Noticias en Español
13 mujeres lesbianas que están cambiando la historia de Honduras
El 26 de abril es el Día de la Visibilidad Lésbica
Ellas son la nueva generación de menores de 40 años en el país centroamericano, donde en los últimos 11 años han matado a 43 mujeres lesbianas.
En el Día de la Visibilidad Lésbica reconocemos su trabajo contra la violencia, en especial la violencia contra las personas LGBTIQ+. Son mujeres cisgénero que se enfrentan al sistema todos los días y luchan sin temor contra el odio y la lesbofobia
Atrevidas, valientes y sin duda transgresoras de la heteronormalidad, estas trece mujeres lesbianas trabajan, viven y luchan por hacer oír sus voces en Honduras, donde imperan la discriminación y el odio.
Son jóvenes. Sus edades van de los 22 a los 37 años. La mayoría de ellas trabajan en las artes o en organizaciones de defensa de los derechos humanos. Todas son mujeres que han luchado y siguen luchando por formarse y adquirir herramientas para enfrentarse al patriarcado.
Poco a poco, estas trece mujeres lesbianas hondureñas se han convertido en líderes. Encabezan desde diferentes plataformas una revolución que busca hacer historia en Honduras. Su trabajo sirve para dar más visibilidad a la población LGBTIQ+.
También se esfuerzan día a día por reducir la violencia que en Honduras, en los últimos 11 años, ya ha dejado 374 asesinatos de personas de la diversidad sexual, de las que 43 eran lesbianas, según el observatorio de muertes violentas de la Red Lésbica Cattrachas.
Hoy queremos hablarte de estas trece mujeres. Que conozcas mejor a algunas o te reencuentres con los nombres de otras. Esta es nuestra manera de celebrar hoy el Día de la Visibilidad Lésbica, un día para visibilizar, reivindicar y exigir derechos, mostrando las luchas y logros de esta nueva generación de mujeres decididas, fuertes y valientes.
KATE ORELLANA
Estudiante de Psicología y comunicadora social
Edad: 23 años Instagram: @kateo_06
Organización: Red Lésbica Cattrachas
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Es un reto. Si estás en el clóset, te llenas de emociones negativas al no poder mostrarte tal cual eres y tener que fingir ser aquello que la sociedad acepte. Pero si sales del clóset, te enfrentas a un mundo lleno de discriminación y odio, donde la mayoría de las opiniones y acciones del resto hacia ti las encamina el prejuicio de la sociedad. Ser una mujer en Honduras es difícil, ser una mujer lesbiana es un riesgo.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Al mostrar la realidad a la que estamos expuestas y enseñar que elevando la voz se logran grandes cosas. Es normal tener miedo de ser juzgada y señalada por no cumplir con la heteronorma, pero es gratificante que, a pesar de tanto odio y violencia, haya personas que se unan a mostrarse como son. Es enseñar, que aunque sea difícil, está bien ser quien eres y que luchar por tus derechos no es en vano porque, aunque el proceso sea largo, cada día avanzamos en el reconocimiento de nuestros derechos.
¿Qué nos quieres contar sobre ti para que nuestra audiencia te conozca?
Hacía videos sobre derechos LGBTI desde hace años. Debido a eso y a mi orientación sexual, me insultaron y amenazaron, entre muchas cosas más, pero no les di el gusto de detenerme. Y gracias a eso hoy trabajo en derechos humanos. También amo escribir novelas de ciencia ficción y cuentos cortos, entre otros. Y soy fiel creyente de que no importa si tienes diferentes ideales a los míos, mientras no me faltes el respeto, o a alguien más, está bien. No tenemos que ser iguales, lo que tenemos que hacer es abrazar la belleza que existe en la diversidad.
LAURA YANES
Teatrista y escritora
Edad: 24 años Instagram: @kateo_06
Organización: Teatro de las Tr3s
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Una constante revolución y cuestionamiento de todo lo que me fue inculcado, partiendo de algo tan personal como adónde dirigir el deseo.
¿Cómo afrontar el diario vivir siendo tú misma?
