Noticias en Español
Instituto Auschwitz trabajando herramientas contra la discriminación en El Salvador
Se realizaron un conversatorio el 20 de septiembre en Suchitoto
SUCHITOTO, El Salvador — En palabras de colaboradoras del Instituto Auschwitz para la Prevención del Genocidio (AIPG por sus siglas en ingles); este utiliza la educación, la formación y la asistencia técnica para apoyar a los Estados en el desarrollo o fortalecimiento de políticas y prácticas para la prevención del genocidio y otras atrocidades masivas. También fomentan y apoyan la cooperación de los Estados a través de redes regionales e internacionales para avanzar en la prevención.
Más de siete décadas después del Holocausto, el genocidio y otras atrocidades masivas siguen siendo una amenaza para la paz y la seguridad mundiales. Por lo que el AIPG le apuesta a la prevención eficaz del genocidio con un enfoque multidimensional de la educación.
El programa para América Latina desde el año 2012, ejerce un rol de Secretaría Técnica de la Red Latinoamericana para la Prevención del Genocidio y Atrocidades Masivas, una plataforma regional conformada por 18 estados miembros, cuya misión es promover prácticas sostenibles de prevención en la región, así como priorizar prevención dentro de las agendas de derechos humanos de sus países.
En el marco de acción y acuerdos establecidos por dicha red, se identificó como prioridad de trabajo la protección de personas migrantes desde un enfoque de prevención. De allí que desde el 2019, AIPG desarrolla proyectos de prevención aplicados a la situación de las personas en movilidad humana, en países como Colombia, Ecuador, Brasil y ahora El Salvador.
Por ello, en el municipio de Suchitoto, del departamento de Cuscatlán en El Salvador, se realizaron un conversatorio el 20 de septiembre con varias de las organizaciones que conforman la Federación Salvadoreña LGBTI (FESLGBTI) y la organización Huellas de Suchitoto; el cual ya es la segunda fase del proceso para elaborar un diagnóstico sobre la situación de comunidades en movilidad humana en El Salvador, dando como resultado herramientas de lucha contra la discriminación.
Dichas herramientas deben ser viables y efectivas en la prevención de la discriminación, para ello también quieren entender las situaciones de violencia que puede experimentar la población LGBTQ en El Salvador y por qué toman la decisión de migrar del territorio.
En el Diagnóstico Actualizado sobre la Situación de Comunidades en Movilidad Humana en El Salvador, realizado por el AIPG, lograron identificar que un 45 por ciento tomaban la decisión de migrar por factores de violencia e inseguridad, mientras que un 48 por ciento identificaban factores económicos, sociales y culturales como lo que les hacia tomar dicha decisión.
Y ante toda la información recabada, entre los puntos que pudieron concluir es que existe deficiencia en las instituciones estatales en el registro de personas migrantes con necesidades de atención y protección, como también que no hay reportes de acceso público de carácter cualitativo sobre atención y servicios prestados a personas migrantes, entre otros puntos.
Por ello entre las recomendaciones que comparten está el establecer programas de orientación y apoyo a nivel local para las familias afectadas por la migración, como también adoptar políticas públicas y medidas necesarias para combatir la discriminación a todos los niveles.
De acuerdo con Fanny de la Organización HT El Salvador, hay mucho desconocimiento por parte de la misma población LGBTQ salvadoreña, sobre lo que trabajan las organizaciones LGBTQ en el país y esto provoca que no sepan que hacer o a quienes acudir, por lo que deciden migrar.
Estas decisiones conducen a caminos desconocidos que pueden llegar a temas de violencia, pues no se sabe cómo son tratados en el transito hasta el destino que se dirigen, sea este Europa, Sur América, México o Estados Unidos.
“Emigrar es un derecho y el instituto no busca evitarlo, solo identificar factores que causan eso y así poder prevenir grabes violaciones a los Derechos Humanos”, comentó colaboradora del AIPG.
