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Informe documenta la situación de defensores LGBTQ en Centroamérica

SOMOS CDC en Honduras lanzó el proyecto con la Fundación Arcus

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Francela Méndez Rodríguez, transgender, gay news, Washington Blade
Francela Méndez Rodríguez, transgender, gay news, Washington Blade
Francela Méndez, una mujer trans que era una activista LGBTQ en El Salvador, fue asesinada el 31 de mayo de 2015. (Foto cortesía de Maybelin Rivas/Colectivo Alejandría)

TEGUCIGALPA, Honduras El Centro para el Desarrollo y la Cooperación LGBTI (SOMOS CDC) en Honduras, en colaboración con la Fundación Arcus, lanzó recientemente el informe sobre la situación de los defensores LGBTQ en Centroamérica.

El informe, “Situación de las y los defensores LGBTI en Centroamérica”, tiene como objetivo fortalecer los mecanismos de monitoreo y observación de los derechos humanos de las y los defensores LGBTQ en la región centroamericana.

“Nosotros como SOMOS CDC, tuvimos la hipótesis que los demás países centroamericanos, compartían nuestra misma realidad con respecto a crímenes de odio contra las personas LGBTI, las tazas de impunidad que existen alrededor de estos crímenes, la corrupción y la falta de mecanismos de protección a las y los defensores LGBTI. Por ello decidimos realizar esta investigación”, expresa al Washington Blade Abner Jiménez, gerente de derechos civiles y políticos de SOMOS CDC.  

De acuerdo a dicho informe, los países de la región central de América aún no cuentan con normativas claras que sirvan como garantías para las personas LGBTQ, si bien en algunos existen ciertos avances, aún se mantienen muchos vacíos que permiten la vulneración de las personas LGBTQ en cada uno de los Estados. 

Entre los resultados de instrumentos jurídicos internacionales suscritos por los Estados centroamericanos, en materia de derechos de las personas LGBTQ, el informe habla de dos resoluciones emitidas por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y aprobadas por la Asamblea General; una en 2011 y otra 2014, esta última se conoce como “Derechos Humanos, Orientación Sexual e Identidad y Expresión de Género”.

Y según información recolectada de Human Rights Watch en el 2014, de los siete países centroamericanos, únicamente aparecen Costa Rica votando a favor, Honduras y Nicaragua se muestran como co-patrocinadores.

“A esta investigación tratamos de darle un aspecto muy amplio, pues hablamos sobre crímenes, violencia, discriminación, estigma y la carencia de legislación en cada uno de los países, que pueda proteger a las personas LGBTI”, comenta al Blade Jiménez. 

Según los datos recabados por SOMOS CDC de la Agencia Presentes, en el año 2019 se registraron 67 crímenes por odio en el Triángulo Norte de Centro América, 34 en Honduras, 24 en Guatemala y nueve en El Salvador; estos casos en su mayoría hombres gays y mujeres trans, aunque también se muestran casos de mujeres lesbianas en Honduras y Guatemala. 

Un dato importante que arroja la investigación de SOMOS CDC es que en Costa Rica, podría existir una invisibilización de los casos de violencia hacia las personas LGBTQ, esto es por la no existencia de normativas específicas que sancionen la discriminación por orientación sexual e identidad de género, de esta manera no se puede tener denuncias registradas al respecto. 

Personas LGBTQ ante coronavirus

Con la crisis vivida por la pandemia del coronavirus, se han producido muchas consecuencias a nivel mundial entre ellas las normas de confinamiento, distanciamiento social y restricción de garantías constitucionales, entre otros; la región central de América no ha sido la excepción, en su mayoría los países centroamericanos han tenido que adaptarse a la pandemia y las diversas situaciones que esta ha provocado. 

Los grupos vulnerables como la población LGBTQ, son los que más se pueden ver afectados y los que menos cuentan con herramientas y posibilidades para enfrentar las crisis. 

Entre las afectaciones documentadas en el informe, se encuentran unas políticas públicas en materia de derechos humanos que incluía a las personas LGBTQ, en Belice y Guatemala, ambas iniciativas se vieron pospuestas debido a la emergencia que se vivió debido a la pandemia. 

La situación económica y laboral que enfrenta la población LGBTQ en este tiempo de pandemia, también se ven reflejadas en la investigación. 

