nosotros como dueños percibimos que se sentía un poco el estrés” —explica.

En principio, Alberto pensó cerrar solo por el mes de marzo. Extender el plazo hasta finales de abril, o quizá mayo, era una opción que había valorado, pero de la que no estuvo totalmente seguro hasta que la ministra de Finanzas y Precios (MFP), Meisi Bolaños, oficializó la aplicación de la Resolución 427/2019 de esa entidad, el pasado viernes 20 de marzo. Con ello, los cuentapropistas pueden solicitar la suspensión de su licencia por un período de uno hasta tres meses, y se les exime del pago de impuestos sobre ingresos personales y de la cuota mínima mensual.

Sin embargo, Bolaños no detalló qué medidas se tomarían con aquellos negocios que cerraron antes de oficializarse la decisión del MFP, por razones sanitarias o económicas. Según Alberto, aunque sus ventas disminuyeron considerablemente, se mantiene al 100 por ciento el pago de los impuestos correspondientes al presente mes.

El problema está en que, desde enero de 2020, la Oficina de Administración Tributaria (ONAT) aumentó 2.8 veces más el valor de la cuota fija mensual que antes pagaba. De 10 mil pesos a 28 mil. Unos 1160 CUC cada mes, sin contar el resto de los impuestos (sobre las ventas, ingresos personales, trabajadores, etc.). 

Maykel sufrió el mismo estrago en enero del pasado año, cuando la ONAT subió el valor de su cuota fija mensual de 30 CUC por cuarto a 130 CUC. Maykel tenía tres cuartos habilitados para la renta. Comenzó a pagar 390 CUC al mes; antes pagaba 90. Para junio, temporada baja, este pago era insostenible, así que cambió la licencia para habilitar solo dos cuartos en renta.

Como ambos emprendimientos se ubican en La Habana Vieja, estos valores triplicados significaron asimismo el aumento del impuesto que ambos pagan a la Oficina del Historiador de la Ciudad, equivalente al 10 por ciento de la cuota fija. 

“Esto es lo más estúpido y anticomercial que hay en el mundo porque, por supuesto, estás matando un negocio —opina Maykel—. Lo que haces es limitarte, rentar lo necesario para pagar lo justo”. 

Tanto él como Alberto concuerdan en que la medida se aplicó a los emprendimientos que habían declarado mayores ingresos con respecto al año anterior.

Un cuentapropista en La Habana, Cuba. (Foto de Sadiel Mederos/Tremenda Nota)

Cuba anunció sus primeros casos de COVID-19 hace apenas dos semanas. Las autoridades gubernamentales no han ofrecido estimaciones sobre el tiempo que se prolongará la actual situación epidemiológica. Los cuentapropistas entrevistados consideran que puede extenderse por un mes, o dos. Para entonces, habrá concluido una temporada turística alta que, en realidad, nunca lo fue. 

La llegada de visitantes extranjeros decreció en un 9.3 por ciento al cierre de 2019. Solo en el mes de diciembre la caída fue de 16.8 por ciento con respecto al año anterior, según reportó Cubadebate

“Sin el turismo, y con el numerazo que representa la cuota fija, el negocio daría pérdida total” —afirma Alberto—. Sostener ese y cualquier otro emprendimiento, hasta noviembre próximo, parece imposible. Algunos tendrán que cerrar definitivamente. 

Maykel teme por el sostenimiento no ya de los negocios, sino de los emprendedores. Refiere que no existe respaldo económico alguno por parte del Estado (por Ley no. 105 de Seguridad Social sólo se garantizará la protección salarial a los trabajadores estatales). “Está muy bien que en términos fiscales se suspendan las obligaciones. Pero luego no piensan en que cuando uno deja de arrendar pierde su fuente de ingreso. Eso en algún momento habría que repensarlo, más con lo que uno paga de impuestos”. 

El ambiente es de incertidumbre total. El año horrible del cuentapropismo —dice Maykel—. Ahora diseña un plan A donde se queda en el país e intenta salvar su negocio, y también uno B, donde regresa a Bélgica. Irse, empezar de nuevo. Replantearse incluso si regresará… ¿Para qué regresar a un país que limita el crecimiento de su negocio? 

El virus solo le hizo darse cuenta de cuán desprotegido está. “Quizá antes no lo notaba porque estaban los ingresos. Buenos, malos o regulares, pero estaban. Y luego te das cuenta, cuando ya no hay nada que, de hecho, no eres nada”.

*Se utilizó un seudónimo por acuerdo de anonimato a petición de la fuente.

