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Iglesia Episcopal Anglicana de El Salvador busca dar refugio a personas LGBTQ

Comunidad Santa Marta es albergue

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Iglesia San Rafael ArcƔngel (Foto por Iglesia San Rafael ArcƔngel)

SAN SALVADOR, El Salvador – La Iglesia Episcopal Anglicana de El Salvador (IAES) siempre se ha caracterizado por ser una iglesia inclusiva y de puertas abiertas, desde la creación del Ministerio de Diversidad Sexual en el aƱo 2009, el cual es una pastoral que reĆŗne tanto a personas LGBTQ como tambiĆ©n aliados de la misma comunidad, volviĆ©ndose un espacio en el que todas y todos pueden vivir su fe, libres de discriminación. Ahora la IAES comienza una nueva Pastoral de la Solidaridad, llamada Comunidad Santa Marta, la cual tiene como objetivo brindar refugio, acompaƱamiento personal y pastoral, a personas LGBTQ que han sido expulsadas de sus hogares o se han visto forzadas a realizar migración interna.

En su experiencia pastoral, la IAES ha conocido las realidades que enfrentan las personas LGBTQ, que por motivo de su orientación sexual, identidad y expresión de género son discriminadas en todos los Ômbitos de su vida, dando inicio a una cadena de exclusión desde sus hogares y afectando su desarrollo pleno. Es así como desde la oficina diocesana Dignidad y Justicia, crean este proyecto; pues dicha oficina tiene como objetivo principal, generar condiciones de prevención de la exclusión social, para el acceso a los derechos humanos, disminuyendo la violencia social y migración de las familias en la creación de comunidades de fe con tejido social.

ā€œTrabajar en un proyecto como ‘Santa Marta o Pastoral de solidaridad’, es responder a las necesidades humanas, especialmente cuando hay tanta injusticia, pobreza y desigualdadā€, expresó al Washington Blade el obispo de la IAES, Rvdmo. Juan David Alvarado.

ā€œQueremos dar una respuesta a las personas LGBT que han sido expulsadas de sus hogares o que se encuentran en peligro, ofreciĆ©ndoles un espacio temporal, mientras ellas buscan solución o desarrollan un plan de respuesta personalā€, agrega el obispo. ā€œEl nombre de Comunidad Santa Marta es recordar en el Evangelio cuando JesĆŗs va en camino y llega a la casa de Marta y MarĆ­a, hermanas y amigas de JesĆŗs, quienes dan acogida y acompaƱamientoā€.

La IAES tiene muchas expectativas de este proyecto, pues siempre se han mostrado aliados de la sociedad civil y en sobre todo de las poblaciones históricamente excluidas y vulnerables, el coordinador de la oficina de Dignidad y Justicia dentro de la IAES, Edwin Guardado, expresa que la ā€œilusiónā€ con este proyecto es que la iglesia sea un modelo de atención y acompaƱamiento pastoral en el tema de refugios a personas LGBTQ en condiciones de vulneración de derechos humanos.

ā€œEl que la Iglesia cuente con la experiencia del Ministerio de Diversidad Sexual, es clave para el impulso de la Comunidad de acogida Santa Marta, que estarĆ” ubicada en el departamento de Santa Ana, en la Iglesia San Rafael ArcĆ”ngel, en donde el Rvdo. GermĆ”n López es su rectorā€, menciona al Blade Guardado.  

ā€œLa IAES, al acoger en su misión pastoral, el trabajo con población LGBTI, no solo cumple con el bĆ”sico de nuestras sociedades contemporĆ”neas que es no discriminar, sino cumple con el mandato de nuestro seƱor Jesucristoā€, expresó Guardado.

Se pretende que en este refugio, las personas se resguarden en las instalaciones hasta un mÔximo de 15 días, en los cuales se establecerÔ una rutina de vida para ellas y ellos, se les proveerÔ de alimentación y servicios bÔsicos durante ese tiempo. RecibirÔn el apoyo necesario para la búsqueda de reinstalación con sus redes de apoyo social o familiar.