Entiendo mi vida como un constante movimiento y desde ahí me veo repensándome y desaprendiendo muchas practicas que me enseñaron una forma cerrada y estática de vincularme sexo-afectivamente, creo que asumirme lesbiana me da fuerza para leerme a contracorriente construyendo junto a otres que también quieren repensarse.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Creo que estoy parada sobre el esfuerzo de muchas otras, que yo pueda nombrarme abiertamente lesbiana es el resultado de una lucha histórica y eso lo agradezco profundamente. Por tanto, no sé cómo responder esta pregunta, mas que decir que contribuyo a esa lucha que han hecho las hermosas mujeres que estuvieron y están antes de mí.
GÉNESIS GONZALES
Artista
Edad: 22 años Instagram: @gfag22
Organización: Honduras Diversa
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Es un constante miedo a ser violentada por mi orientación sexual.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Pues mi ciberactivismo se ha hecho conocido alrededor de Honduras, al punto de que he dado talleres sobre diversidad sexual en universidades y colegios donde personas de generaciones más jóvenes que yo se me acercan por más información y querer educarse.
¿Qué nos quieres contar sobre ti para que nuestra audiencia te conozca?
Soy una persona que se relaciona demasiado con el arte. Desde muy pequeña me involucré en muchas cosas con respecto al arte, en teatro, baile, pintura y fotografía. Espero algún día poder dedicarme al dibujo y la fotografía para sacar más proyectos adelante. Estoy sacando una carrera en Google. Sé varios idiomas como inglés, japonés y coreano. Me gusta leer bastante. No tengo un género específico. Es bien variado. Me considero una persona extrovertida y con muchas ganas de aprender cada día sobre nuevas cosas.
NICOLE CERRATO
Especialista en monitoreo de medios
Edad: 28 años Instagram: @nicole_cerrato_
Organización: Red Lésbica Cattrachas
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Para mí ser lesbiana es demostrarle al resto de las personas que no debe existir limitación alguna solo por ser quien sos.
¿Cómo afrontar el diario vivir siendo tú misma?
Enfocarme en alcanzar lo que me propongo sin pensar en el qué dirán. Nunca limitarme porque pienso que los límites sólo existen en nuestra mente.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Porque vivo sin miedo. A pesar de la discriminación en este país, soy feliz siendo quien soy y me reto a mí misma cuando el resto dice que no puedo.
GABRIELA BLEN
Activista social y defensora de derechos humanos
Edad: 33 años Facebook y Twitter: @GabrielaBlen
Organización: Ayudamos Honduras
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Es un reto en el contexto de fanatismo, violencia e ignorancia en Honduras. Al mismo tiempo es una oportunidad de que la sociedad entienda que somos personas productivas, que luchamos por el bienestar de las mayorías y por el desarrollo del país.
¿Cómo afrontar el diario vivir siendo tú misma?
La paciencia, la tolerancia por las opiniones diferentes, incluso si están basadas en la ignorancia y el desconocimiento, son fundamentales. Comprendiendo los factores históricos que han sumido a nuestro país en la miseria y lo amarran al atraso educativo, constituye un reto y una inspiración, es parte del combustible que me mueve a seguir luchando por una Honduras mejor.
Y no podemos dejar de lado el amor. Si estamos rodeadas de amor, la carga es más ligera.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Mi trabajo es precisamente educar a las nuevas generaciones. Creo que un verdadero cambio sólo vendrá desde la educación, invertir nuestros esfuerzos en despertar la conciencia de las y los más jóvenes. Mi activismo anticorrupción y mi lucha por justicia, aún con todas las consecuencias que conlleva en un país secuestrado por el crimen organizado, podría motivar a otras personas, a otras mujeres jóvenes que piensan que su orientación sexual, sus orígenes humildes o su nivel educativo son obstáculos para lograr sus sueños.
GABRIELA FLORES
Máster en Demografía y Desarrollo
Edad: 37 años Instagram: @gabrielafloreshn
Organización: Trocaire y GOJoven Honduras
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Significa despertar cada día sintiéndome orgullosa de ser quien soy. Saber que amar es un derecho y que tengo la oportunidad de estar al lado de la persona que amo. También es una reivindicación política, ya que damos voz a nuestras historias y sentimientos cada día.
¿Cómo afrontar el diario vivir siendo tú misma?