Foto de Sadiel Mederos/Tremenda Nota
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Colombia

Colombia anunció la inclusión de las categorías ‘trans’ y ‘no binario’ en los documentos de identidad

Registraduría Nacional anunció el cambio el 28 de noviembre

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(Foto via Bigstock)

OrgulloLGBT.co es el socio mediático del Washington Blade en Colombia. Esta nota salió en su sitio web.

Ahora los ciudadanos colombianos podrán seleccionar las categorías ‘trans’ y ‘no binario’ en los documentos de identidad del país.

Este viernes la Registraduría Nacional del Estado Civil anunció que añadió las categorías ‘no binario’ y ‘trans’ en los distintos documentos de identidad con el fin de garantizar los derechos de las personas con identidad diversa.

El registrador nacional, Hernán Penagos, informó que hizo la inclusión de estas dos categorías en los documentos de: registro civil, tarjeta de identidad y cédula de ciudadanía.

Según la registraduría: “La inclusión de estas categorías representa un importante avance en materia de garantía de derechos de las personas con identidad de género diversa”.

Estas categorías estarán en el campo de ‘sexo’ en el que están normalmente las clasificaciones de ‘femenino’ y ‘masculino’ en los documentos de identidad.

En 2024 se inició la ejecución de diferentes acciones orientadas implementar componentes “‘NB’ y ‘T’ en el campo ‘sexo’ de los registros civiles y los documentos de identidad”.

Las personas trans existen y su identidad de género es un aspecto fundamental de su humanidad, reconocido por la Corte Constitucional de Colombia en sentencias como T-236/2023 y T-188/2024, que protegen sus derechos a la identidad y no discriminación. La actualización de la Registraduría implementa estos fallos que ya habían ordenado esos cambios en documentos de identidad.

Por su parte, el registrador nacional, Penagos, comentó que: “se trata del cumplimiento de unas órdenes por parte de la Corte Constitucional y, en segundo lugar, de una iniciativa en la que la Registraduría ha estado absolutamente comprometida”. Y explicó que en cada “una de las estaciones integradas de servicio de las más de 1.200 oficinas que tiene la Registraduría Nacional se va a incluir todo este proceso”.

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El Salvador

El Salvador: el costo del silencio oficial ante la violencia contra la comunidad LGBTQ

Entidades estatales son los agresores principales

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(Foto de Ernesto Valle por el Washington Blade)

En El Salvador, la violencia contra la población LGBTQ no ha disminuido: ha mutado. Lo que antes se expresaba en crímenes de odio, hoy se manifiesta en discriminación institucional, abandono y silencio estatal. Mientras el discurso oficial evita cualquier referencia a inclusión o diversidad, las cifras muestran un panorama alarmante.

Según el Informe 2025 sobre las vulneraciones de los derechos humanos de las personas LGBTQ en El Salvador, elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos LGBTIQ+ de ASPIDH, con el apoyo de Hivos y Arcus Foundation, desde el 1 de enero al 22 de septiembre de 2025 se registraron 301 denuncias de vulneraciones de derechos.

El departamento de San Salvador concentra 155 de esas denuncias, reflejando la magnitud del problema en la capital.

Violencia institucionalizada: el Estado como principal agresor

El informe revela que las formas más recurrentes de violencia son la discriminación (57 por ciento), seguida de intimidaciones y amenazas (13 por ciento), y agresiones físicas (10 por ciento). Pero el dato más inquietante está en quiénes ejercen esa violencia.

Los cuerpos uniformados, encargados de proteger a la población, son los principales perpetradores:

  • 31.1 por ciento corresponde a la Policía Nacional Civil (PNC),
  • 26.67 por ciento al Cuerpo de Agentes Municipales (CAM),
  • 12.22 por ciento a militares desplegados en las calles bajo el régimen de excepción.

A ello se suma un 21.11 por ciento de agresiones cometidas por personal de salud pública, especialmente por enfermeras, lo que demuestra que la discriminación alcanza incluso los espacios que deberían garantizar la vida y la dignidad.

Loidi Guardado, representante de ASPIDH, comparte con Washington Blade un caso que retrata la cotidianidad de estas violencias:

“Una enfermera en la clínica VICITS de San Miguel, en la primera visita me reconoció que la persona era hijo de un promotor de salud y fue amable. Pero luego de realizarle un hisopado cambió su actitud a algo despectiva y discriminativa. Esto le sucedió a un hombre gay.”

Este tipo de episodios reflejan un deterioro en la atención pública, impulsado por una postura gubernamental que rechaza abiertamente cualquier enfoque de inclusión, y tacha la educación de género como una “ideología” a combatir.