ā€œSe espera a mediano plazo, con el seguimiento que se le pueda dar, poder apoyarles ya sea a terminar estudios con alguna modalidad flexible del Ministerio de Educación, tambiĆ©n a desarrollar habilidad en tĆ©rminos de emprendimiento en alianzas con diferentes instituciones u organizaciones LGBTIā€, declaró al Blade Cruz Torres, coordinador del Ministerio de Diversidad Sexual de la IAES.

Torres agrega que esperan que el Ministerio de Diversidad Sexual abra un capĆ­tulo con las personas que reciban en la Comunidad Santa Marta y ayudar tambiĆ©n con el acompaƱamiento pastoral de las mismas.  

La IAES en una alianza con Cristosal, organización para la defensa de los derechos humanos, buscarÔ la transferencia de conocimientos y experiencia en el tema de protocolos de atención psicosocial, jurídica, protocolos sobre estudio de casos, esto con el fin de capacitar al grupo diocesano que estarÔ a cargo de las gestiones y planificaciones para la ejecución de la pastoral.

Con este proyecto la IAES deja de manifiesto el cumplimiento de su misión.

ā€œNo comprendo a las iglesias que se llaman cristianas, con una posición muy cerrada sobre el tema de la población LGBTI, porque el Evangelio de JesĆŗs nos invita a anunciar la buena nueva, que es la instauración del Reino de JesĆŗs y ese Reino es justicia, paz, amor y verdadā€, expresó Alvarado. ā€œEn otras palabras el Evangelio es construir una humanidad mĆ”s justa, con equidad, donde los valores nos lleven a una paz integralā€.

Finalmente, Alvarado externa que las iglesias que condenan a las personas LGBTQ no estĆ”n construyendo el Reino de Dios, ā€œposiblemente estĆ”n construyendo su propio reinoā€. Por lo que hace un llamado a que todas y todos deben formarse o educarse en el tema, para comenzar a fomentar el amor en lugar del odio.

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Doble exclusión, misma dignidad

Personas con discapacidades en AmƩrica Latina y el Caribe se luchan dos batallas.

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El Ɓngel de la Independencia en la Ciudad de MƩxico (Foto de Michael K. Lavers por el Washington Blade)

En un continente donde los derechos de la comunidad LGBTQ avanzan y retroceden al ritmo de los vientos polĆ­ticos, hay una realidad que casi nadie nombra: la de quienes, ademĆ”s de pertenecer a esta comunidad, viven con una discapacidad fĆ­sica, motora o sensorial. En ellos convergen dos batallas —la del reconocimiento y la de la accesibilidad— que se libran, la mayorĆ­a de las veces, en silencio.

Según el Banco Mundial, mÔs de 85 millones de personas con discapacidad viven en América Latina y el Caribe. Al mismo tiempo, la región alberga algunos de los movimientos LGBTQ mÔs visibles del mundo, aunque persisten graves formas de violencia y exclusión. Sin embargo, los estudios que cruzan ambas realidades son casi inexistentes. Y esa ausencia de datos también es una forma de violencia.

Ser una persona LGBTQ en AmĆ©rica Latina todavĆ­a implica, en muchos casos, enfrentar el rechazo familiar, la discriminación laboral o la exclusión religiosa. Pero si a eso se suma una discapacidad, las barreras se multiplican. En palabras de un activista brasileƱo citado por CartaCapital, ā€œcuando entro a una entrevista, me miran primero la silla de ruedas y despuĆ©s descubren que soy gay. AhĆ­ empieza el doble filtroā€. Este fenómeno, conocido como doble prejuicio, se refleja tanto fuera como dentro de la propia comunidad LGBTQ. A menudo, la discapacidad sigue siendo invisibilizada incluso en marchas del orgullo o campaƱas de diversidad, donde predominan imĆ”genes de cuerpos normativos y jóvenes. El capacitismo —esa discriminación basada en la idea de que solo los cuerpos funcionales son vĆ”lidos— se cuela incluso en los espacios que deberĆ­an ser los mĆ”s inclusivos.