Por una parte se vive como cualquier otra persona entre el trabajo, estudios, cuidado de la salud en tiempos de COVID-19. Pero es un reto, ya que socialmente aún existen muchos prejuicios y discriminación contra la comunidad LGTBIQ+. Por ejemplo, las muestras de afecto en espacios públicos aún siguen siendo mal vistas y conozco de otras chicas para las que “salir del clóset” con la familia aún es complicado por miedo al rechazo. Lo importante para mí ha sido fortalecer la confianza en mí misma y gracias a mi pareja (o mis ex) aprender cada día a amar en libertad y de la forma que me haga más feliz.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Considero que la lucha que hace cada generación es válida. En particular, ir visibilizándonos más en nuestras familias, trabajos o centros de estudio. Esto permite que, en la adolescencia o juventud, la búsqueda de su identidad u orientación sea más adecuada y saludable, a pesar de la falta de educación sexual integral en el país.
¿Qué nos quieres contar sobre ti para que nuestra audiencia te conozca?
Soy una persona tranquila. Me gusta leer, escuchar música, ver películas románticas, de acción o terror. Me apasiona mi trabajo en derechos humanos de las mujeres y la prevención de la violencia basada en género. Tengo una hermosa familia de abuela, mamá, hermanas/os y sobrinos/as de todas las edades. Los peques de la familia son dos sobrinos inquietos y una hermosa sobrina de un año. Tengo una perrita, Luna, que es muy apegada a mí. Me encanta viajar a pueblitos, la playa, montañas o la ciudad.
Actualmente tengo una pareja maravillosa que me acompaña cada día con su cariño y fuerza.
ITALIA PINTO
Ingeniera en Sistemas
Edad: 25 años Instagram: @Italiapn_17
Organización: Red Lésbica Cattrachas
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
En primer lugar, ser mujer en Honduras resulta ser algo complicado porque hay controversia sobre cómo tiene que ser una mujer según la sociedad y mi elección o pensamiento respecto a ello. Ya ser una mujer lesbiana es sumarle una discriminación más por mi orientación sexual.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Más que inspirar pienso que, es más demostrar, que no porque exista ya una línea trazada por la sociedad y hasta de nuestra misma familia debemos seguirla, depende de cada uno y que lo que verdaderamente importa es sentirse plena con cada decisión que se tome.
¿Qué nos quieres contar sobre ti para que nuestra audiencia te conozca?
Soy una persona sumamente alegre. Me encanta el fútbol, pasar tiempo con mi familia y amigos y disfrutar de cada día que Dios me regale.
GABRIELA VILLELA
Comediante y diseñadora gráfica
Edad: 30 años Instagram: @saokopapisaoko
Organización: Honduras Diversa
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Ser lesbiana en Honduras para mí es revolución. Sencillamente, vivir como una persona disidente dentro de este país es un acto de rebeldía.
¿Cómo afrontar el diario vivir siendo tú misma?
Me reafirma tener gente que me quiere y respeta, que me apoyan dentro de todo este viaje. Siempre hay miedo, pero al final es importante rodearse de gente que tenga las ganas de comprender. También a través de la comedia logro mucha catarsis de mis emociones.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Con el sencillo hecho de ser visible de estos temas de diversidad sexual, enseñándoles que las lesbianas pueden vivir buenas vidas llenas de amigos que las quieren, teniendo un trabajo y independizándose.
SINDY FUNES
Fotógrafa
Edad: 28 años
Organización: independiente
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Es una situación un poco difícil por el simple hecho de que no podemos demostrar quiénes somos tan fácilmente. No en todos los casos, pero suele pasar en el proceso a salir del “clóset”. Por eso digo que es importante trabajarlo desde una edad temprana. La mente es poderosa. Por lo mismo hay que cuidarla y hacer lo posible para que nada de lo que diga esta sociedad te afecte en lo absoluto.
¿Cómo afrontar el diario vivir siendo tú misma?
Realmente yo no siento tener ningún problema. Soy muy libre, me acepto tal cual soy y estoy orgullosa de en qué me he convertido como persona. No ha sido fácil, pero se trata de entrenar tu mente para ello.
¿Cómo crees que estás inspirando a las nuevas generaciones?