Según Gabriel Escobar de COMCAVIS TRANS El Salvador, existe mucha desinformación sobre los temas de migración, “la población LGBT se crea falsas expectativas sobre los países de destino a migrar”, sobre esto hace alusión sobre las leyes que sancionan a personas que ayudan a migrantes, como en el caso de Suiza.
País el cual, en el artículo 116 de la Ley de Extranjería, menciona que “se castigará con una pena de privación de libertad de un año o más o con una pena pecuniaria a toda persona que: en Suiza o en el extranjero, facilite la entrada, salida o estancia ilegal de un extranjero o participe en los preparativos para tal efecto”.
Situación que pone en peligro a la población migrante y restringe el derecho de migración de los mismos. Personas que por diversos motivos han tomado la decisión de dejar su país y aventurarse a llegar a nuevas tierras.
“Hay que verlo desde varias aristas, una puede ser que la vida de la persona está en peligro y otra es que desde la discriminación en las escuelas, problemas para poder alquilar una casa, falta de oportunidad laborales, no hay políticas públicas inclusivas y mucho menos la voluntad política de ayudar”, menciona Karla Guevara, directora de Colectivo Alejandría.
Haciendo alusión así de algunas razones por las cuales las personas LGBTQ de El Salvador, pueden tomar la decisión de dejar el país. Agregando así la promoción de discursos de odio desde la política al externar no apoyar el matrimonio igualitario, como tampoco una ley de identidad, hasta la censura a nivel nacional de un programa educativo en el canal estatal, por el hecho de hablar de diversidad sexual.
Pero más allá de todos estos escenarios de discriminación vividos por las personas LGBTQ, de acuerdo con Grace Jiménez de la Casa Rosada, “la discriminación comienza desde que nacemos y se te asigna un sexo de acuerdo a tus genitales, con ello va una serie de roles que debes cumplir”.
Con lo cual el AIPG recolectó diversas opiniones sobre el estigma, los prejuicios y la discriminación que se vive, lo que ayuda en la toma de decisiones de las diversas personas LGBTQ que migran. Esto ayudará en la siguiente fase que el instituto llevará a cabo para tener los resultados esperados.
Colombia
Colombia anunció la inclusión de las categorías ‘trans’ y ‘no binario’ en los documentos de identidad
Registraduría Nacional anunció el cambio el 28 de noviembre
Ahora los ciudadanos colombianos podrán seleccionar las categorías ‘trans’ y ‘no binario’ en los documentos de identidad del país.
Este viernes la Registraduría Nacional del Estado Civil anunció que añadió las categorías ‘no binario’ y ‘trans’ en los distintos documentos de identidad con el fin de garantizar los derechos de las personas con identidad diversa.
El registrador nacional, Hernán Penagos, informó que hizo la inclusión de estas dos categorías en los documentos de: registro civil, tarjeta de identidad y cédula de ciudadanía.
Según la registraduría: “La inclusión de estas categorías representa un importante avance en materia de garantía de derechos de las personas con identidad de género diversa”.
Estas categorías estarán en el campo de ‘sexo’ en el que están normalmente las clasificaciones de ‘femenino’ y ‘masculino’ en los documentos de identidad.
En 2024 se inició la ejecución de diferentes acciones orientadas implementar componentes “‘NB’ y ‘T’ en el campo ‘sexo’ de los registros civiles y los documentos de identidad”.
Las personas trans existen y su identidad de género es un aspecto fundamental de su humanidad, reconocido por la Corte Constitucional de Colombia en sentencias como T-236/2023 y T-188/2024, que protegen sus derechos a la identidad y no discriminación. La actualización de la Registraduría implementa estos fallos que ya habían ordenado esos cambios en documentos de identidad.
