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Organización mexicana lanza #EmprendiendoConOrgullo

Campaña es una iniciativa de Colmena 41

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(Captura de pantalla cortesía de Colmena 41)

México es uno de los países con más crímenes de odio en contra de la comunidad LGBTQ en latinoamérica, cerrando 2021 con 81 muertes. A pesar de que hay un alto porcentaje de ciudadanos mexicanos que permanecen en el closet, la idea de ser una población reducida se aleja cada vez más dado a que en la actualidad más emprendimientos han cobrado vida dentro de la diversidad.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) al menos cinco millones de personas mayores de 15 años en México se identifican como LGBTQ, sumando a esto las condiciones de emprendimiento apuntan a ser favorables para el 49 por ciento de la población general en el país, según el Global Entrepreneurship Monitor, sin embargo, no se contaba con estadísticas de la comunidad LGBTQ.

En 2022 México tomó las primera medidas en camino a un censo de población LGBTQ por medio de una encuesta para ayudar a determinar cuántas personas forman parte del espectro de diversidad. Sin embargo, hay un vacío de información, de datos duros. La realización de estudios de datos estadísticos se consideran necesarios para la comunidad y mejor comprensión de la misma.

Colmena 41 toma partida de esto y se propone a realizar un estudio que sirva de referente en la situación de emprendedurismo LGBTQ. Tomando como premisas el funcionamiento del ecosistema emprendedor para la comunidad LGBTQ, las oportunidades de negocio observadas bajo el contexto económico actual y la libertad con la que una persona puede mostrarse tal cual es, sin ocultar su orientación sexual, identidad o expresión de género al momento de levantar capital, presentar un proyecto y operarlo.

Así nace Emprender con Orgullo, un estudio con base en encuestas inicialmente respondidas por 161 personas LGBTQ en 32 diferentes entidades de la República Mexicana. 

Colmena 41

Colmena 41 nace en 2019 con los Lunes de Colmena 41 en los cuales miembros de la diversidad sexual se reunían para poder conocerse, hablar de diferentes temáticas y al mismo tiempo colaborar en los diferentes proyectos dentro del círculo de participantes. En ese momento, aunque el emprendimiento no es el único tema tratado por Colmena 41, se convierte en algo esencial dentro del desarrollo y crecimiento de la organización.

Es un emprendimiento enfocado en la formación de comunidad con redes profesionales en diferentes ámbitos, generación de información con realización de investigaciones, herramientas educativas comunicación con miras a incidencia en políticas públicas y creación de encuentros para visibilizar y fortalecer la comunidad LGBTQ por medio de talleres y asesorías.

Cofundada por Enrique Torre Molina, activista LGBTQ, y Federico Arellano, emprendedor social. 

Por otro lado, Arellano comentó que uno de los primeros hallazgos que se encontraron en este estudio es que para la mayoría de personas que no son LGBTQ emprender es una opción, mientras que para la comunidad pareciera ser mucho más una necesidad, lo cual refleja que la manera en que se da el acercamiento al fenómeno del emprendimiento es muy distinta para cada uno de los casos.

En parte el éxito de Colmena 41 se debe a que anteriormente no existían espacios, reuniones específicas para personas LGBTQ donde pudiera hacerse networking o encontrar a diferentes expertos dentro de la diversidad para colaborar entre proyectos de los mismos participantes.

Recientemente, Colmena 41 inauguró su rama de estudio con la investigación #EmprendiendoConOrgullo. La idea de producir data, información, estadísticas sobre la comunidad LGBTQ+, esta investigación nace, en primera instancia, porque hay poca información en general sobre distintos temas. 

Alianza con Meta

Actualmente la organización posee un plan de trabajo anual con Meta, luego de haber desarrollado una serie de capacitaciones de emprendimiento en las cuales se detectó la necesidad de hablar sobre emprendedurismo en la comunidad LGBTQ. La misma, esta dividida en tres líneas de trabajo:

  1. Enjambre41: Sesiones mensuales para hablar de las experiencias de empredimiento dentro de la comunidad. Anteriormente se desarrollaban en línea y planean retomarlas de manera presencial para mayor conexión entre participantes.
  2. DemoDay: Convocatoría para conocer emprendedoras y emprendedores junto a sus negocios en diferentes ubicaciones del territorio mexicano.
  3. #EmprenderConOrgullo: Su último trabajo, publicado a manera de estudio para la comprensión de la situación de emprendedurismo en materia de género y diversidad sexual del país.