Trato de inspirar a los demás con mi historia por la valentía que se debe tener, pues no es fácil sea como sea. De igual manera trato de aconsejar lo mejor posible a los que pasan por momentos difíciles por el simple hecho de ser lesbianas en un entorno donde te discriminan sin piedad, en el cual solo se encargan de destruir tu autoestima, ya sea tu propia familia o amistades. Invito a todos a reforzar su mente por el bien de uno mismo. Tanto como para que no te afecten los comentarios de los demás y aprender a aceptarte como lo que eres desde una edad temprana. Aparte, quiérase o no, está bien educar a los demás que no son de la comunidad a pensar un poco diferente. Los tiempos van cambiando y nuestras mentes evolucionan. Solo es de adaptarse. O sea EDUCARSE.
LAURA BERMÚDEZ
Cineasta
Edad: 33 años Instagram: @laurabermudezm/
Organización: Tercer Cine
¿Qué significa para ti ser una mujer lesbiana en Honduras?
Lo más difícil fue cruzar el umbral del miedo interno. En ese mismo lugar encontré la libertad.
¿Cómo afrontar el diario vivir siendo tú misma?
Cuando acepté mi orientación sexual, ya no hay ninguna diferencia. El camino es más liviano y como a todos toca resolver los desafíos que constantemente se nos presentan en la vida.
¿Qué nos quieres contar sobre ti para que nuestra audiencia te conozca?
Todo cine que yo haga será diverso y decolonial. Serán historias y nuevas narrativas que contribuyan a despertar conciencias y avanzar en el camino de la transformación hacia una sociedad más igualitaria.
SEIDY IRÍAS
Defensora de derechos humanos y feminista
Edad: 35 años Instagram: @seydiirias
Organización: Red Lésbica Cattrachas
Realiza estudios de Ingeniería Informática, pero su fuerza, valentía y espíritu de superación la catapultan como una de las mujeres lesbianas más fuertes del país en la lucha contra las violencias y los prejuicios hacia las personas LGBTI. Ella es una de las líderes del Observatorio de Muertes Violentas de Cattrachas. En su tiempo libre, Seidy colecciona postales históricas y carritos de colección. Tiene dos gatas, Iris y Kira.
Su hermana Diana la define como una una persona muy respetuosa y amable, muy crítica con respecto a la situación de las personas LGBTI en Honduras. Su familia está orgullosa de su labor. “A ella le ha costado mucho, pero es mi ejemplo”, nos dice. Seidy ha enseñado a su familia, a sus hermanas a cultivar su mirada y no dejarse llevar por las primeras impresiones. También es una constante lectora y disfruta de la poesía. Dos de sus escritoras favoritas son la hondureña Blanca Guifarro y la colombiana Brigitte Baptiste.
Muy pronto, Seidy terminará sus estudios y continuará estudiando una maestría. Siempre sueña con sacar adelante a su familia. También es una apasionada de la astronomía.
CHARLOTTE MURRAY
Artista y cineasta
Edad: 27 años Instagram: @heycharlie_/
Artista gráfica, cineasta, activista lésbica feminista y afrodescendiente. Ha formado parte del diseño de diferentes campañas y colaboradora en diversos proyectos. Original, responsable, directa y empoderada, Murray es orgullosamente una de las catrachas que más resaltan en las artes visuales. Para ella, la palabra lésbica significa “resistencia”. Ella está totalmente fuera del clóset, pero en un país como Honduras, las personas LGBTIQ+ viven con miedo.
ANDREA FONSECA
Artista gráfica
Edad: 31 Instagram: @thevikingfly
Organización: independiente
Andrea Fonseca dibuja desde que tiene uso de razón. No deja de explorar cada día las artes gráficas desde un enfoque de género. Con sus obras aspira a romper con la heteronormalidad y colocarse como una persona disidente.
Comenzó estudiando Medicina, pero en 2009 se convirtió en diseñadora gráfica y cinco años después la invitaron al proyecto “Las paredes hablan”, donde comenzó a concienciarse y formarse en los temas relacionados con violencia de género.
Desde ese momento, Andrea se embarcó en un variedad de proyectos gráficos ambiciosos en publicaciones donde ha mostrado su talento como diseñadora y artista gráfica, con una conciencia clara sobre la defensa de los derechos de la población LGBTIQ+.
En sus trabajos, Andrea ha tocado temas delicados, como el uso de la pastilla anticonceptiva de emergencia, la censura y la invisibilización de las mujeres lesbianas en la sociedad hondureña. En su trayecto profesional ha laborado para Derechos Aquí y Ahora, Transparency, Centro de Estudios de la Mujer y Centro de Derechos de la Mujer.