“Ahora durante el COVID, para todo mundo es bien conocido que el tema de trabajo es muy escaso para las poblaciones trans y se ha tomado la opción de trabajar de manera independiente, el COVID ha venido a devastar toda la economía de las personas de la diversidad sexual que trabajan de manera informal”, expresa Castillo de Guatemala, una de las personas LGBTQ entrevistadas en el informe de SOMOS CDC.

“Ahora en tiempos de pandemia la desigualdad se ha amplificado y la población LGTBI se ve afectada su calidad de vida de forma directa, ya que tienen trabajos independientes o pertenecen a trabajo informales”, comparte en el informe Luna de Panamá. 

Defensores y defensoras de la población LGBTQ

Según declaración adjuntas al informe, realizadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en en el año 2015, todas las personas que defienden los derechos humanos se encuentran expuestas a vulneraciones en sus propios derechos y violencia, no obstante, existen ciertos grupos de defensores y defensoras que debido a las causas o personas que defienden, encuentran mayores obstáculos para el ejercicio de su labor, entre ellos, las personas defensoras de los derechos humanos de las personas LGBTQ.

Entre los casos expuestos en el informe, está el de Erika Castellano, una mujer trans, abogada y defensora de los derechos de las personas LGBTQ en Belice quien se vio obligada a migrar a Holanda debido a las amenazas recibidas. 

El informe muestra diversos casos de la vulneración a defensores y defensoras de derechos humanos de las personas LGBTQ en la región, entre ellos tambien los crímenes por odio en El Salvador de Tania Vásquez de COMCAVIS TRANS en 2017 y Francela Méndez de Colectivo Alejandría en 2015.

Ambas mujeres trans salvadoreñas defensoras fueron asesinadas con lujo de barbarie según la información compartida por Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho en El Salvador.

“Trabajar en la defensa de derechos humanos, es una labor muy ardua, pues es lenta, progresiva, que tarda años para ver un resultado, es el mismo contexto en todos los países”, menciona al Blade Jiménez de SOMOS CDC.

Además, el informe menciona que desde las y los defensores no se identifican mecanismos de protección estructurados o establecidos en la región Centroamérica, dirigidos a personas defensoras de derechos humanos de cada uno de los países, a lo único que se hace mención, es a fondos para seguridad y medidas de protección aisladas de parte de organizaciones y organismos de carácter internacional como JASS, ACNUR, Amnistía Internacional y Frontline Defenders.

“Como defensores y defensoras en Centroamérica, debemos seguir en la lucha para lograr nuestros objetivos que son a largo plazo”, agrega Jiménez, quien además comenta sobre un proyecto a nivel regional. 

Dicho proyecto tiene como objetivo intercambiar experiencias del contexto propio de cada país, contado desde referentes de defensores y defensoras en cada uno de los países centroamericanos, para el cual se han sumado organizaciones como el Instituto Sobre Refugio LGBTIQ para Centroamérica (IRCA CASAMIERTA) de Costa Rica, Asociación Nicaragüense de Transgéneras (ANIT) de Nicaragua, Asociación LAMBDA de Guatemala y COMCAVIS TRANS de El Salvador. 

De esta manera SOMOS CDC, espera comenzar un trabajo regional que ayude en un futuro a la creación de mecanismo de protección para personas defensoras de derechos humanos a nivel centroamericano.

El Centro para el Desarrollo y la Cooperación LGBTI (SOMOS CDC) es una organización LGBTQ en Tegucigalpa, Honduras. (Foto de Michael K. Lavers por el Washington Blade)


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Colombia

Colombia anunció la inclusión de las categorías ‘trans’ y ‘no binario’ en los documentos de identidad

Registraduría Nacional anunció el cambio el 28 de noviembre

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(Foto via Bigstock)

OrgulloLGBT.co es el socio mediático del Washington Blade en Colombia. Esta nota salió en su sitio web.

Ahora los ciudadanos colombianos podrán seleccionar las categorías ‘trans’ y ‘no binario’ en los documentos de identidad del país.

Este viernes la Registraduría Nacional del Estado Civil anunció que añadió las categorías ‘no binario’ y ‘trans’ en los distintos documentos de identidad con el fin de garantizar los derechos de las personas con identidad diversa.

El registrador nacional, Hernán Penagos, informó que hizo la inclusión de estas dos categorías en los documentos de: registro civil, tarjeta de identidad y cédula de ciudadanía.