Por su parte, el registrador nacional, Penagos, comentó que: “se trata del cumplimiento de unas órdenes por parte de la Corte Constitucional y, en segundo lugar, de una iniciativa en la que la Registraduría ha estado absolutamente comprometida”. Y explicó que en cada “una de las estaciones integradas de servicio de las más de 1.200 oficinas que tiene la Registraduría Nacional se va a incluir todo este proceso”.
El Salvador
El Salvador: el costo del silencio oficial ante la violencia contra la comunidad LGBTQ
Entidades estatales son los agresores principales
En El Salvador, la violencia contra la población LGBTQ no ha disminuido: ha mutado. Lo que antes se expresaba en crímenes de odio, hoy se manifiesta en discriminación institucional, abandono y silencio estatal. Mientras el discurso oficial evita cualquier referencia a inclusión o diversidad, las cifras muestran un panorama alarmante.
Según el Informe 2025 sobre las vulneraciones de los derechos humanos de las personas LGBTQ en El Salvador, elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos LGBTIQ+ de ASPIDH, con el apoyo de Hivos y Arcus Foundation, desde el 1 de enero al 22 de septiembre de 2025 se registraron 301 denuncias de vulneraciones de derechos.
El departamento de San Salvador concentra 155 de esas denuncias, reflejando la magnitud del problema en la capital.
Violencia institucionalizada: el Estado como principal agresor
El informe revela que las formas más recurrentes de violencia son la discriminación (57 por ciento), seguida de intimidaciones y amenazas (13 por ciento), y agresiones físicas (10 por ciento). Pero el dato más inquietante está en quiénes ejercen esa violencia.
Los cuerpos uniformados, encargados de proteger a la población, son los principales perpetradores:
- 31.1 por ciento corresponde a la Policía Nacional Civil (PNC),
- 26.67 por ciento al Cuerpo de Agentes Municipales (CAM),
- 12.22 por ciento a militares desplegados en las calles bajo el régimen de excepción.
A ello se suma un 21.11 por ciento de agresiones cometidas por personal de salud pública, especialmente por enfermeras, lo que demuestra que la discriminación alcanza incluso los espacios que deberían garantizar la vida y la dignidad.
Loidi Guardado, representante de ASPIDH, comparte con Washington Blade un caso que retrata la cotidianidad de estas violencias:
“Una enfermera en la clínica VICITS de San Miguel, en la primera visita me reconoció que la persona era hijo de un promotor de salud y fue amable. Pero luego de realizarle un hisopado cambió su actitud a algo despectiva y discriminativa. Esto le sucedió a un hombre gay.”
Este tipo de episodios reflejan un deterioro en la atención pública, impulsado por una postura gubernamental que rechaza abiertamente cualquier enfoque de inclusión, y tacha la educación de género como una “ideología” a combatir.
El discurso del Ejecutivo, que se opone a toda iniciativa con perspectiva de diversidad, ha tenido consecuencias directas: el retroceso en derechos humanos, el cierre de espacios de denuncia, y una mayor vulnerabilidad para quienes pertenecen a comunidades diversas.
El miedo, la desconfianza y el exilio silencioso
El estudio también señala que el 53.49 por ciento de las víctimas son mujeres trans, seguidas por hombres gays (26.58 por ciento). Sin embargo, la mayoría de las agresiones no llega a conocimiento de las autoridades.
“En todos los ámbitos de la vida —salud, trabajo, esparcimiento— las personas LGBT nos vemos intimidadas, violentadas por parte de muchas personas. Sin embargo, las amenazas y el miedo a la revictimización nos lleva a que no denunciemos. De los casos registrados en el observatorio, el 95.35 por ciento no denunció ante las autoridades competentes”, explica Guardado.
La organización ASPIDH atribuye esta falta de denuncia a varios factores: miedo a represalias, desconfianza en las autoridades, falta de sensibilidad institucional, barreras económicas y sociales, estigma y discriminación.
Además, la ausencia de acompañamiento agrava la situación, producto del cierre de numerosas organizaciones defensoras por falta de fondos y por las nuevas normativas que las obligan a registrarse como “agentes extranjeros”.
