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Organización mexicana lanza #EmprendiendoConOrgullo

Campaña es una iniciativa de Colmena 41

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(Captura de pantalla cortesía de Colmena 41)

México es uno de los países con más crímenes de odio en contra de la comunidad LGBTQ en latinoamérica, cerrando 2021 con 81 muertes. A pesar de que hay un alto porcentaje de ciudadanos mexicanos que permanecen en el closet, la idea de ser una población reducida se aleja cada vez más dado a que en la actualidad más emprendimientos han cobrado vida dentro de la diversidad.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) al menos cinco millones de personas mayores de 15 años en México se identifican como LGBTQ, sumando a esto las condiciones de emprendimiento apuntan a ser favorables para el 49 por ciento de la población general en el país, según el Global Entrepreneurship Monitor, sin embargo, no se contaba con estadísticas de la comunidad LGBTQ.

En 2022 México tomó las primera medidas en camino a un censo de población LGBTQ por medio de una encuesta para ayudar a determinar cuántas personas forman parte del espectro de diversidad. Sin embargo, hay un vacío de información, de datos duros. La realización de estudios de datos estadísticos se consideran necesarios para la comunidad y mejor comprensión de la misma.

Colmena 41 toma partida de esto y se propone a realizar un estudio que sirva de referente en la situación de emprendedurismo LGBTQ. Tomando como premisas el funcionamiento del ecosistema emprendedor para la comunidad LGBTQ, las oportunidades de negocio observadas bajo el contexto económico actual y la libertad con la que una persona puede mostrarse tal cual es, sin ocultar su orientación sexual, identidad o expresión de género al momento de levantar capital, presentar un proyecto y operarlo.

Así nace Emprender con Orgullo, un estudio con base en encuestas inicialmente respondidas por 161 personas LGBTQ en 32 diferentes entidades de la República Mexicana. 

Colmena 41

Colmena 41 nace en 2019 con los Lunes de Colmena 41 en los cuales miembros de la diversidad sexual se reunían para poder conocerse, hablar de diferentes temáticas y al mismo tiempo colaborar en los diferentes proyectos dentro del círculo de participantes. En ese momento, aunque el emprendimiento no es el único tema tratado por Colmena 41, se convierte en algo esencial dentro del desarrollo y crecimiento de la organización.

Es un emprendimiento enfocado en la formación de comunidad con redes profesionales en diferentes ámbitos, generación de información con realización de investigaciones, herramientas educativas comunicación con miras a incidencia en políticas públicas y creación de encuentros para visibilizar y fortalecer la comunidad LGBTQ por medio de talleres y asesorías.

Cofundada por Enrique Torre Molina, activista LGBTQ, y Federico Arellano, emprendedor social. 

Por otro lado, Arellano comentó que uno de los primeros hallazgos que se encontraron en este estudio es que para la mayoría de personas que no son LGBTQ emprender es una opción, mientras que para la comunidad pareciera ser mucho más una necesidad, lo cual refleja que la manera en que se da el acercamiento al fenómeno del emprendimiento es muy distinta para cada uno de los casos.

En parte el éxito de Colmena 41 se debe a que anteriormente no existían espacios, reuniones específicas para personas LGBTQ donde pudiera hacerse networking o encontrar a diferentes expertos dentro de la diversidad para colaborar entre proyectos de los mismos participantes.

Recientemente, Colmena 41 inauguró su rama de estudio con la investigación #EmprendiendoConOrgullo. La idea de producir data, información, estadísticas sobre la comunidad LGBTQ+, esta investigación nace, en primera instancia, porque hay poca información en general sobre distintos temas. 

Alianza con Meta

Actualmente la organización posee un plan de trabajo anual con Meta, luego de haber desarrollado una serie de capacitaciones de emprendimiento en las cuales se detectó la necesidad de hablar sobre emprendedurismo en la comunidad LGBTQ. La misma, esta dividida en tres líneas de trabajo:

  1. Enjambre41: Sesiones mensuales para hablar de las experiencias de empredimiento dentro de la comunidad. Anteriormente se desarrollaban en línea y planean retomarlas de manera presencial para mayor conexión entre participantes.
  2. DemoDay: Convocatoría para conocer emprendedoras y emprendedores junto a sus negocios en diferentes ubicaciones del territorio mexicano.
  3. #EmprenderConOrgullo: Su último trabajo, publicado a manera de estudio para la comprensión de la situación de emprendedurismo en materia de género y diversidad sexual del país.

#EmprenderConOrgullo

Tras encontrar la necesidad de tener más datos duros que reflejen la realidad cotidiana de las personas LGBTQ y encontrando una ventana de oportunidad en emprendedurismo, Colmena 41 hace uso de su alcance y su asociación con Meta para desarrollar actividades de diagnóstico dentro de su grupo de participantes.

Inicialmente se llevaron a cabo una serie de talleres organizados por Facebook en el año 2019 y 2020. Los mismos, eran dirigidos a emprendedores y emprendedoras LGBTQ pertenecientes a Colmena 41, esto con la finalidad de medir el interés en temas de emprendimiento dentro de los participantes de la comunidad, identificando la necesidad y oportunidad para el desarrollo del tema.

Así nace la curiosidad por ahondar en temas relacionados al emprendimiento y la oportunidad de realizar estudios para profundizar en la materia que no había sido explorada en México. Posteriormente, se establece una alianza con Facebook/Meta para el desarrollo de un programa anual en temas de emprendimiento el cual pretende dar capacitación y visibilizar a los emprendedores dado a que la discriminación laboral hacia la comunidad es un punto de inflección para que personas LGBTQ emprendan sus propios negocios.