El discurso del Ejecutivo, que se opone a toda iniciativa con perspectiva de diversidad, ha tenido consecuencias directas: el retroceso en derechos humanos, el cierre de espacios de denuncia, y una mayor vulnerabilidad para quienes pertenecen a comunidades diversas.

El miedo, la desconfianza y el exilio silencioso

El estudio también señala que el 53.49 por ciento de las víctimas son mujeres trans, seguidas por hombres gays (26.58 por ciento). Sin embargo, la mayoría de las agresiones no llega a conocimiento de las autoridades.

“En todos los ámbitos de la vida —salud, trabajo, esparcimiento— las personas LGBT nos vemos intimidadas, violentadas por parte de muchas personas. Sin embargo, las amenazas y el miedo a la revictimización nos lleva a que no denunciemos. De los casos registrados en el observatorio, el 95.35 por ciento no denunció ante las autoridades competentes”, explica Guardado.

La organización ASPIDH atribuye esta falta de denuncia a varios factores: miedo a represalias, desconfianza en las autoridades, falta de sensibilidad institucional, barreras económicas y sociales, estigma y discriminación.

Además, la ausencia de acompañamiento agrava la situación, producto del cierre de numerosas organizaciones defensoras por falta de fondos y por las nuevas normativas que las obligan a registrarse como “agentes extranjeros”.

Varias de estas organizaciones —antes vitales para el acompañamiento psicológico, legal y educativo— han migrado hacia Guatemala y Costa Rica ante la imposibilidad de operar en territorio salvadoreño.

Educación negada, derechos anulados

Mónica Linares, directora ejecutiva de ASPIDH, lamenta el deterioro de los programas educativos que antes ofrecían una oportunidad de superación para las personas trans:

“Hubo un programa del ACNUR que lamentablemente, con todo el cierre de fondos que hubo a partir de las declaraciones del presidente Trump y del presidente Bukele, pues muchas de estas instancias cerraron por el retiro de fondos del USAID.”

Ese programa —añade— beneficiaba a personas LGBTQ desde la educación primaria hasta el nivel universitario, abriendo puertas que hoy permanecen cerradas.

Actualmente, muchas personas trans apenas logran completar la primaria o el bachillerato, en un sistema educativo donde la discriminación y el acoso escolar siguen siendo frecuentes.

Organizaciones en resistencia

Las pocas organizaciones que aún operan en el país han optado por trabajar en silencio, procurando no llamar la atención del gobierno. “Buscan pasar desapercibidas”, señala Linares, “para evitar conflictos con autoridades que las ven como si no fueran sujetas de derechos”.

Desde el Centro de Intercambio y Solidaridad (CIS), su cofundadora Leslie Schuld coincide. “Hay muchas organizaciones de derechos humanos y periodistas que están en el exilio. Felicito a las organizaciones que mantienen la lucha, la concientización. Porque hay que ver estrategias, porque se está siendo silenciado, nadie puede hablar; hay capturas injustas, no hay derechos.”

Schuld agrega que el CIS continuará apoyando con un programa de becas para personas trans, con el fin de fomentar su educación y autonomía económica. Sin embargo, admite que las oportunidades laborales en el país son escasas, y la exclusión estructural continúa.

Matar sin balas: la anulación de la existencia

“En efecto, no hay datos registrados de asesinatos a mujeres trans o personas LGBTIQ+ en general, pero ahora, con la vulneración de derechos que existe en El Salvador, se está matando a esta población con la anulación de esta.”, reflexiona Linares.

Esa “anulación” a la que se refiere Linares resume el panorama actual: una violencia que no siempre deja cuerpos, pero sí vacíos. La negación institucional, la falta de políticas públicas, y la exclusión social convierten la vida cotidiana en un acto de resistencia para miles de salvadoreños LGBTQ.

En un país donde el Ejecutivo ha transformado la narrativa de derechos en una supuesta “ideología”, la diversidad se ha convertido en una amenaza política, y los cuerpos diversos, en un campo de batalla. Mientras el gobierno exalta la “seguridad” como su mayor logro, la población LGBTQ vive una inseguridad constante, no solo física, sino también emocional y social.

El Salvador, dicen los activistas, no necesita más silencio. Necesita reconocer que la verdadera paz no se impone con fuerza de uniformados, sino con justicia, respeto y dignidad.

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Noticias en Español

Un país que vota desde el miedo y la esperanza

Candidatos pro-LGBTQ ganaron en todo el país

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La ciudad de Miami en 2020. Los resultados de las elecciones del 4 dfueron una llamada de atención para los candidatos anti-LGBTQ y antiinmigrantes.(Foto de by Yariel Valdés González por el Washington Blade)

Estados Unidos volvió a las urnas el 4 de noviembre de 2025, y el resultado fue mucho más que una contienda electoral. Lo que se vivió en Virginia, Nueva Jersey, Nueva York, Miami y California fue una radiografía moral y política de una nación que vota entre el miedo y la esperanza. Los votantes hablaron desde la incertidumbre, pero también desde la convicción de que el país todavía puede ser un espacio de justicia, inclusión y respeto.