Según la registraduría: “La inclusión de estas categorías representa un importante avance en materia de garantía de derechos de las personas con identidad de género diversa”.

Estas categorías estarán en el campo de ‘sexo’ en el que están normalmente las clasificaciones de ‘femenino’ y ‘masculino’ en los documentos de identidad.

En 2024 se inició la ejecución de diferentes acciones orientadas implementar componentes “‘NB’ y ‘T’ en el campo ‘sexo’ de los registros civiles y los documentos de identidad”.

Las personas trans existen y su identidad de género es un aspecto fundamental de su humanidad, reconocido por la Corte Constitucional de Colombia en sentencias como T-236/2023 y T-188/2024, que protegen sus derechos a la identidad y no discriminación. La actualización de la Registraduría implementa estos fallos que ya habían ordenado esos cambios en documentos de identidad.

Por su parte, el registrador nacional, Penagos, comentó que: “se trata del cumplimiento de unas órdenes por parte de la Corte Constitucional y, en segundo lugar, de una iniciativa en la que la Registraduría ha estado absolutamente comprometida”. Y explicó que en cada “una de las estaciones integradas de servicio de las más de 1.200 oficinas que tiene la Registraduría Nacional se va a incluir todo este proceso”.

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El Salvador

El Salvador: el costo del silencio oficial ante la violencia contra la comunidad LGBTQ

Entidades estatales son los agresores principales

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(Foto de Ernesto Valle por el Washington Blade)

En El Salvador, la violencia contra la población LGBTQ no ha disminuido: ha mutado. Lo que antes se expresaba en crímenes de odio, hoy se manifiesta en discriminación institucional, abandono y silencio estatal. Mientras el discurso oficial evita cualquier referencia a inclusión o diversidad, las cifras muestran un panorama alarmante.

Según el Informe 2025 sobre las vulneraciones de los derechos humanos de las personas LGBTQ en El Salvador, elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos LGBTIQ+ de ASPIDH, con el apoyo de Hivos y Arcus Foundation, desde el 1 de enero al 22 de septiembre de 2025 se registraron 301 denuncias de vulneraciones de derechos.

El departamento de San Salvador concentra 155 de esas denuncias, reflejando la magnitud del problema en la capital.

Violencia institucionalizada: el Estado como principal agresor

El informe revela que las formas más recurrentes de violencia son la discriminación (57 por ciento), seguida de intimidaciones y amenazas (13 por ciento), y agresiones físicas (10 por ciento). Pero el dato más inquietante está en quiénes ejercen esa violencia.

Los cuerpos uniformados, encargados de proteger a la población, son los principales perpetradores:

  • 31.1 por ciento corresponde a la Policía Nacional Civil (PNC),
  • 26.67 por ciento al Cuerpo de Agentes Municipales (CAM),
  • 12.22 por ciento a militares desplegados en las calles bajo el régimen de excepción.

A ello se suma un 21.11 por ciento de agresiones cometidas por personal de salud pública, especialmente por enfermeras, lo que demuestra que la discriminación alcanza incluso los espacios que deberían garantizar la vida y la dignidad.

Loidi Guardado, representante de ASPIDH, comparte con Washington Blade un caso que retrata la cotidianidad de estas violencias:

“Una enfermera en la clínica VICITS de San Miguel, en la primera visita me reconoció que la persona era hijo de un promotor de salud y fue amable. Pero luego de realizarle un hisopado cambió su actitud a algo despectiva y discriminativa. Esto le sucedió a un hombre gay.”

Este tipo de episodios reflejan un deterioro en la atención pública, impulsado por una postura gubernamental que rechaza abiertamente cualquier enfoque de inclusión, y tacha la educación de género como una “ideología” a combatir.

El discurso del Ejecutivo, que se opone a toda iniciativa con perspectiva de diversidad, ha tenido consecuencias directas: el retroceso en derechos humanos, el cierre de espacios de denuncia, y una mayor vulnerabilidad para quienes pertenecen a comunidades diversas.

El miedo, la desconfianza y el exilio silencioso

El estudio también señala que el 53.49 por ciento de las víctimas son mujeres trans, seguidas por hombres gays (26.58 por ciento). Sin embargo, la mayoría de las agresiones no llega a conocimiento de las autoridades.