Molina declaró que por medio de este estudio querían evidenciar si existía relación entre la discriminación cotidiana en contra de la comunidad LGBTQ y el emprendedurismo a lo que dijo “descubrimos que sí hay relación entre estas dos experiencias, no en todos los casos, pero muchas de las personas LGBT que emprenden y que contestaron esta encuenta hablan que el motor del emprendimiento fue que se topaban con una o varias experiencias de discriminación en el empleo por su orientación sexual, por su identidad o por su expresión de género”.

Según el estudio, la nulidad de conocimiento en cuanto a los productos financieros específicos para los emprendedores es otra de las debilidades de los emprendedores LGBTQ. La comunidad se financia fundamentalmente de sus ahorros, de sus proveedores de préstamos de instituciones cercanas pero no conocen muchas alternativas pensadas para emprendimientos como fondos de inversión, incubadoras, etcétera.

Arellano resaltó que Emprendiendo con Orgullo muestra cómo más del 80 por ciento de las personas que respondieron la encuesta se sienten entre “felices” a “muy felices” con sus negocios, “este mensaje me parece poderosísimo, porque sí es cierto que el emprendimiento salva vidas” expresó. 

El reto principal para Colmena 41 es con todas esas personas que todavía no se han animado a dar el paso, seguir inspirando a partir de resultados, formando comunidades que lleguen a ser más grandes y más representativas teniendo como ejemplo que el emprendimiento sí funciona y que es uno más de los lugares que puede brindar seguridad a la diversidad y todas las personas que se atreven a ser ellas mismas y a vivir su vida bajo sus propias reglas.

Hallazgos

El estudio arrojó hallazgos en diferentes ramas como estadística descriptiva, necesidades de los emprendimientos y experiencias personales. Cada uno de los apartados posee datos que explican la composición de cada porcentaje y la muestra de población estudiada. 

Según Molina, una de las cosas que más destacan es el caso de las personas trans dado a que con frecuencia deciden emprender luego de uno o más actos de discriminación en diferentes instancias, donde talvez el emprendimiento no es la primera opción, sin embargo, la falta de empleo les enfrenta a la necesidad de generar ingresos de manero autónoma.

Entre los datos que se muestran en el estudio se destacan que el mayor porcentaje de emprendedores tiene alrededor de 36 a 40 años de edad, en su mayoría siendo personas gay, del 100 por ciento de la población entrevistada el 68 por ciento posee un emprendimiento propio, el 11 por ciento trabaja para alguien más, el 9 por ciento es freelance y es resto son estudiantes o tienen otra manera de ingreso.

Aunque existe una enorme diversidad entre las industrias atendidas, 68.4 por ciento de la población encuestada se dedica a los alimentos, la salud, la educación, la industria textil y de artes diseño gráfico (marketing), la consultoría y la investigación.

Las iniciativas son relativamente nuevas ya que el 30 por ciento de los casos llevan entre cero a dos años de operación en el mercado. No obstante, se puede visualizar que hay otros casos en los cuales se tienen emprendimientos más longevos que han estado operando hasta por 20 años.

La mayoría trabaja en grupo, ha contratado servicios profesionales externos en su mayoría para el área digital, en presencia y estrategia de ventas en línea. Agregando a esto, en la mayoría de los casos se tiene aspiraciones de aumento de ventas en línea, estabilización, venta físicas, abrir más sucursales y expandir la oferta de productos.

Un hallazgo que vale resaltar es que según el estudio, la mayoría de las veces la financiación del emprendimiento se hace a base de ahorros personales, socios, inversionistas o créditos con otras instituciones, sin embargo, Arellano, cofundador del proyecto, resalta que es una área que planean fortalecer por medio de la capacitación pertinente sobre financiamiento con entidades bancarias, fondos semilla, incubadoras, etc.

No obstante, México tiene otras limitantes ya que a pesar que la ley de identidad de género para personas trangénero está vigente en varios estados de la República, los usuarios continúan sufriendo de discriminación y no logran reunir los requisitos que los bancos solicitan para ser beneficiarios de estos créditos o simplemente no cuentan con historial de crédito que les permita obtener un préstamo.

Otros de los hallazgos que cabe resaltar es que el 93.8 por ciento de las personas entrevistadas respondieron que las personas con las que trabajan y saben de su emprendimiento conocen que son miembros de la comunidad LGBTQ y el 72 por ciento respondió que sus clientes saben que son parte de la diversidad.

En la mayoría de los casos, los emprendedores expresan estar felices con sus negocios y viviendo sus sueños con un 24.8 por ciento mientras que el 61.5 por ciento reconoce que están felices pero que conocen que hay cosas que faltan para mejorar las condiciones y desarrollo de su proyecto.

Referentes de información

Es interesante ver como en América Latina se abren más temas de conversación en pro de la mejora de condiciones de vida de la comunidad LGBTQ, por ende, es importante seguir difundiendo historias y datos que reflejen las condiciones de desarrollo de la diversidad y que los mismos tengan impacto en las comunidades, industrias y nichos profesionales.

Estas iniciativas también contribuyen a la mejora de la economía del país, generación de empleos y nuevas propuestas de derechos humanos en las cuales las diferentes expresiones pueden llevarse a cabo sin represalias ni discriminacion que aislen a las personas LGBTQ. De igual manera, estudios como #EmprenderConOrgullo abre la conversación para que otros países puedan sumarse a realizar estudios especializados que sirven como referentes a nivel mundial.