Las victorias de Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey, junto al ascenso del progresista Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, el avance demócrata en Miami y la aprobación de la Proposición 50 en California, marcaron el ritmo de una elección que dejó un mensaje claro para la administración Trump: el miedo puede movilizar, pero no logra sostener el poder. La ciudadanía eligió con el corazón, cansada de los discursos de odio y del espectáculo político, y con la esperanza de reencontrarse con una política que mire hacia la gente, no hacia el poder.

El caso de Nueva York sintetiza ese cambio de rumbo. Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes, musulmán y abiertamente progresista, centró su discurso de victoria en la defensa de la dignidad humana y la solidaridad.

“Esta noche hicimos historia”, dijo ante una multitud diversa que lo vitoreaba. “Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”.

 Pero su mensaje más poderoso fue el que dedicó a las comunidades más vulnerables: Aquí creemos en defender a quienes amamos, ya seas inmigrante, miembro de la comunidad trans, una de las muchas mujeres negras que Donald Trump despidió de un trabajo federal, una madre soltera que aún espera que bajen los precios de los alimentos o cualquier otra persona que se encuentre contra la pared”.

Esas palabras resonaron como una respuesta a los años de retrocesos y ataques legislativos contra las personas LGBTQ y, en especial, contra la comunidad trans. Mamdani prometió ampliar y proteger el acceso a la atención médica afirmativa de género, destinando fondos públicos para garantizar que “todos los neoyorquinos tienen acceso al tratamiento médico que necesitan”. Su compromiso coloca a Nueva York como un faro de resistencia frente a la ola de políticas restrictivas que han surgido en varios estados del país.

Lo ocurrido en noviembre tiene, además, un profundo significado para quienes viven en los márgenes del poder. Para la comunidad trans, estos resultados representan algo más que un respiro político: son una afirmación de existencia. En tiempos donde el discurso oficial ha buscado borrar identidades, negar tratamientos y criminalizar cuerpos, la victoria de líderes que defienden la inclusión devuelve la esperanza de vivir sin miedo. El voto trans, y el voto LGBTQ en general, fue más que un gesto cívico: fue un acto de supervivencia y de resistencia.

La elección también habló al corazón de las comunidades inmigrantes, de las personas que viven con VIH o enfermedades crónicas, de las minorías raciales y de quienes luchan por un salario justo. En un país donde tantos sienten que la política los ha olvidado, estas victorias locales devuelven la posibilidad de creer en la democracia como herramienta de transformación. Son un recordatorio de que la esperanza no es ingenuidad, sino el acto más valiente de quienes deciden seguir de pie.

Miami, por su parte, envió una señal inesperada. En un bastión republicano históricamente alineado con la administración Trump, la candidata demócrata tomó la delantera y forzó una segunda vuelta. En una ciudad diversa, con fuerte presencia latina, afrodescendiente e LGBTQ, el avance progresista fue un mensaje de ruptura con el voto automático y con la política del miedo. Las urnas del sur de la Florida demostraron que los cambios comienzan en los lugares menos previsibles.

Para la administración Trump, la lectura es clara. El país está enviando una advertencia: los derechos humanos no se negocian. La economía importa, pero también importa la dignidad. Los votantes quieren soluciones reales, no eslóganes; respeto, no manipulación; empatía, no imposición.

Las comunidades LGBTQ y trans han sido el rostro visible de una resistencia que no se rinde. Cada voto emitido fue un acto de esperanza frente al miedo; cada victoria, una respuesta a la violencia simbólica e institucional. Las palabras del nuevo alcalde de Nueva York se convirtieron en símbolo nacional porque trascendieron la política partidista: recordaron que en medio de la oscuridad, la humanidad todavía puede ser una política pública.

Las urnas de noviembre hablaron con la voz de quienes han sido marginados, atacados o invisibilizados. Hablan las personas trans que exigen respeto, las parejas que defienden su amor, los jóvenes que no aceptan ser silenciados, los creyentes que apuestan por una fe inclusiva y las familias que siguen creyendo en un país posible. En medio del miedo, el país eligió esperanza. Y esa esperanza —imperfecta, frágil, pero viva— puede ser el principio de una nueva historia: una en la que la igualdad no sea un sueño, sino una promesa cumplida.

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