Varias de estas organizaciones —antes vitales para el acompañamiento psicológico, legal y educativo— han migrado hacia Guatemala y Costa Rica ante la imposibilidad de operar en territorio salvadoreño.
Educación negada, derechos anulados
Mónica Linares, directora ejecutiva de ASPIDH, lamenta el deterioro de los programas educativos que antes ofrecían una oportunidad de superación para las personas trans:
“Hubo un programa del ACNUR que lamentablemente, con todo el cierre de fondos que hubo a partir de las declaraciones del presidente Trump y del presidente Bukele, pues muchas de estas instancias cerraron por el retiro de fondos del USAID.”
Ese programa —añade— beneficiaba a personas LGBTQ desde la educación primaria hasta el nivel universitario, abriendo puertas que hoy permanecen cerradas.
Actualmente, muchas personas trans apenas logran completar la primaria o el bachillerato, en un sistema educativo donde la discriminación y el acoso escolar siguen siendo frecuentes.
Organizaciones en resistencia
Las pocas organizaciones que aún operan en el país han optado por trabajar en silencio, procurando no llamar la atención del gobierno. “Buscan pasar desapercibidas”, señala Linares, “para evitar conflictos con autoridades que las ven como si no fueran sujetas de derechos”.
Desde el Centro de Intercambio y Solidaridad (CIS), su cofundadora Leslie Schuld coincide. “Hay muchas organizaciones de derechos humanos y periodistas que están en el exilio. Felicito a las organizaciones que mantienen la lucha, la concientización. Porque hay que ver estrategias, porque se está siendo silenciado, nadie puede hablar; hay capturas injustas, no hay derechos.”
Schuld agrega que el CIS continuará apoyando con un programa de becas para personas trans, con el fin de fomentar su educación y autonomía económica. Sin embargo, admite que las oportunidades laborales en el país son escasas, y la exclusión estructural continúa.
Matar sin balas: la anulación de la existencia
“En efecto, no hay datos registrados de asesinatos a mujeres trans o personas LGBTIQ+ en general, pero ahora, con la vulneración de derechos que existe en El Salvador, se está matando a esta población con la anulación de esta.”, reflexiona Linares.
Esa “anulación” a la que se refiere Linares resume el panorama actual: una violencia que no siempre deja cuerpos, pero sí vacíos. La negación institucional, la falta de políticas públicas, y la exclusión social convierten la vida cotidiana en un acto de resistencia para miles de salvadoreños LGBTQ.
En un país donde el Ejecutivo ha transformado la narrativa de derechos en una supuesta “ideología”, la diversidad se ha convertido en una amenaza política, y los cuerpos diversos, en un campo de batalla. Mientras el gobierno exalta la “seguridad” como su mayor logro, la población LGBTQ vive una inseguridad constante, no solo física, sino también emocional y social.
El Salvador, dicen los activistas, no necesita más silencio. Necesita reconocer que la verdadera paz no se impone con fuerza de uniformados, sino con justicia, respeto y dignidad.
Noticias en Español
Un país que vota desde el miedo y la esperanza
Candidatos pro-LGBTQ ganaron en todo el país
Estados Unidos volvió a las urnas el 4 de noviembre de 2025, y el resultado fue mucho más que una contienda electoral. Lo que se vivió en Virginia, Nueva Jersey, Nueva York, Miami y California fue una radiografía moral y política de una nación que vota entre el miedo y la esperanza. Los votantes hablaron desde la incertidumbre, pero también desde la convicción de que el país todavía puede ser un espacio de justicia, inclusión y respeto.
Las victorias de Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey, junto al ascenso del progresista Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, el avance demócrata en Miami y la aprobación de la Proposición 50 en California, marcaron el ritmo de una elección que dejó un mensaje claro para la administración Trump: el miedo puede movilizar, pero no logra sostener el poder. La ciudadanía eligió con el corazón, cansada de los discursos de odio y del espectáculo político, y con la esperanza de reencontrarse con una política que mire hacia la gente, no hacia el poder.