Para leer el estudio completo pueden dirigirse al siguiente enlace: https://colmena41.com/emprenderconorgullo

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Noticias en Español

¿Hasta cuándo esperaremos el permiso para amar?

El nuevo Papa afirmó que la familia se funda en la “unión estable entre el hombre y la mujer”

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El Papa Leo XIV (Foto de Vatican News/X)

Las recientes declaraciones del Papa León XIV han reactivado un debate de enorme peso espiritual y pastoral: ¿cómo entiende la Iglesia el amor, la familia y la dignidad de las personas en toda su diversidad?

En su primer discurso oficial ante el cuerpo diplomático del Vaticano, el 16 de mayo de 2025, el Papa afirmó que la familia se funda en la “unión estable entre el hombre y la mujer”. Estas palabras, pronunciadas con claridad y convicción, reafirman la posición doctrinal tradicional sobre el matrimonio, el aborto y la llamada “ideología de género”. Pero para muchos, estas afirmaciones reabren heridas, traen a la superficie el dolor de sentirse nuevamente al margen, y avivan preguntas que no han encontrado todavía un espacio real de escucha dentro de la Iglesia.

Estas posturas no son nuevas. Ya en 2016, como obispo de Chiclayo, Perú, León XIV expresó su oposición a los programas de educación con perspectiva de género, argumentando que “buscan crear géneros que no existen” y defendiendo una visión binaria de la creación.

Tras el reciente fallecimiento del Papa Francisco —cuyo pontificado marcó una apertura tímida pero significativa hacia una pastoral de la misericordia—, la elección de León XIV suscitó tanto esperanzas como preocupaciones. Francisco, aunque enfrentó resistencias internas, dejó gestos importantes: la bendición a parejas del mismo sexo, el lenguaje de acogida y las exhortaciones a no cerrar las puertas. Pero sus esfuerzos, por valiosos que fueran, no dejaron de ser esfuerzos, porque la estructura misma de la Iglesia, anclada en siglos de doctrina conservadora, reaccionó con oposición firme, limitando cualquier posibilidad real de transformación profunda.

En mi artículo anterior “Cuando el humo blanco no es suficiente” (Pride Society Magazine, abril 2025), advertía que el humo de la elección papal no podía ser tomado como garantía de cambio. La emoción del momento, sin acciones concretas, corre el riesgo de volverse solo un símbolo sin sustancia. Hoy, esas palabras cobran nueva vigencia.

Pero este artículo no es una condena a ninguna iglesia. No es un ataque ni una burla. Es una reflexión desde la fe. Es un clamor desde el corazón pastoral de quienes acompañamos a muchas personas heridas por un discurso que, en nombre de Dios, ha excluido más que ha abrazado.

¿Por qué seguimos esperando el permiso para amar?

¿Por qué seguimos buscando validación en instituciones que, a menudo, nos han negado su respeto?

No pedimos aceptación como una concesión. Exigimos respeto como un derecho. El Evangelio no fue escrito para algunos. Fue proclamado para todos.

Y es aquí donde debemos detenernos. Porque muchas veces, frente a declaraciones como estas, el miedo nos asalta, nos invade y nos paraliza. Nos deja vacilantes. Dudamos de nuestro valor, de nuestra fe, de nuestro lugar en la comunidad. Pero en medio de esas sombras, el Evangelio alza su voz con claridad:

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18).

Ese amor no viene de doctrinas. Viene de Dios. Y quien vive en ese amor, no tiene por qué temer.

También es necesario reconocer que quienes tenemos la responsabilidad de enseñar, predicar y liderar en las iglesias, no siempre medimos el poder de nuestras palabras. Con frecuencia, hemos usado la Biblia y las doctrinas como fusiles, y hemos arrinconado a quienes no encajan en nuestras categorías teológicas. ¿De qué sirve hablar de inclusión si no escuchamos? ¿De qué sirve predicar el amor si excluimos con nuestras prácticas?

La Iglesia —toda Iglesia— está llamada a reflejar el corazón de Dios. Y ese corazón no clasifica, no discrimina, no teme a la diversidad. Ese corazón solo sabe amar.

Como dijo el apóstol Pablo:

“Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gál 3:28).

Hoy repito con fuerza: el Dios que conozco no condena el amor. El Dios que conozco condena el odio.

Y mientras haya personas que aman, que buscan justicia, que luchan por ser quienes son sin miedo, Dios seguirá caminando con ellas.

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El Salvador

El Salvador conmemora el 17M bajo un clima de miedo y retroceso en derechos LGBTQ

Activistas denunciaron al gobierno de Nayib Bukele

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(Foto de Ernesto Valle por el Washington Blade)

El 17 de mayo se conmemora a nivel mundial el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, recordando la eliminación de la homosexualidad como enfermedad mental por parte de la Organización Mundial de la Salud en 1990. Sin embargo, esta fecha también se ha convertido en un espacio de denuncia ante la violencia estructural e institucional que sigue afectando a la población LGBTQ en muchos países, incluido El Salvador.

Este año, la marcha conmemorativa del 17 de mayo en San Salvador fue más reducida que en ocasiones anteriores. Decenas de personas se reunieron para alzar su voz a pesar del temor creciente entre quienes integran la diversidad sexual y de género. 

Las amenazas no son nuevas, pero sí más frecuentes en el contexto actual. 