El Salvador
El Salvador: el costo del silencio oficial ante la violencia contra la comunidad LGBTQ
Entidades estatales son los agresores principales
En El Salvador, la violencia contra la población LGBTQ no ha disminuido: ha mutado. Lo que antes se expresaba en crímenes de odio, hoy se manifiesta en discriminación institucional, abandono y silencio estatal. Mientras el discurso oficial evita cualquier referencia a inclusión o diversidad, las cifras muestran un panorama alarmante.
Según el Informe 2025 sobre las vulneraciones de los derechos humanos de las personas LGBTQ en El Salvador, elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos LGBTIQ+ de ASPIDH, con el apoyo de Hivos y Arcus Foundation, desde el 1 de enero al 22 de septiembre de 2025 se registraron 301 denuncias de vulneraciones de derechos.
El departamento de San Salvador concentra 155 de esas denuncias, reflejando la magnitud del problema en la capital.
Violencia institucionalizada: el Estado como principal agresor
El informe revela que las formas más recurrentes de violencia son la discriminación (57 por ciento), seguida de intimidaciones y amenazas (13 por ciento), y agresiones físicas (10 por ciento). Pero el dato más inquietante está en quiénes ejercen esa violencia.
Los cuerpos uniformados, encargados de proteger a la población, son los principales perpetradores:
- 31.1 por ciento corresponde a la Policía Nacional Civil (PNC),
- 26.67 por ciento al Cuerpo de Agentes Municipales (CAM),
- 12.22 por ciento a militares desplegados en las calles bajo el régimen de excepción.
A ello se suma un 21.11 por ciento de agresiones cometidas por personal de salud pública, especialmente por enfermeras, lo que demuestra que la discriminación alcanza incluso los espacios que deberían garantizar la vida y la dignidad.
Loidi Guardado, representante de ASPIDH, comparte con Washington Blade un caso que retrata la cotidianidad de estas violencias:
“Una enfermera en la clínica VICITS de San Miguel, en la primera visita me reconoció que la persona era hijo de un promotor de salud y fue amable. Pero luego de realizarle un hisopado cambió su actitud a algo despectiva y discriminativa. Esto le sucedió a un hombre gay.”
Este tipo de episodios reflejan un deterioro en la atención pública, impulsado por una postura gubernamental que rechaza abiertamente cualquier enfoque de inclusión, y tacha la educación de género como una “ideología” a combatir.
El discurso del Ejecutivo, que se opone a toda iniciativa con perspectiva de diversidad, ha tenido consecuencias directas: el retroceso en derechos humanos, el cierre de espacios de denuncia, y una mayor vulnerabilidad para quienes pertenecen a comunidades diversas.
El miedo, la desconfianza y el exilio silencioso
El estudio también señala que el 53.49 por ciento de las víctimas son mujeres trans, seguidas por hombres gays (26.58 por ciento). Sin embargo, la mayoría de las agresiones no llega a conocimiento de las autoridades.
“En todos los ámbitos de la vida —salud, trabajo, esparcimiento— las personas LGBT nos vemos intimidadas, violentadas por parte de muchas personas. Sin embargo, las amenazas y el miedo a la revictimización nos lleva a que no denunciemos. De los casos registrados en el observatorio, el 95.35 por ciento no denunció ante las autoridades competentes”, explica Guardado.
La organización ASPIDH atribuye esta falta de denuncia a varios factores: miedo a represalias, desconfianza en las autoridades, falta de sensibilidad institucional, barreras económicas y sociales, estigma y discriminación.
Además, la ausencia de acompañamiento agrava la situación, producto del cierre de numerosas organizaciones defensoras por falta de fondos y por las nuevas normativas que las obligan a registrarse como “agentes extranjeros”.
Varias de estas organizaciones —antes vitales para el acompañamiento psicológico, legal y educativo— han migrado hacia Guatemala y Costa Rica ante la imposibilidad de operar en territorio salvadoreño.