#EmprenderConOrgullo

Tras encontrar la necesidad de tener más datos duros que reflejen la realidad cotidiana de las personas LGBTQ y encontrando una ventana de oportunidad en emprendedurismo, Colmena 41 hace uso de su alcance y su asociación con Meta para desarrollar actividades de diagnóstico dentro de su grupo de participantes.

Inicialmente se llevaron a cabo una serie de talleres organizados por Facebook en el año 2019 y 2020. Los mismos, eran dirigidos a emprendedores y emprendedoras LGBTQ pertenecientes a Colmena 41, esto con la finalidad de medir el interés en temas de emprendimiento dentro de los participantes de la comunidad, identificando la necesidad y oportunidad para el desarrollo del tema.

Así nace la curiosidad por ahondar en temas relacionados al emprendimiento y la oportunidad de realizar estudios para profundizar en la materia que no había sido explorada en México. Posteriormente, se establece una alianza con Facebook/Meta para el desarrollo de un programa anual en temas de emprendimiento el cual pretende dar capacitación y visibilizar a los emprendedores dado a que la discriminación laboral hacia la comunidad es un punto de inflección para que personas LGBTQ emprendan sus propios negocios.

Molina declaró que por medio de este estudio querían evidenciar si existía relación entre la discriminación cotidiana en contra de la comunidad LGBTQ y el emprendedurismo a lo que dijo “descubrimos que sí hay relación entre estas dos experiencias, no en todos los casos, pero muchas de las personas LGBT que emprenden y que contestaron esta encuenta hablan que el motor del emprendimiento fue que se topaban con una o varias experiencias de discriminación en el empleo por su orientación sexual, por su identidad o por su expresión de género”.

Según el estudio, la nulidad de conocimiento en cuanto a los productos financieros específicos para los emprendedores es otra de las debilidades de los emprendedores LGBTQ. La comunidad se financia fundamentalmente de sus ahorros, de sus proveedores de préstamos de instituciones cercanas pero no conocen muchas alternativas pensadas para emprendimientos como fondos de inversión, incubadoras, etcétera.

Arellano resaltó que Emprendiendo con Orgullo muestra cómo más del 80 por ciento de las personas que respondieron la encuesta se sienten entre “felices” a “muy felices” con sus negocios, “este mensaje me parece poderosísimo, porque sí es cierto que el emprendimiento salva vidas” expresó. 

El reto principal para Colmena 41 es con todas esas personas que todavía no se han animado a dar el paso, seguir inspirando a partir de resultados, formando comunidades que lleguen a ser más grandes y más representativas teniendo como ejemplo que el emprendimiento sí funciona y que es uno más de los lugares que puede brindar seguridad a la diversidad y todas las personas que se atreven a ser ellas mismas y a vivir su vida bajo sus propias reglas.

Hallazgos

El estudio arrojó hallazgos en diferentes ramas como estadística descriptiva, necesidades de los emprendimientos y experiencias personales. Cada uno de los apartados posee datos que explican la composición de cada porcentaje y la muestra de población estudiada. 

Según Molina, una de las cosas que más destacan es el caso de las personas trans dado a que con frecuencia deciden emprender luego de uno o más actos de discriminación en diferentes instancias, donde talvez el emprendimiento no es la primera opción, sin embargo, la falta de empleo les enfrenta a la necesidad de generar ingresos de manero autónoma.

Entre los datos que se muestran en el estudio se destacan que el mayor porcentaje de emprendedores tiene alrededor de 36 a 40 años de edad, en su mayoría siendo personas gay, del 100 por ciento de la población entrevistada el 68 por ciento posee un emprendimiento propio, el 11 por ciento trabaja para alguien más, el 9 por ciento es freelance y es resto son estudiantes o tienen otra manera de ingreso.