Activistas, colectivas y organizaciones de derechos humanos denuncian que el gobierno de Nayib Bukele ha profundizado un discurso y una práctica anti-derechos. Para muchas de estas personas, la visibilidad se ha vuelto sinónimo de riesgo.

Desde la Asociación ASPIDH, Valeria Mejía, coordinadora de monitoreo y evaluación, expresó que “a inicios de 2025, el presidente Nayib Bukele y su gobierno oficializaron una postura anti-derechos, profundizando las amenazas estructurales contra los derechos humanos en El Salvador”. Alegan que esto ha generado retrocesos concretos para la comunidad LGBTQ.

Mónica Hernández, directora ejecutiva de ASPIDH, ha sido enfática en sus declaraciones. 

“Se está silenciando a las organizaciones defensoras de derechos humanos a través de amenazas o restricciones legales”, afirmó. Y exigió al gobierno restituir los mecanismos que protegían a la población diversa.

Una de las luchas históricas aún sin respuesta es la aprobación de una ley de identidad de género. Actualmente, las personas trans no pueden modificar su nombre y género en sus documentos legales, lo que las expone a tratos humillantes en hospitales, centros educativos, juzgados y otras instituciones públicas.

La falta de una legislación que apoye a las personas trans sobre su identidad de género sigue siendo una afectación, por lo que sufren discriminación institucionalizada, en hospitales, centros educativos, juzgados, entre otros, donde suelen enfrentar trato discriminatorio o negación de servicios por no coincidir su identidad de género con sus documentos legales, mencionó una vocera de la Mesa por Una Ley de Identidad.

En la marcha de este año, las calles no se llenaron como en otras ocasiones. El miedo a la criminalización fue evidente. 

“Los agentes del CAM me dijeron que con este régimen me podían acusar de ser pandillera solo por ser trans y andar tatuada”, declaró una participante, temblorosa, al Washington Blade.

A pesar del temor, hubo presencia. Algunas organizaciones de base y colectivos de clase trabajadora mostraron su solidaridad. Entre ellas, el Movimiento por la Defensa de los Derechos Humanos de la Clase Trabajadora, quienes acompañan el caso de Carolina Escobar, una mujer trans despedida injustamente del ISDEMU.

Escobar también estuvo en la marcha. 

“Hay que permanecer unidas las minorías, yo estoy acá a pesar de que he sufrido persecución por parte de la Policía Nacional Civil, por dar seguimiento a los casos de despidos injustificados del ISDEMU”, comentó.

La analista política y activista Bessy Ríos de la organización De La Mano Contigo no se mostró optimista con el panorama. 

“Hay que prepararse para el peor de los escenarios y crear redes de apoyo entre nosotros”, recalcó durante la jornada conmemorativa.

La colectiva feminista también acompañó la marcha y compartió con otros colectivos mensajes de unidad. 

“En tiempos difíciles, es cuando debemos unirnos más”, dijo una joven activista con una pañoleta verde en su rostro.

La represión no solo se percibe en las calles. Desde hace meses, muchas organizaciones LGBTQ han denunciado bloqueos al financiamiento internacional que sostenía proyectos de apoyo, atención psicológica y asesoría legal. Sin esos fondos, la lucha se vuelve más cuesta arriba.

Además, la anunciada Ley de Agentes Extranjeros —todavía en discusión— amenaza con imponer un impuesto del 30 por ciento a las donaciones provenientes del extranjero. Esto pondría en jaque a decenas de ONG que trabajan directamente con poblaciones vulnerables, incluida la diversidad sexual.

La consigna en esta fecha ha sido clara: la lucha no se detiene. Incluso con menos recursos y bajo amenazas, quienes se organizaron para conmemorar el 17 de mayo lo hicieron con la firme convicción de que los derechos humanos no se negocian.

Desde las pancartas hasta las intervenciones públicas, el mensaje fue contundente: el Estado salvadoreño debe cesar toda forma de discriminación hacia las personas LGBTQ y garantizar políticas inclusivas que aseguren su acceso a la salud, la educación, la justicia y el empleo.

En cada paso, se entretejía el recuerdo de quienes ya no están, y el deseo ferviente de un futuro distinto. 

“Marchamos por quienes no pudieron llegar hoy, por quienes tienen miedo, por quienes ya no están. Seguiremos exigiendo respeto y dignidad”, expresó una activista.

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Cuba

No olvidar el 11 de mayo

Aquel día en 2019 es conocido como un «Stonewall a la cubana»

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(Dibujo cortesia de la Joven Cuba)

La Joven Cuba se publicó esta nota en su sitio web el 12 de mayo

Por NORGE ESPINOSA MENDOZA | En el calendario cubano, mayo es un mes cargado de fechas singulares y múltiples celebraciones. Desde su primer día, marcado por el tradicional desfile que recuerda a los mártires de Chicago como tributo a los trabajadores del mundo, pasando por el Día de las Madres, el Día Internacional de los Museos y el Día de África, entre muchas otras fechas. Se trata de una agenda cargada de memorias, consignas, festejos públicos o más domésticos que se concentran en esas cinco semanas.

La incorporación a todo ello del reconocimiento en nuestro país del 17 de mayo como Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia removió ese panorama, sobre todo porque se trata de la misma fecha en la que se celebra el Día del Campesino y la Reforma Agraria. Entre las diversas reacciones que desencadenó todo ello, sirva como ejemplo del estupor con el que parte de la población cubana reaccionó, este fragmento de las décimas humorísticas creadas por Ángel Rámiz, muy popular gracias a su personaje El Cabo Pantera:

«Que esto no es chisme ni brete
y me da genio, compay,
¡con tantos días que hay
escoger el 17!
Quiero que se me respete,
se me dé una explicación:
¿Ese día mis amistades
me dicen felicidades
por guajiro o maricón?»