Educación negada, derechos anulados
Mónica Linares, directora ejecutiva de ASPIDH, lamenta el deterioro de los programas educativos que antes ofrecían una oportunidad de superación para las personas trans:
“Hubo un programa del ACNUR que lamentablemente, con todo el cierre de fondos que hubo a partir de las declaraciones del presidente Trump y del presidente Bukele, pues muchas de estas instancias cerraron por el retiro de fondos del USAID.”
Ese programa —añade— beneficiaba a personas LGBTQ desde la educación primaria hasta el nivel universitario, abriendo puertas que hoy permanecen cerradas.
Actualmente, muchas personas trans apenas logran completar la primaria o el bachillerato, en un sistema educativo donde la discriminación y el acoso escolar siguen siendo frecuentes.
Organizaciones en resistencia
Las pocas organizaciones que aún operan en el país han optado por trabajar en silencio, procurando no llamar la atención del gobierno. “Buscan pasar desapercibidas”, señala Linares, “para evitar conflictos con autoridades que las ven como si no fueran sujetas de derechos”.
Desde el Centro de Intercambio y Solidaridad (CIS), su cofundadora Leslie Schuld coincide. “Hay muchas organizaciones de derechos humanos y periodistas que están en el exilio. Felicito a las organizaciones que mantienen la lucha, la concientización. Porque hay que ver estrategias, porque se está siendo silenciado, nadie puede hablar; hay capturas injustas, no hay derechos.”
Schuld agrega que el CIS continuará apoyando con un programa de becas para personas trans, con el fin de fomentar su educación y autonomía económica. Sin embargo, admite que las oportunidades laborales en el país son escasas, y la exclusión estructural continúa.
Matar sin balas: la anulación de la existencia
“En efecto, no hay datos registrados de asesinatos a mujeres trans o personas LGBTIQ+ en general, pero ahora, con la vulneración de derechos que existe en El Salvador, se está matando a esta población con la anulación de esta.”, reflexiona Linares.
Esa “anulación” a la que se refiere Linares resume el panorama actual: una violencia que no siempre deja cuerpos, pero sí vacíos. La negación institucional, la falta de políticas públicas, y la exclusión social convierten la vida cotidiana en un acto de resistencia para miles de salvadoreños LGBTQ.
En un país donde el Ejecutivo ha transformado la narrativa de derechos en una supuesta “ideología”, la diversidad se ha convertido en una amenaza política, y los cuerpos diversos, en un campo de batalla. Mientras el gobierno exalta la “seguridad” como su mayor logro, la población LGBTQ vive una inseguridad constante, no solo física, sino también emocional y social.
El Salvador, dicen los activistas, no necesita más silencio. Necesita reconocer que la verdadera paz no se impone con fuerza de uniformados, sino con justicia, respeto y dignidad.
Noticias en Español
Un país que vota desde el miedo y la esperanza
Candidatos pro-LGBTQ ganaron en todo el país
Estados Unidos volvió a las urnas el 4 de noviembre de 2025, y el resultado fue mucho más que una contienda electoral. Lo que se vivió en Virginia, Nueva Jersey, Nueva York, Miami y California fue una radiografía moral y política de una nación que vota entre el miedo y la esperanza. Los votantes hablaron desde la incertidumbre, pero también desde la convicción de que el país todavía puede ser un espacio de justicia, inclusión y respeto.
Las victorias de Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey, junto al ascenso del progresista Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, el avance demócrata en Miami y la aprobación de la Proposición 50 en California, marcaron el ritmo de una elección que dejó un mensaje claro para la administración Trump: el miedo puede movilizar, pero no logra sostener el poder. La ciudadanía eligió con el corazón, cansada de los discursos de odio y del espectáculo político, y con la esperanza de reencontrarse con una política que mire hacia la gente, no hacia el poder.
El caso de Nueva York sintetiza ese cambio de rumbo. Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes, musulmán y abiertamente progresista, centró su discurso de victoria en la defensa de la dignidad humana y la solidaridad.
“Esta noche hicimos historia”, dijo ante una multitud diversa que lo vitoreaba. “Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”.
Pero su mensaje más poderoso fue el que dedicó a las comunidades más vulnerables: Aquí creemos en defender a quienes amamos, ya seas inmigrante, miembro de la comunidad trans, una de las muchas mujeres negras que Donald Trump despidió de un trabajo federal, una madre soltera que aún espera que bajen los precios de los alimentos o cualquier otra persona que se encuentre contra la pared”.