Aunque existe una enorme diversidad entre las industrias atendidas, 68.4 por ciento de la población encuestada se dedica a los alimentos, la salud, la educación, la industria textil y de artes diseño gráfico (marketing), la consultoría y la investigación.

Las iniciativas son relativamente nuevas ya que el 30 por ciento de los casos llevan entre cero a dos años de operación en el mercado. No obstante, se puede visualizar que hay otros casos en los cuales se tienen emprendimientos más longevos que han estado operando hasta por 20 años.

La mayoría trabaja en grupo, ha contratado servicios profesionales externos en su mayoría para el área digital, en presencia y estrategia de ventas en línea. Agregando a esto, en la mayoría de los casos se tiene aspiraciones de aumento de ventas en línea, estabilización, venta físicas, abrir más sucursales y expandir la oferta de productos.

Un hallazgo que vale resaltar es que según el estudio, la mayoría de las veces la financiación del emprendimiento se hace a base de ahorros personales, socios, inversionistas o créditos con otras instituciones, sin embargo, Arellano, cofundador del proyecto, resalta que es una área que planean fortalecer por medio de la capacitación pertinente sobre financiamiento con entidades bancarias, fondos semilla, incubadoras, etc.

No obstante, México tiene otras limitantes ya que a pesar que la ley de identidad de género para personas trangénero está vigente en varios estados de la República, los usuarios continúan sufriendo de discriminación y no logran reunir los requisitos que los bancos solicitan para ser beneficiarios de estos créditos o simplemente no cuentan con historial de crédito que les permita obtener un préstamo.

Otros de los hallazgos que cabe resaltar es que el 93.8 por ciento de las personas entrevistadas respondieron que las personas con las que trabajan y saben de su emprendimiento conocen que son miembros de la comunidad LGBTQ y el 72 por ciento respondió que sus clientes saben que son parte de la diversidad.

En la mayoría de los casos, los emprendedores expresan estar felices con sus negocios y viviendo sus sueños con un 24.8 por ciento mientras que el 61.5 por ciento reconoce que están felices pero que conocen que hay cosas que faltan para mejorar las condiciones y desarrollo de su proyecto.

Referentes de información

Es interesante ver como en América Latina se abren más temas de conversación en pro de la mejora de condiciones de vida de la comunidad LGBTQ, por ende, es importante seguir difundiendo historias y datos que reflejen las condiciones de desarrollo de la diversidad y que los mismos tengan impacto en las comunidades, industrias y nichos profesionales.

Estas iniciativas también contribuyen a la mejora de la economía del país, generación de empleos y nuevas propuestas de derechos humanos en las cuales las diferentes expresiones pueden llevarse a cabo sin represalias ni discriminacion que aislen a las personas LGBTQ. De igual manera, estudios como #EmprenderConOrgullo abre la conversación para que otros países puedan sumarse a realizar estudios especializados que sirven como referentes a nivel mundial.

Para leer el estudio completo pueden dirigirse al siguiente enlace: https://colmena41.com/emprenderconorgullo

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El Salvador

El Salvador: el costo del silencio oficial ante la violencia contra la comunidad LGBTQ

Entidades estatales son los agresores principales

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(Foto de Ernesto Valle por el Washington Blade)

En El Salvador, la violencia contra la población LGBTQ no ha disminuido: ha mutado. Lo que antes se expresaba en crímenes de odio, hoy se manifiesta en discriminación institucional, abandono y silencio estatal. Mientras el discurso oficial evita cualquier referencia a inclusión o diversidad, las cifras muestran un panorama alarmante.

Según el Informe 2025 sobre las vulneraciones de los derechos humanos de las personas LGBTQ en El Salvador, elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos LGBTIQ+ de ASPIDH, con el apoyo de Hivos y Arcus Foundation, desde el 1 de enero al 22 de septiembre de 2025 se registraron 301 denuncias de vulneraciones de derechos.

El departamento de San Salvador concentra 155 de esas denuncias, reflejando la magnitud del problema en la capital.