La elección de ese día molestó, irritó, generó controversias, en las cuales algunos rememoraron que para el calendario nacional ese día fue distinguido en favor del campesinado por conmemorarse en tal fecha el asesinato de Niceto Pérez, en 1946. La supuesta contradicción entre la imagen del campesino viril, líder y símbolo del trabajador agrícola, fue un detonante que no hallaba justificación ni siquiera en el hecho de que se trataba de resaltar desde nuestro país algo fijado internacionalmente por la Organización Mundial de la Salud.

Como señala la nota que presenta en el Decimerón esos versos de Ángel Rámiz, no faltó quien rebautizara al 17 de mayo, en tono despectivo pero también desde los límites de nuestro incontenible choteo, como Día del Maricón. Y más allá de esa anécdota, hacer memoria sobre este asunto nos permite recalibrar las tensiones que, entre consignas, mitos, épica y sexualidad, han marcado la aparición, visibilidad o invisibilidad de las llamadas minorías que también componen el entramado social del país, así sea al borde o en los márgenes de la historia oficial.

En esos territorios opacos, borrosos, ambiguos, a los que solo en fechas recientes se ha empezado a mirar y estudiar sin los prejuicios que sigue padeciendo la mirada de regla y cartabón de la narrativa oficial, aún perduran incomodidades, interrogantes y tabúes, que cada vez que nos acercamos al 17 de mayo resucitan o recobran interés en las agendas y los debates acerca de política, historia, sexualidad y cuerpo nacional. Un cuerpo que ha aprendido a saberse diverso, no solo porque desde esas agendas se le brinde tal posibilidad, sino porque las condiciones extremas a las que ha sobrevivido le han permitido hallar sus propias armas y herramientas para tal hazaña.

La memoria de los cuerpos disidentes

La historia de los cuerpos sexuados ha ido emergiendo lentamente ante nosotros, gracias al empeño de investigadores, historiadores, activistas, artistas, y finalmente, gracias a la irrupción de esas voluntades y biografías en los espacios gubernamentales donde por años se pensó únicamente desde el prisma heteronormativo y patriarcal, que también fue abrazado por la Revolución.

Las normativas y la preocupación por el deslinde de esos cuerpos, por las prácticas no re/productivas ni de ganancia inmediata para la nueva causa, estallaron desde el inicio. Es el elemento que dispara sus dardos lo mismo contra los cuerpos negros y mulatos que se divierten la madrugada del puerto habanero durante los pocos minutos del documental PM (cuya censura en 1961 provocó las Palabras a los intelectuales), que contra los pasajes eróticos de El mundo alucinante, la novela que presentó Reinaldo Arenas al concurso de la UNEAC en 1967, y que no solo no ganó al premio, sino que aún no ha sido publicada en Cuba. Ese recelo también fue el que activó las redadas en la Rampa habanera, la Noche de las Tres P en 1961, o las expulsiones de las universidades y escuelas de arte de aquellos que vivían una sexualidad disidente en la misma década.

El I Congreso de Educación y Cultura formalizó ese rechazo, en 1971, y aseguró durante los años 70 un periodo de oscurecimiento y pobreza en numerosos espacios de la vida nacional durante el decenio. Esos recelos volvieron a aflorar durante los días del Mariel y la Embajada de Perú: declararse lesbiana u homosexual (el término gay no era frecuente en el habla cubana de esos días aún) era una especie de salvoconducto inmediato para quienes querían abandonar el país rumbo a los Estados Unidos, a pesar de la amenaza de golpiza, o tener que avanzar a través de una muchedumbre que gritaba ofensas homofóbicas con la misma intensidad con la que lanzaba huevos podridos contra esos «desafectos». La memoria tarda en sanar. La memoria del cuerpo también tiene su propio canal de biografías.

La memoria tarda en sanar. La memoria del cuerpo también tiene su propio canal de biografías.

Esas memorias han demorado en añadirse a la narrativa que repasa esos acontecimientos. Los libros y testimonios que en su mayoría dan fe de esos rechazos y traumas comenzaron a aparecer fuera de Cuba, ya en los 80, y la llegada de la generación de los marielitos a Estados Unidos de América abrió una brecha de información que dio pie a volúmenes y documentales (Improper Conduct, de 1984, sigue siendo el más famoso y debatido), y que desde nuestro aparato partidista se leyó o denunció como una maniobra difamatoria contra la Revolución.

Ha sido un proceso arduo, doloroso, en el que las zonas de apertura o la desaparición de leyes que criminalizaban la homosexualidad y la existencia de «seres extravagantes», fluctuaba entre períodos de flexibilidad intermitentes y la insistencia en recordar que el cuerpo revolucionario de ese Hombre Nuevo imaginado por Ernesto Ché Guevara era, sobre todo, un cuerpo impenetrable.

De la marginación al «activismo oficial»

A fines de esa década, en el albor mismo de los años 90, una nueva generación de artistas había empezado a quebrar esas nociones tan rígidas, y mediante el quehacer de poetas, narradores, teatristas y figuras de la plástica, el valor de lo ambiguo, de la duda, de la necesidad de saltar sobre vetos y censuras, así como la posibilidad de que los cuerpos fueran celebrados más allá de las campañas de la zafra, las misiones internacionalistas, y otras imágenes aprobadas por el discurso oficial, consiguió hacer más respirable al país para aquellas personas que habían tenido que reprimir palabras y gestos a fin de evitar la estigmatización que, en no pocos casos, incluía el no poder optar por determinadas carreras universitarias o puestos de trabajo.