Esas palabras resonaron como una respuesta a los años de retrocesos y ataques legislativos contra las personas LGBTQ y, en especial, contra la comunidad trans. Mamdani prometió ampliar y proteger el acceso a la atención médica afirmativa de género, destinando fondos públicos para garantizar que “todos los neoyorquinos tienen acceso al tratamiento médico que necesitan”. Su compromiso coloca a Nueva York como un faro de resistencia frente a la ola de políticas restrictivas que han surgido en varios estados del país.
Lo ocurrido en noviembre tiene, además, un profundo significado para quienes viven en los márgenes del poder. Para la comunidad trans, estos resultados representan algo más que un respiro político: son una afirmación de existencia. En tiempos donde el discurso oficial ha buscado borrar identidades, negar tratamientos y criminalizar cuerpos, la victoria de líderes que defienden la inclusión devuelve la esperanza de vivir sin miedo. El voto trans, y el voto LGBTQ en general, fue más que un gesto cívico: fue un acto de supervivencia y de resistencia.
La elección también habló al corazón de las comunidades inmigrantes, de las personas que viven con VIH o enfermedades crónicas, de las minorías raciales y de quienes luchan por un salario justo. En un país donde tantos sienten que la política los ha olvidado, estas victorias locales devuelven la posibilidad de creer en la democracia como herramienta de transformación. Son un recordatorio de que la esperanza no es ingenuidad, sino el acto más valiente de quienes deciden seguir de pie.
Miami, por su parte, envió una señal inesperada. En un bastión republicano históricamente alineado con la administración Trump, la candidata demócrata tomó la delantera y forzó una segunda vuelta. En una ciudad diversa, con fuerte presencia latina, afrodescendiente e LGBTQ, el avance progresista fue un mensaje de ruptura con el voto automático y con la política del miedo. Las urnas del sur de la Florida demostraron que los cambios comienzan en los lugares menos previsibles.
Para la administración Trump, la lectura es clara. El país está enviando una advertencia: los derechos humanos no se negocian. La economía importa, pero también importa la dignidad. Los votantes quieren soluciones reales, no eslóganes; respeto, no manipulación; empatía, no imposición.
Las comunidades LGBTQ y trans han sido el rostro visible de una resistencia que no se rinde. Cada voto emitido fue un acto de esperanza frente al miedo; cada victoria, una respuesta a la violencia simbólica e institucional. Las palabras del nuevo alcalde de Nueva York se convirtieron en símbolo nacional porque trascendieron la política partidista: recordaron que en medio de la oscuridad, la humanidad todavía puede ser una política pública.
Las urnas de noviembre hablaron con la voz de quienes han sido marginados, atacados o invisibilizados. Hablan las personas trans que exigen respeto, las parejas que defienden su amor, los jóvenes que no aceptan ser silenciados, los creyentes que apuestan por una fe inclusiva y las familias que siguen creyendo en un país posible. En medio del miedo, el país eligió esperanza. Y esa esperanza —imperfecta, frágil, pero viva— puede ser el principio de una nueva historia: una en la que la igualdad no sea un sueño, sino una promesa cumplida.
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Doble exclusión, misma dignidad
Personas con discapacidades en América Latina y el Caribe se luchan dos batallas.
En un continente donde los derechos de la comunidad LGBTQ avanzan y retroceden al ritmo de los vientos políticos, hay una realidad que casi nadie nombra: la de quienes, además de pertenecer a esta comunidad, viven con una discapacidad física, motora o sensorial. En ellos convergen dos batallas —la del reconocimiento y la de la accesibilidad— que se libran, la mayoría de las veces, en silencio.
Según el Banco Mundial, más de 85 millones de personas con discapacidad viven en América Latina y el Caribe. Al mismo tiempo, la región alberga algunos de los movimientos LGBTQ más visibles del mundo, aunque persisten graves formas de violencia y exclusión. Sin embargo, los estudios que cruzan ambas realidades son casi inexistentes. Y esa ausencia de datos también es una forma de violencia.