Violencia institucionalizada: el Estado como principal agresor

El informe revela que las formas más recurrentes de violencia son la discriminación (57 por ciento), seguida de intimidaciones y amenazas (13 por ciento), y agresiones físicas (10 por ciento). Pero el dato más inquietante está en quiénes ejercen esa violencia.

Los cuerpos uniformados, encargados de proteger a la población, son los principales perpetradores:

  • 31.1 por ciento corresponde a la Policía Nacional Civil (PNC),
  • 26.67 por ciento al Cuerpo de Agentes Municipales (CAM),
  • 12.22 por ciento a militares desplegados en las calles bajo el régimen de excepción.

A ello se suma un 21.11 por ciento de agresiones cometidas por personal de salud pública, especialmente por enfermeras, lo que demuestra que la discriminación alcanza incluso los espacios que deberían garantizar la vida y la dignidad.

Loidi Guardado, representante de ASPIDH, comparte con Washington Blade un caso que retrata la cotidianidad de estas violencias:

“Una enfermera en la clínica VICITS de San Miguel, en la primera visita me reconoció que la persona era hijo de un promotor de salud y fue amable. Pero luego de realizarle un hisopado cambió su actitud a algo despectiva y discriminativa. Esto le sucedió a un hombre gay.”

Este tipo de episodios reflejan un deterioro en la atención pública, impulsado por una postura gubernamental que rechaza abiertamente cualquier enfoque de inclusión, y tacha la educación de género como una “ideología” a combatir.

El discurso del Ejecutivo, que se opone a toda iniciativa con perspectiva de diversidad, ha tenido consecuencias directas: el retroceso en derechos humanos, el cierre de espacios de denuncia, y una mayor vulnerabilidad para quienes pertenecen a comunidades diversas.

El miedo, la desconfianza y el exilio silencioso

El estudio también señala que el 53.49 por ciento de las víctimas son mujeres trans, seguidas por hombres gays (26.58 por ciento). Sin embargo, la mayoría de las agresiones no llega a conocimiento de las autoridades.

“En todos los ámbitos de la vida —salud, trabajo, esparcimiento— las personas LGBT nos vemos intimidadas, violentadas por parte de muchas personas. Sin embargo, las amenazas y el miedo a la revictimización nos lleva a que no denunciemos. De los casos registrados en el observatorio, el 95.35 por ciento no denunció ante las autoridades competentes”, explica Guardado.

La organización ASPIDH atribuye esta falta de denuncia a varios factores: miedo a represalias, desconfianza en las autoridades, falta de sensibilidad institucional, barreras económicas y sociales, estigma y discriminación.

Además, la ausencia de acompañamiento agrava la situación, producto del cierre de numerosas organizaciones defensoras por falta de fondos y por las nuevas normativas que las obligan a registrarse como “agentes extranjeros”.

Varias de estas organizaciones —antes vitales para el acompañamiento psicológico, legal y educativo— han migrado hacia Guatemala y Costa Rica ante la imposibilidad de operar en territorio salvadoreño.

Educación negada, derechos anulados

Mónica Linares, directora ejecutiva de ASPIDH, lamenta el deterioro de los programas educativos que antes ofrecían una oportunidad de superación para las personas trans:

“Hubo un programa del ACNUR que lamentablemente, con todo el cierre de fondos que hubo a partir de las declaraciones del presidente Trump y del presidente Bukele, pues muchas de estas instancias cerraron por el retiro de fondos del USAID.”

Ese programa —añade— beneficiaba a personas LGBTQ desde la educación primaria hasta el nivel universitario, abriendo puertas que hoy permanecen cerradas.

Actualmente, muchas personas trans apenas logran completar la primaria o el bachillerato, en un sistema educativo donde la discriminación y el acoso escolar siguen siendo frecuentes.

Organizaciones en resistencia

Las pocas organizaciones que aún operan en el país han optado por trabajar en silencio, procurando no llamar la atención del gobierno. “Buscan pasar desapercibidas”, señala Linares, “para evitar conflictos con autoridades que las ven como si no fueran sujetas de derechos”.