“En todos los ámbitos de la vida —salud, trabajo, esparcimiento— las personas LGBT nos vemos intimidadas, violentadas por parte de muchas personas. Sin embargo, las amenazas y el miedo a la revictimización nos lleva a que no denunciemos. De los casos registrados en el observatorio, el 95.35 por ciento no denunció ante las autoridades competentes”, explica Guardado.

La organización ASPIDH atribuye esta falta de denuncia a varios factores: miedo a represalias, desconfianza en las autoridades, falta de sensibilidad institucional, barreras económicas y sociales, estigma y discriminación.

Además, la ausencia de acompañamiento agrava la situación, producto del cierre de numerosas organizaciones defensoras por falta de fondos y por las nuevas normativas que las obligan a registrarse como “agentes extranjeros”.

Varias de estas organizaciones —antes vitales para el acompañamiento psicológico, legal y educativo— han migrado hacia Guatemala y Costa Rica ante la imposibilidad de operar en territorio salvadoreño.

Educación negada, derechos anulados

Mónica Linares, directora ejecutiva de ASPIDH, lamenta el deterioro de los programas educativos que antes ofrecían una oportunidad de superación para las personas trans:

“Hubo un programa del ACNUR que lamentablemente, con todo el cierre de fondos que hubo a partir de las declaraciones del presidente Trump y del presidente Bukele, pues muchas de estas instancias cerraron por el retiro de fondos del USAID.”

Ese programa —añade— beneficiaba a personas LGBTQ desde la educación primaria hasta el nivel universitario, abriendo puertas que hoy permanecen cerradas.

Actualmente, muchas personas trans apenas logran completar la primaria o el bachillerato, en un sistema educativo donde la discriminación y el acoso escolar siguen siendo frecuentes.

Organizaciones en resistencia

Las pocas organizaciones que aún operan en el país han optado por trabajar en silencio, procurando no llamar la atención del gobierno. “Buscan pasar desapercibidas”, señala Linares, “para evitar conflictos con autoridades que las ven como si no fueran sujetas de derechos”.

Desde el Centro de Intercambio y Solidaridad (CIS), su cofundadora Leslie Schuld coincide. “Hay muchas organizaciones de derechos humanos y periodistas que están en el exilio. Felicito a las organizaciones que mantienen la lucha, la concientización. Porque hay que ver estrategias, porque se está siendo silenciado, nadie puede hablar; hay capturas injustas, no hay derechos.”

Schuld agrega que el CIS continuará apoyando con un programa de becas para personas trans, con el fin de fomentar su educación y autonomía económica. Sin embargo, admite que las oportunidades laborales en el país son escasas, y la exclusión estructural continúa.

Matar sin balas: la anulación de la existencia

“En efecto, no hay datos registrados de asesinatos a mujeres trans o personas LGBTIQ+ en general, pero ahora, con la vulneración de derechos que existe en El Salvador, se está matando a esta población con la anulación de esta.”, reflexiona Linares.

Esa “anulación” a la que se refiere Linares resume el panorama actual: una violencia que no siempre deja cuerpos, pero sí vacíos. La negación institucional, la falta de políticas públicas, y la exclusión social convierten la vida cotidiana en un acto de resistencia para miles de salvadoreños LGBTQ.

En un país donde el Ejecutivo ha transformado la narrativa de derechos en una supuesta “ideología”, la diversidad se ha convertido en una amenaza política, y los cuerpos diversos, en un campo de batalla. Mientras el gobierno exalta la “seguridad” como su mayor logro, la población LGBTQ vive una inseguridad constante, no solo física, sino también emocional y social.

El Salvador, dicen los activistas, no necesita más silencio. Necesita reconocer que la verdadera paz no se impone con fuerza de uniformados, sino con justicia, respeto y dignidad.

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Noticias en Español

Un país que vota desde el miedo y la esperanza

Candidatos pro-LGBTQ ganaron en todo el país

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La ciudad de Miami en 2020. Los resultados de las elecciones del 4 dfueron una llamada de atención para los candidatos anti-LGBTQ y antiinmigrantes.(Foto de by Yariel Valdés González por el Washington Blade)

Estados Unidos volvió a las urnas el 4 de noviembre de 2025, y el resultado fue mucho más que una contienda electoral. Lo que se vivió en Virginia, Nueva Jersey, Nueva York, Miami y California fue una radiografía moral y política de una nación que vota entre el miedo y la esperanza. Los votantes hablaron desde la incertidumbre, pero también desde la convicción de que el país todavía puede ser un espacio de justicia, inclusión y respeto.