Ser una persona LGBTQ en América Latina todavía implica, en muchos casos, enfrentar el rechazo familiar, la discriminación laboral o la exclusión religiosa. Pero si a eso se suma una discapacidad, las barreras se multiplican. En palabras de un activista brasileño citado por CartaCapital, “cuando entro a una entrevista, me miran primero la silla de ruedas y después descubren que soy gay. Ahí empieza el doble filtro”. Este fenómeno, conocido como doble prejuicio, se refleja tanto fuera como dentro de la propia comunidad LGBTQ. A menudo, la discapacidad sigue siendo invisibilizada incluso en marchas del orgullo o campañas de diversidad, donde predominan imágenes de cuerpos normativos y jóvenes. El capacitismo —esa discriminación basada en la idea de que solo los cuerpos funcionales son válidos— se cuela incluso en los espacios que deberían ser los más inclusivos.
La desexualización de las personas con discapacidad es una de las formas más sutiles de exclusión. El reportaje argentino Sexo, discapacidad y placer, publicado por Distintas Latitudes, expone cómo la sociedad suele negar el derecho al deseo y al amor de quienes viven con alguna limitación física. Cuando además se trata de una persona LGBTQ, la negación se duplica: se les niega el cuerpo, el deseo y, con ello, una parte esencial de su dignidad humana. Como afirma la psicóloga mexicana María L. Aguilar, “la desexualización de las personas con discapacidad es una forma de violencia simbólica. Y cuando se cruza con la diversidad sexual, se convierte en una negación del derecho al placer y a la autonomía”.
El ejemplo más visible de inclusión llega desde el deporte. En los Juegos Paralímpicos de París 2024, al menos 38 atletas LGBTQ participaron, según un informe de Agencia Presentes. Pero la pregunta permanece: ¿cuántas personas LGBTQ con discapacidad fuera del ámbito deportivo logran tener voz, empleo, pareja o acceso a los servicios básicos? En un continente marcado por la desigualdad, la intersección entre orientación sexual, discapacidad, pobreza y género produce una combinación de vulnerabilidades que pocas políticas públicas abordan.
Diversos estudios advierten que las personas LGBTQ en América Latina presentan tasas más altas de depresión y ansiedad que la población general. A su vez, los informes sobre discapacidad en la región señalan altos niveles de aislamiento y falta de apoyo. Pero no existen datos interseccionales que midan cómo se viven estos desafíos cuando ambas realidades se cruzan. En países como Chile, el Observatorio de Discapacidad e Inclusión advierte una alta prevalencia de problemas de salud mental y un acceso insuficiente a servicios especializados. En Estados Unidos, investigaciones del Trevor Project muestran que los jóvenes Latine LGBTQ tienen mayor riesgo de intentos de suicidio cuando enfrentan discriminación múltiple. En América Latina y el Caribe, la ausencia de estadísticas en este campo no solo refleja desinterés: también perpetúa la invisibilidad.
Ni las leyes sobre discapacidad mencionan explícitamente a la población LGBTQ, ni las políticas de diversidad incorporan la variable de discapacidad. Un informe de la International Disability Alliance sobre la región advierte que las personas con discapacidad LGBTQ “enfrentan discriminación múltiple y carecen de protección específica”. Pese a ello, surgen señales de esperanza: en México, el Colectivo de Personas con Discapacidad LGBTQ+ impulsa iniciativas para visibilizar la exclusión doble; en Brasil, la organización Vale PCD desarrolla proyectos de inclusión laboral y cultural; y en el Caribe oriental, el Proyecto LIVITY, de la Eastern Caribbean Alliance for Diversity and Equality (ECADE), fomenta la participación política de personas con discapacidad y de la comunidad LGBTQ.
La verdadera inclusión no se mide por las rampas, ni por los discursos de tolerancia. Se mide por la capacidad de una sociedad para reconocer la dignidad humana en todas sus expresiones, sin lástima, sin morbo, sin condiciones. No se trata de aplaudir historias de superación, sino de garantizar el derecho a una vida plena. Como dijo un líder caribeño citado por ECADE: “La inclusión no es un gesto, es una decisión moral y política”.
Este tema exige una conversación continental. América Latina y el Caribe solo podrán hablar de igualdad real cuando el cuerpo, el deseo y la libertad de las personas LGBTQ con discapacidad sean respetados con la misma fuerza con que se proclama la diversidad. Nombrar lo que aún no se nombra es el primer paso hacia la justicia. Porque lo que no se mide, no se atiende; y lo que no se mira, no existe.
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