Desde el Centro de Intercambio y Solidaridad (CIS), su cofundadora Leslie Schuld coincide. “Hay muchas organizaciones de derechos humanos y periodistas que están en el exilio. Felicito a las organizaciones que mantienen la lucha, la concientización. Porque hay que ver estrategias, porque se está siendo silenciado, nadie puede hablar; hay capturas injustas, no hay derechos.”

Schuld agrega que el CIS continuará apoyando con un programa de becas para personas trans, con el fin de fomentar su educación y autonomía económica. Sin embargo, admite que las oportunidades laborales en el país son escasas, y la exclusión estructural continúa.

Matar sin balas: la anulación de la existencia

“En efecto, no hay datos registrados de asesinatos a mujeres trans o personas LGBTIQ+ en general, pero ahora, con la vulneración de derechos que existe en El Salvador, se está matando a esta población con la anulación de esta.”, reflexiona Linares.

Esa “anulación” a la que se refiere Linares resume el panorama actual: una violencia que no siempre deja cuerpos, pero sí vacíos. La negación institucional, la falta de políticas públicas, y la exclusión social convierten la vida cotidiana en un acto de resistencia para miles de salvadoreños LGBTQ.

En un país donde el Ejecutivo ha transformado la narrativa de derechos en una supuesta “ideología”, la diversidad se ha convertido en una amenaza política, y los cuerpos diversos, en un campo de batalla. Mientras el gobierno exalta la “seguridad” como su mayor logro, la población LGBTQ vive una inseguridad constante, no solo física, sino también emocional y social.

El Salvador, dicen los activistas, no necesita más silencio. Necesita reconocer que la verdadera paz no se impone con fuerza de uniformados, sino con justicia, respeto y dignidad.

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Un país que vota desde el miedo y la esperanza

Candidatos pro-LGBTQ ganaron en todo el país

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La ciudad de Miami en 2020. Los resultados de las elecciones del 4 dfueron una llamada de atención para los candidatos anti-LGBTQ y antiinmigrantes.(Foto de by Yariel Valdés González por el Washington Blade)

Estados Unidos volvió a las urnas el 4 de noviembre de 2025, y el resultado fue mucho más que una contienda electoral. Lo que se vivió en Virginia, Nueva Jersey, Nueva York, Miami y California fue una radiografía moral y política de una nación que vota entre el miedo y la esperanza. Los votantes hablaron desde la incertidumbre, pero también desde la convicción de que el país todavía puede ser un espacio de justicia, inclusión y respeto.

Las victorias de Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey, junto al ascenso del progresista Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, el avance demócrata en Miami y la aprobación de la Proposición 50 en California, marcaron el ritmo de una elección que dejó un mensaje claro para la administración Trump: el miedo puede movilizar, pero no logra sostener el poder. La ciudadanía eligió con el corazón, cansada de los discursos de odio y del espectáculo político, y con la esperanza de reencontrarse con una política que mire hacia la gente, no hacia el poder.

El caso de Nueva York sintetiza ese cambio de rumbo. Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes, musulmán y abiertamente progresista, centró su discurso de victoria en la defensa de la dignidad humana y la solidaridad.

“Esta noche hicimos historia”, dijo ante una multitud diversa que lo vitoreaba. “Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”.

 Pero su mensaje más poderoso fue el que dedicó a las comunidades más vulnerables: Aquí creemos en defender a quienes amamos, ya seas inmigrante, miembro de la comunidad trans, una de las muchas mujeres negras que Donald Trump despidió de un trabajo federal, una madre soltera que aún espera que bajen los precios de los alimentos o cualquier otra persona que se encuentre contra la pared”.

Esas palabras resonaron como una respuesta a los años de retrocesos y ataques legislativos contra las personas LGBTQ y, en especial, contra la comunidad trans. Mamdani prometió ampliar y proteger el acceso a la atención médica afirmativa de género, destinando fondos públicos para garantizar que “todos los neoyorquinos tienen acceso al tratamiento médico que necesitan”. Su compromiso coloca a Nueva York como un faro de resistencia frente a la ola de políticas restrictivas que han surgido en varios estados del país.