En 1989 se crea, precisamente, el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), derivado del Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual, fundado a instancias de la Federación de Mujeres Cubanas, en 1974. Durante esos últimos años de la década, el rostro del doctor Celestino Lajonchere y de la doctora alemana Monika Krause se habían ido abriendo paso en programas televisivos y en otros medios, como principales voceros de la campaña de educación sexual que en sus primeros momentos estaba más enfocada en la instrucción acerca del uso de métodos anticonceptivos o la prevención del embarazo en edad adolescente, hasta llegar al gran tema tabú que era el homosexualismo.

La publicación de libros como En defensa del amor y ¿Piensas ya en el amor? convirtieron a esos títulos en best-sellers, confirmando la necesidad de una variante menos anticuada, pacata y moralizante de la sexualidad, que vino acompañada por otros materiales y películas (como Siete pecas, el filme  de Hermann Zschoche sobre el amor juvenil que incluía una feliz escena de desnudos de la pareja protagónica, producido en la República Democrática Alemana en 1978) que apuntaban a un relajamiento y mejor comprensión de estos asuntos en nuestra cotidianidad. Los años 90 fueron de dureza inimaginada hasta entonces, tras la caída del Socialismo del Este. En ese nuevo ámbito de carencias, Cuba se tuvo que reinventar. Y sus cuerpos también lo hicieron.

Los años 90 fueron de dureza inimaginada hasta entonces, tras la caída del Socialismo del Este. En ese nuevo ámbito de carencias, Cuba se tuvo que reinventar.

En mayo de 2008, el CENESEX sale definitivamente del clóset. La institución, ya bajo la dirección de Mariela Castro Espín, lanza ese año su segunda celebración del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, con una campaña de alcance nacional que va más allá de los muros de su sede en el Vedado, e inunda la Rampa y el Pabellón Cuba en un acontecimiento sin precedentes.

Las reacciones fueron también diversas y apasionadas, incluidas esas que pensaron que se le arrebataba al campesinado su fecha más importante. Pero se comenzó ahí a naturalizar un concepto que sin dudas relocalizó al homosexual, a la lesbiana, a las personas trans, a los pacientes de VIH/Sida y a todo ese conjunto de cuerpos diversos en el imaginario nacional.

Lo que habían logrado poco a poco los artistas y creadores, desde los primero cuentos y poemas sobre el asunto y luego Senel Paz con «El lobo, el bosque y el hombre nuevo» y su versión cinematográfica: Fresa y chocolate, hasta los atrevimientos de Ramón Silverio y su Centro Cultural El Mejunje (en Santa Clara), obtenía otro nivel de legitimidad otorgado por el peso político del linaje de la directora del CENESEX, y el apoyo logrado por ella de diversas entidades e instituciones para gestar lo que en aquel 17 de mayo apareció en los titulares no solo de Cuba, sino en numerosas partes del mundo.

De ese paso de avance, podía esperarse más. Y en cierta medida, con discusiones, aperturas, tibiezas y desafíos, eso fue lo que la comunidad cubana LGBTIQ del país vivió, dentro y fuera de los márgenes del CENESEX, hasta mayo de 2019, cuando lo conseguido y lo aún por lograr se estremeció, se detuvo, y desde mi perspectiva, no ha logrado conciliar sus extremos tras lo ocurrido aquel 11 de mayo.

Los silencios del presente

A seis años de aquella marcha convocada por los activistas LGBTIQ de Cuba como respuesta a la suspensión de la Conga por la Diversidad —versión reducida del Gay Pride que el CENESEX desde el 2008 había implantado como un pequeño desfile a lo largo de varias cuadras de la Rampa— estoy leyendo el libro que el investigador y activista puertorriqueño Wilfred Labiosa publicó en 2024 bajo el título La Revolución LGBT en Cuba, aparecido por el sello Deletrea en Estados Unidos de América.

Ese día, el 11 de mayo de 2019, no existe en tal volumen, a pesar de que su autor reconoce en su epílogo que lo culminó «sentado junto a la ventana de uno de los nuevos hoteles de La Habana», en mayo de 2022. En el prólogo, firmado por Camilo García López-Trigo y Alberto Roque, ligados en un determinado momento al CENESEX, tampoco puede localizarse esa fecha.

Pareciera que, como afirmé hace un par de años, ese día nunca existió, a la manera en que Dulce María Loynaz hablaba de otra fecha en uno de sus poemas. Pero sí existió, sucedió. Y curiosamente, la ausencia en un libro como este, que se supone una guía para quien quiera conocer el devenir de las personas LGBTIQ en la historia de Cuba, lo hace mucho más visible.

Pareciera que, como afirmé hace un par de años, ese día nunca existió, a la manera en que Dulce María Loynaz hablaba de otra fecha en uno de sus poemas.

El volumen de Labiosa, quien ha visitado nuestro país con el auspicio y beneplácito del CENESEX, es su carta de agradecimiento a esta institución. Desde la propia narrativa de blanqueamiento a conveniencia de ciertos aspectos de esa línea histórica que pretende abordar, anula la existencia de libros previos e investigaciones que lo preceden para evitar enumerar conflictos y tensiones que sí han evidenciado otros estudios sobre el tema como los realizados por Víctor Fowler, Jesús J. Barquet, Alberto Abreu, Jesús Jambrina, Francisco Morán, Yoandy Cabrera, Mabel Cuesta, y otros investigadores como José Quiroga, Carlos Espinosa, Rubén Ríos Ávila o Daniel Balderston.