El caso de Nueva York sintetiza ese cambio de rumbo. Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes, musulmán y abiertamente progresista, centró su discurso de victoria en la defensa de la dignidad humana y la solidaridad.
“Esta noche hicimos historia”, dijo ante una multitud diversa que lo vitoreaba. “Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”.
Pero su mensaje más poderoso fue el que dedicó a las comunidades más vulnerables: Aquí creemos en defender a quienes amamos, ya seas inmigrante, miembro de la comunidad trans, una de las muchas mujeres negras que Donald Trump despidió de un trabajo federal, una madre soltera que aún espera que bajen los precios de los alimentos o cualquier otra persona que se encuentre contra la pared”.
Esas palabras resonaron como una respuesta a los años de retrocesos y ataques legislativos contra las personas LGBTQ y, en especial, contra la comunidad trans. Mamdani prometió ampliar y proteger el acceso a la atención médica afirmativa de género, destinando fondos públicos para garantizar que “todos los neoyorquinos tienen acceso al tratamiento médico que necesitan”. Su compromiso coloca a Nueva York como un faro de resistencia frente a la ola de políticas restrictivas que han surgido en varios estados del país.
Lo ocurrido en noviembre tiene, además, un profundo significado para quienes viven en los márgenes del poder. Para la comunidad trans, estos resultados representan algo más que un respiro político: son una afirmación de existencia. En tiempos donde el discurso oficial ha buscado borrar identidades, negar tratamientos y criminalizar cuerpos, la victoria de líderes que defienden la inclusión devuelve la esperanza de vivir sin miedo. El voto trans, y el voto LGBTQ en general, fue más que un gesto cívico: fue un acto de supervivencia y de resistencia.
La elección también habló al corazón de las comunidades inmigrantes, de las personas que viven con VIH o enfermedades crónicas, de las minorías raciales y de quienes luchan por un salario justo. En un país donde tantos sienten que la política los ha olvidado, estas victorias locales devuelven la posibilidad de creer en la democracia como herramienta de transformación. Son un recordatorio de que la esperanza no es ingenuidad, sino el acto más valiente de quienes deciden seguir de pie.
Miami, por su parte, envió una señal inesperada. En un bastión republicano históricamente alineado con la administración Trump, la candidata demócrata tomó la delantera y forzó una segunda vuelta. En una ciudad diversa, con fuerte presencia latina, afrodescendiente e LGBTQ, el avance progresista fue un mensaje de ruptura con el voto automático y con la política del miedo. Las urnas del sur de la Florida demostraron que los cambios comienzan en los lugares menos previsibles.
Para la administración Trump, la lectura es clara. El país está enviando una advertencia: los derechos humanos no se negocian. La economía importa, pero también importa la dignidad. Los votantes quieren soluciones reales, no eslóganes; respeto, no manipulación; empatía, no imposición.
Las comunidades LGBTQ y trans han sido el rostro visible de una resistencia que no se rinde. Cada voto emitido fue un acto de esperanza frente al miedo; cada victoria, una respuesta a la violencia simbólica e institucional. Las palabras del nuevo alcalde de Nueva York se convirtieron en símbolo nacional porque trascendieron la política partidista: recordaron que en medio de la oscuridad, la humanidad todavía puede ser una política pública.
Las urnas de noviembre hablaron con la voz de quienes han sido marginados, atacados o invisibilizados. Hablan las personas trans que exigen respeto, las parejas que defienden su amor, los jóvenes que no aceptan ser silenciados, los creyentes que apuestan por una fe inclusiva y las familias que siguen creyendo en un país posible. En medio del miedo, el país eligió esperanza. Y esa esperanza —imperfecta, frágil, pero viva— puede ser el principio de una nueva historia: una en la que la igualdad no sea un sueño, sino una promesa cumplida.
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