Lo ocurrido en noviembre tiene, además, un profundo significado para quienes viven en los márgenes del poder. Para la comunidad trans, estos resultados representan algo más que un respiro político: son una afirmación de existencia. En tiempos donde el discurso oficial ha buscado borrar identidades, negar tratamientos y criminalizar cuerpos, la victoria de líderes que defienden la inclusión devuelve la esperanza de vivir sin miedo. El voto trans, y el voto LGBTQ en general, fue más que un gesto cívico: fue un acto de supervivencia y de resistencia.

La elección también habló al corazón de las comunidades inmigrantes, de las personas que viven con VIH o enfermedades crónicas, de las minorías raciales y de quienes luchan por un salario justo. En un país donde tantos sienten que la política los ha olvidado, estas victorias locales devuelven la posibilidad de creer en la democracia como herramienta de transformación. Son un recordatorio de que la esperanza no es ingenuidad, sino el acto más valiente de quienes deciden seguir de pie.

Miami, por su parte, envió una señal inesperada. En un bastión republicano históricamente alineado con la administración Trump, la candidata demócrata tomó la delantera y forzó una segunda vuelta. En una ciudad diversa, con fuerte presencia latina, afrodescendiente e LGBTQ, el avance progresista fue un mensaje de ruptura con el voto automático y con la política del miedo. Las urnas del sur de la Florida demostraron que los cambios comienzan en los lugares menos previsibles.

Para la administración Trump, la lectura es clara. El país está enviando una advertencia: los derechos humanos no se negocian. La economía importa, pero también importa la dignidad. Los votantes quieren soluciones reales, no eslóganes; respeto, no manipulación; empatía, no imposición.

Las comunidades LGBTQ y trans han sido el rostro visible de una resistencia que no se rinde. Cada voto emitido fue un acto de esperanza frente al miedo; cada victoria, una respuesta a la violencia simbólica e institucional. Las palabras del nuevo alcalde de Nueva York se convirtieron en símbolo nacional porque trascendieron la política partidista: recordaron que en medio de la oscuridad, la humanidad todavía puede ser una política pública.

Las urnas de noviembre hablaron con la voz de quienes han sido marginados, atacados o invisibilizados. Hablan las personas trans que exigen respeto, las parejas que defienden su amor, los jóvenes que no aceptan ser silenciados, los creyentes que apuestan por una fe inclusiva y las familias que siguen creyendo en un país posible. En medio del miedo, el país eligió esperanza. Y esa esperanza —imperfecta, frágil, pero viva— puede ser el principio de una nueva historia: una en la que la igualdad no sea un sueño, sino una promesa cumplida.

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Doble exclusión, misma dignidad

Personas con discapacidades en América Latina y el Caribe se luchan dos batallas.

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El Ángel de la Independencia en la Ciudad de México (Foto de Michael K. Lavers por el Washington Blade)

En un continente donde los derechos de la comunidad LGBTQ avanzan y retroceden al ritmo de los vientos políticos, hay una realidad que casi nadie nombra: la de quienes, además de pertenecer a esta comunidad, viven con una discapacidad física, motora o sensorial. En ellos convergen dos batallas —la del reconocimiento y la de la accesibilidad— que se libran, la mayoría de las veces, en silencio.

Según el Banco Mundial, más de 85 millones de personas con discapacidad viven en América Latina y el Caribe. Al mismo tiempo, la región alberga algunos de los movimientos LGBTQ más visibles del mundo, aunque persisten graves formas de violencia y exclusión. Sin embargo, los estudios que cruzan ambas realidades son casi inexistentes. Y esa ausencia de datos también es una forma de violencia.

Ser una persona LGBTQ en América Latina todavía implica, en muchos casos, enfrentar el rechazo familiar, la discriminación laboral o la exclusión religiosa. Pero si a eso se suma una discapacidad, las barreras se multiplican. En palabras de un activista brasileño citado por CartaCapital, “cuando entro a una entrevista, me miran primero la silla de ruedas y después descubren que soy gay. Ahí empieza el doble filtro”. Este fenómeno, conocido como doble prejuicio, se refleja tanto fuera como dentro de la propia comunidad LGBTQ. A menudo, la discapacidad sigue siendo invisibilizada incluso en marchas del orgullo o campañas de diversidad, donde predominan imágenes de cuerpos normativos y jóvenes. El capacitismo —esa discriminación basada en la idea de que solo los cuerpos funcionales son válidos— se cuela incluso en los espacios que deberían ser los más inclusivos.