El título se trata de una elección cuidadosa y suspicaz que elimina referentes, se ahorra citar ciertos autores y anécdotas, y así como se extiende en tratar de explicar qué fueron las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, adelantándole al CENESEX la investigación prometida sobre esos campos de trabajo forzado en los que fueron recluidos entre 1965 y 1968 homosexuales, disidentes políticos y religiosos.

Lo esbozado se limita a un mapa que incluye no pocos agujeros negros, a fin de que otras probabilidades de activismos gestados fuera de esa institución sean al menos mencionados en este libro: una visión edulcorada y suavizante que recuerda la del documental En marcha con Mariela Castro, producido por HBO durante el breve idilio entre Cuba y Estados Unidos durante la administración Obama.

No hay aquí mención, digamos, de lo que revelaron los números de la revista Mariel, de la cual fue parte Reinaldo Arenas, o de un libro como Gays under Cuban Revolution, publicado por Young Allen en 1981 y que cuenta con traducción al español de 1984. Asegura no haber encontrado libros sobre las UMAPS, aunque existan varios sobre el tema: desde la novela Un ciervo herido, de Félix Luis Viera o La mueca de la paloma negra, de Jorge Ronet, hasta otros como La UMAP. El gulag castrista, de Enrique Ros (2004), o por supuesto, El cuerpo nunca olvida, de Abel Sierra Madero, el estudio más amplio sobre ese doloroso asunto, aparecido en 2022 por el sello Rialta Ediciones. Del mismo autor, Labiosa cita un artículo, pero no Del otro lado del espejo, ganador del Premio Casa de las Américas en 2006, que cubre zonas de las que asegura tampoco halló referencias.

A partir de ello, Labiosa asegura que su libro «es único, en la medida en que se enfoca únicamente en la comunidad LGBT viviendo en Cuba desde su fundación, durante la Revolución y bajo el liderato de los hermanos Castro». Asegura de inmediato que «muchos (tal vez todos) los libros y proyectos anteriores han tratado la homosexualidad como datos secundarios en entrevistas, o con aquellos que huyeron de Cuba y viven en España o en los Estados Unidos, específicamente en Nueva Jersey o la Florida». Al parecer no se detuvo, en la redacción de este libro que es parte de su investigación académica, en lo que como testimonio directo de su experiencia en la Isla apuntó, por ejemplo, Ernesto Cardenal sobre estos asuntos en las páginas de su muy conocido libro En Cuba, fechado en 1974.

Tal afirmación hubiera sido creíble a mediados o fines de los 80. Ya no. De entonces a acá han aparecido testimonios, libros, artículos y documentales que amplían ese circuito de referencias, que Labiosa desconoce o prefiere eludir. Habla de Fresa y chocolate, y de documentales como Mariposas en el andamio y Gay Cuba, pero ignora otros documentales previos, como No porque lo diga Fidel Castro (1988), el primero acerca de estos asuntos que produjo la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, o En busca de un espacio, estrenado en 1993, o los de Lizette Vila en ese periodo.

El encomiable trabajo de Ramón Silverio en El Mejunje ocupa aquí todo un capítulo, pero más allá de las simpatías de ese gestor cultural y comunitario, otros espacios y creadores también han hecho su obra, contra viento y marea, para incluir esas temáticas y discusiones, no pocas veces enfrentado censura y recelos que culminaron empujándolos al exilio, no simplemente «huyendo» de Cuba.

Labiosa desconoce o prefiere no comprometerse, y «olvida» eventos, exposiciones, proyectos, obras teatrales, la rehabilitación de autores como Lezama o Piñera y Arrufat, poemas, cuentos, antologías ya imprescindibles en este tipo de repaso. Habla de la aparición en Cuba del VIH Sida y de la reclusión a la que fueron sometidos sus primeros pacientes, pero no da referencia acerca de los soldados internacionalistas que trajeron de regreso el virus, historia revelada en obras como el filme El acompañante (Pavel Giroud, 2015) o en libros de Miguel Ángel Fraga.

Labiosa desconoce o prefiere no comprometerse, y «olvida» eventos, exposiciones, proyectos, obras teatrales, la rehabilitación de autores como Lezama o Piñera y Arrufat, poemas, cuentos, antologías ya imprescindibles en este tipo de repaso.

Varias de sus afirmaciones no vienen de pruebas documentales o referencias precisas, acerca de la célebre canción «Siboney», asegura, por ejemplo: «compuesta por Ernesto Lecuona se considera como una de las primeras sobre amor gay», añadiendo que esa fue la «canción principal» de Esther Borja, como si «Damisela encantadora» jamás hubiese existido en el repertorio de dicha cantante, en el que fue su imborrable carta de presentación. Menciona además a Pablo Milanés por su canción «El pecado original», a Amaury Pérez y a Silvio Rodríguez pero no a iconos como Bola de Nieve, Luis Carbonell, Sara González o Teresita Fernández.