Las victorias de Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey, junto al ascenso del progresista Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, el avance demócrata en Miami y la aprobación de la Proposición 50 en California, marcaron el ritmo de una elección que dejó un mensaje claro para la administración Trump: el miedo puede movilizar, pero no logra sostener el poder. La ciudadanía eligió con el corazón, cansada de los discursos de odio y del espectáculo político, y con la esperanza de reencontrarse con una política que mire hacia la gente, no hacia el poder.

El caso de Nueva York sintetiza ese cambio de rumbo. Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes, musulmán y abiertamente progresista, centró su discurso de victoria en la defensa de la dignidad humana y la solidaridad.

“Esta noche hicimos historia”, dijo ante una multitud diversa que lo vitoreaba. “Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”.

 Pero su mensaje más poderoso fue el que dedicó a las comunidades más vulnerables: Aquí creemos en defender a quienes amamos, ya seas inmigrante, miembro de la comunidad trans, una de las muchas mujeres negras que Donald Trump despidió de un trabajo federal, una madre soltera que aún espera que bajen los precios de los alimentos o cualquier otra persona que se encuentre contra la pared”.

Esas palabras resonaron como una respuesta a los años de retrocesos y ataques legislativos contra las personas LGBTQ y, en especial, contra la comunidad trans. Mamdani prometió ampliar y proteger el acceso a la atención médica afirmativa de género, destinando fondos públicos para garantizar que “todos los neoyorquinos tienen acceso al tratamiento médico que necesitan”. Su compromiso coloca a Nueva York como un faro de resistencia frente a la ola de políticas restrictivas que han surgido en varios estados del país.

Lo ocurrido en noviembre tiene, además, un profundo significado para quienes viven en los márgenes del poder. Para la comunidad trans, estos resultados representan algo más que un respiro político: son una afirmación de existencia. En tiempos donde el discurso oficial ha buscado borrar identidades, negar tratamientos y criminalizar cuerpos, la victoria de líderes que defienden la inclusión devuelve la esperanza de vivir sin miedo. El voto trans, y el voto LGBTQ en general, fue más que un gesto cívico: fue un acto de supervivencia y de resistencia.

La elección también habló al corazón de las comunidades inmigrantes, de las personas que viven con VIH o enfermedades crónicas, de las minorías raciales y de quienes luchan por un salario justo. En un país donde tantos sienten que la política los ha olvidado, estas victorias locales devuelven la posibilidad de creer en la democracia como herramienta de transformación. Son un recordatorio de que la esperanza no es ingenuidad, sino el acto más valiente de quienes deciden seguir de pie.

Miami, por su parte, envió una señal inesperada. En un bastión republicano históricamente alineado con la administración Trump, la candidata demócrata tomó la delantera y forzó una segunda vuelta. En una ciudad diversa, con fuerte presencia latina, afrodescendiente e LGBTQ, el avance progresista fue un mensaje de ruptura con el voto automático y con la política del miedo. Las urnas del sur de la Florida demostraron que los cambios comienzan en los lugares menos previsibles.

Para la administración Trump, la lectura es clara. El país está enviando una advertencia: los derechos humanos no se negocian. La economía importa, pero también importa la dignidad. Los votantes quieren soluciones reales, no eslóganes; respeto, no manipulación; empatía, no imposición.

Las comunidades LGBTQ y trans han sido el rostro visible de una resistencia que no se rinde. Cada voto emitido fue un acto de esperanza frente al miedo; cada victoria, una respuesta a la violencia simbólica e institucional. Las palabras del nuevo alcalde de Nueva York se convirtieron en símbolo nacional porque trascendieron la política partidista: recordaron que en medio de la oscuridad, la humanidad todavía puede ser una política pública.

Las urnas de noviembre hablaron con la voz de quienes han sido marginados, atacados o invisibilizados. Hablan las personas trans que exigen respeto, las parejas que defienden su amor, los jóvenes que no aceptan ser silenciados, los creyentes que apuestan por una fe inclusiva y las familias que siguen creyendo en un país posible. En medio del miedo, el país eligió esperanza. Y esa esperanza —imperfecta, frágil, pero viva— puede ser el principio de una nueva historia: una en la que la igualdad no sea un sueño, sino una promesa cumplida.

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