La desexualización de las personas con discapacidad es una de las formas más sutiles de exclusión. El reportaje argentino Sexo, discapacidad y placer, publicado por Distintas Latitudes, expone cómo la sociedad suele negar el derecho al deseo y al amor de quienes viven con alguna limitación física. Cuando además se trata de una persona LGBTQ, la negación se duplica: se les niega el cuerpo, el deseo y, con ello, una parte esencial de su dignidad humana. Como afirma la psicóloga mexicana María L. Aguilar, “la desexualización de las personas con discapacidad es una forma de violencia simbólica. Y cuando se cruza con la diversidad sexual, se convierte en una negación del derecho al placer y a la autonomía”.

El ejemplo más visible de inclusión llega desde el deporte. En los Juegos Paralímpicos de París 2024, al menos 38 atletas LGBTQ participaron, según un informe de Agencia Presentes. Pero la pregunta permanece: ¿cuántas personas LGBTQ con discapacidad fuera del ámbito deportivo logran tener voz, empleo, pareja o acceso a los servicios básicos? En un continente marcado por la desigualdad, la intersección entre orientación sexual, discapacidad, pobreza y género produce una combinación de vulnerabilidades que pocas políticas públicas abordan.

Diversos estudios advierten que las personas LGBTQ en América Latina presentan tasas más altas de depresión y ansiedad que la población general. A su vez, los informes sobre discapacidad en la región señalan altos niveles de aislamiento y falta de apoyo. Pero no existen datos interseccionales que midan cómo se viven estos desafíos cuando ambas realidades se cruzan. En países como Chile, el Observatorio de Discapacidad e Inclusión advierte una alta prevalencia de problemas de salud mental y un acceso insuficiente a servicios especializados. En Estados Unidos, investigaciones del Trevor Project muestran que los jóvenes Latine LGBTQ tienen mayor riesgo de intentos de suicidio cuando enfrentan discriminación múltiple. En América Latina y el Caribe, la ausencia de estadísticas en este campo no solo refleja desinterés: también perpetúa la invisibilidad.

Ni las leyes sobre discapacidad mencionan explícitamente a la población LGBTQ, ni las políticas de diversidad incorporan la variable de discapacidad. Un informe de la International Disability Alliance sobre la región advierte que las personas con discapacidad LGBTQ “enfrentan discriminación múltiple y carecen de protección específica”. Pese a ello, surgen señales de esperanza: en México, el Colectivo de Personas con Discapacidad LGBTQ+ impulsa iniciativas para visibilizar la exclusión doble; en Brasil, la organización Vale PCD desarrolla proyectos de inclusión laboral y cultural; y en el Caribe oriental, el Proyecto LIVITY, de la Eastern Caribbean Alliance for Diversity and Equality (ECADE), fomenta la participación política de personas con discapacidad y de la comunidad LGBTQ.

La verdadera inclusión no se mide por las rampas, ni por los discursos de tolerancia. Se mide por la capacidad de una sociedad para reconocer la dignidad humana en todas sus expresiones, sin lástima, sin morbo, sin condiciones. No se trata de aplaudir historias de superación, sino de garantizar el derecho a una vida plena. Como dijo un líder caribeño citado por ECADE: “La inclusión no es un gesto, es una decisión moral y política”.

Este tema exige una conversación continental. América Latina y el Caribe solo podrán hablar de igualdad real cuando el cuerpo, el deseo y la libertad de las personas LGBTQ con discapacidad sean respetados con la misma fuerza con que se proclama la diversidad. Nombrar lo que aún no se nombra es el primer paso hacia la justicia. Porque lo que no se mide, no se atiende; y lo que no se mira, no existe.

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