Alineado a la narrativa del CENESEX, el libro de Labiosa, participante frecuente en las Jornadas de esa entidad, elude hablar del 11 de mayo de 2019, pero menciona de paso las manifestaciones de julio de 2021: «Curiosamente, miembros de la comunidad LGBT participaron en las protestas contra el gobierno cubano liderado por Miguel Díaz-Canel, en el verano de 2021, donde fueron encarceladas cientos de personas, muchas de las cuales siguen en prisión». Y se apresura en aclarar: «Las manifestaciones, que se llevaron a cabo en Estados Unidos, Europa y Cuba, fueron organizadas y subvencionadas por personas que residen fuera de Cuba. Los participantes ondearon banderas del orgullo LGBT y varios líderes llamaron la atención de noticieros de todo el mundo, pero no representan la totalidad y complejidad del movimiento LGBT en la patria».

Labiosa, a quien conocí en La Habana durante una de esas visitas, trata de simplificar la dimensión de lo ocurrido en 2021 mediante una comparación poco feliz con las protestas y represalias sufridas por quienes salieron a las calles durante los días del Black Lives Matter. El asunto es mucho más complicado y exige ir más allá en su análisis, tal y como dije a quienes intentaron etiquetar a lo sucedido en mayo del 2019 como un «Stonewall a la cubana».

El asunto es mucho más complicado y exige ir más allá en su análisis, tal y como dije a quienes intentaron etiquetar a lo sucedido en mayo del 2019 como un «Stonewall a la cubana».

Haciendo algunos ajustes mínimos, Labiosa apela a la misma narrativa que ante las cámaras de la Mesa Redonda del 13 de mayo de 2019 empleó Mariela Castro, junto a otros representantes del CENESEX para inferiorizar y demeritar a quienes bajaron desde el Parque Central hasta Malecón, movilizados por el simple anhelo de no perder el espacio público, el de la calle, tan simbólico en nuestro país, y que el propio CENESEX había ganado en su salida del clóset.

La intervención de la policía, la violencia de ese momento, la detención de varios activistas a los que ni siquiera se les permitió llegar a ese punto de convocatoria (el mismo en el cual, el 1 de mayo de 1995, marchamos algunos con la Rainbow Flag junto a activistas norteamericanos, para total sorpresa de los dirigentes  que no nos esperaban en tal acto), y la salida posterior del país de algunos a los cuales ese cerco los llevó a esa decisión tan dolorosa, es parte de un momento que no puede invisibilizarse porque sí[9].

A seis años de ese 11 de mayo, sigo sintiendo que algo se quebró ahí que no ha podido resolverse en diálogos posteriores, ni siquiera con la aprobación del matrimonio igualitario en Cuba. Bastó ese momento, frente al malecón, para desencadenar varios síntomas: la comunidad LGBTIQ, tan preterida y silenciada, podía organizarse en una aparición de ese tipo sin la anuencia oficial; el espacio de la calle podía, de pronto, ser un canal de otras demandas y símbolos.

En el libro de Labiosa, que intenta incluso reducir a un diagrama de power point el complejo proceso de lo que han vivido las personas LGBTIQ de Cuba, agradezco la aparición de algunos testimonios, porque insisto en creer que eso es lo que más necesitamos: reconocer las voces de los otros, de las otras personas que han vivido en su biografía estos años de un modo íntimo, con su dosis individual de épica, a despecho de quienes no les consideran parte de un modelo de vida donde la ideología y la moral pretenden limitar los derechos del cuerpo y el deseo.

Ello no aparece en su libro, donde hay testimonios de quienes se reconozcan como parte de ese núcleo de personas, pero no de quienes trabajan y crean fuera de los límites de la institución a la que él halaga sin recatos. Fiel al título de su libro, como si parafraseara al vuelo las célebres Palabras a los intelectuales, este es un repaso en tono generalmente didáctico a la idea de «Dentro de la Revolución LGBT en Cuba todo, fuera de la Revolución LGBT en Cuba, nada». Aunque ya sabemos que la frase literal pronunciada en la Biblioteca Nacional, no es exactamente esa.

En una línea, su autor afirma algo con lo cual, al menos, estoy de acuerdo: «El futuro de la comunidad LGBT en Cuba es incierto». Pero podemos decir eso acerca de muchas otras zonas de la sociedad cubana. Por encima de la disidencia o la normatividad del deseo, la pregunta que Cuba tiene ahora mismo ante sí y toda su sociedad incluye esa incertidumbre. Las loas a la directiva del Cenesex, escritas desde la comodidad del nuevo hotel donde se hospeda el autor, no logran disimular esas tensiones que hoy nos acompañan.

Recordar este día no es insistir en la herida abierta, en el momento incómodo, ni en la maniobra de hacerle el trabajo a ninguno de los extremos aquí enfrentados. La memoria dicta su propia noción de historia y sobrevivencia, y genera su propio activismo de cuerpos y recuerdos. En mi calendario personal, el 11 de mayo contiene numerosos significados y sobre todo, muchos nombres. Los de quienes me han acompañado en el activismo desde que aparecieron mis primeros textos y desde esa comunidad me hicieron sentir menos solo, hasta los de quienes, más allá de acuerdos y disensos, han jugado roles importantes en el rostro múltiple que ahora somos, y que tras ese 2019, el 2021, la pandemia y tantas nociones de la crisis interna y externa, multiplican estos ecos en las Cubas del mundo. En esa incertidumbre, recuerdo y vivo. Esa es la batalla. De la memoria, la del presente. Y la de nuestro futuro.

Norge Espinosa Mendoza es poeta, crítico y dramaturgo. Asesor teatral de la compañía El Público desde hace 20 años. Editor de las memorias del coreógrafo Ramiro Guerra y coautor del volumen dedicado a los Premios Nacionales de Teatro, que aún esperan por papel y tinta para ver la luz.

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