La desexualización de las personas con discapacidad es una de las formas mĆ”s sutiles de exclusión. El reportaje argentino Sexo, discapacidad y placer, publicado por Distintas Latitudes, expone cómo la sociedad suele negar el derecho al deseo y al amor de quienes viven con alguna limitación fĆ­sica. Cuando ademĆ”s se trata de una persona LGBTQ, la negación se duplica: se les niega el cuerpo, el deseo y, con ello, una parte esencial de su dignidad humana. Como afirma la psicóloga mexicana MarĆ­a L. Aguilar, ā€œla desexualización de las personas con discapacidad es una forma de violencia simbólica. Y cuando se cruza con la diversidad sexual, se convierte en una negación del derecho al placer y a la autonomĆ­aā€.

El ejemplo mĆ”s visible de inclusión llega desde el deporte. En los Juegos ParalĆ­mpicos de ParĆ­s 2024, al menos 38 atletas LGBTQ participaron, segĆŗn un informe de Agencia Presentes. Pero la pregunta permanece: ĀæcuĆ”ntas personas LGBTQ con discapacidad fuera del Ć”mbito deportivo logran tener voz, empleo, pareja o acceso a los servicios bĆ”sicos? En un continente marcado por la desigualdad, la intersección entre orientación sexual, discapacidad, pobreza y gĆ©nero produce una combinación de vulnerabilidades que pocas polĆ­ticas pĆŗblicas abordan.

Diversos estudios advierten que las personas LGBTQ en América Latina presentan tasas mÔs altas de depresión y ansiedad que la población general. A su vez, los informes sobre discapacidad en la región señalan altos niveles de aislamiento y falta de apoyo. Pero no existen datos interseccionales que midan cómo se viven estos desafíos cuando ambas realidades se cruzan. En países como Chile, el Observatorio de Discapacidad e Inclusión advierte una alta prevalencia de problemas de salud mental y un acceso insuficiente a servicios especializados. En Estados Unidos, investigaciones del Trevor Project muestran que los jóvenes Latine LGBTQ tienen mayor riesgo de intentos de suicidio cuando enfrentan discriminación múltiple. En América Latina y el Caribe, la ausencia de estadísticas en este campo no solo refleja desinterés: también perpetúa la invisibilidad.

Ni las leyes sobre discapacidad mencionan explĆ­citamente a la población LGBTQ, ni las polĆ­ticas de diversidad incorporan la variable de discapacidad. Un informe de la International Disability Alliance sobre la región advierte que las personas con discapacidad LGBTQ ā€œenfrentan discriminación mĆŗltiple y carecen de protección especĆ­ficaā€. Pese a ello, surgen seƱales de esperanza: en MĆ©xico, el Colectivo de Personas con Discapacidad LGBTQ+ impulsa iniciativas para visibilizar la exclusión doble; en Brasil, la organización Vale PCD desarrolla proyectos de inclusión laboral y cultural; y en el Caribe oriental, el Proyecto LIVITY, de la Eastern Caribbean Alliance for Diversity and Equality (ECADE), fomenta la participación polĆ­tica de personas con discapacidad y de la comunidad LGBTQ.

La verdadera inclusión no se mide por las rampas, ni por los discursos de tolerancia. Se mide por la capacidad de una sociedad para reconocer la dignidad humana en todas sus expresiones, sin lĆ”stima, sin morbo, sin condiciones. No se trata de aplaudir historias de superación, sino de garantizar el derecho a una vida plena. Como dijo un lĆ­der caribeƱo citado por ECADE: ā€œLa inclusión no es un gesto, es una decisión moral y polĆ­ticaā€.

Este tema exige una conversación continental. América Latina y el Caribe solo podrÔn hablar de igualdad real cuando el cuerpo, el deseo y la libertad de las personas LGBTQ con discapacidad sean respetados con la misma fuerza con que se proclama la diversidad. Nombrar lo que aún no se nombra es el primer paso hacia la justicia. Porque lo que no se mide, no se atiende; y lo que no se mira, no existe.

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Cuba

Celia Cruz, la eterna reina del azĆŗcar

La Guarachera de Cuba fue mƔs que una cantante

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Celia Cruz (Foto pĆŗblica)

Hace un siglo nació en Cuba una mujer que transformó el mapa sonoro del mundo. Celia Cruz fue mÔs que una cantante: fue una embajadora de la alegría, una voz que rompió muros, y un símbolo de identidad para generaciones enteras que encontraron en su grito de ”Azúcar! una manera de resistir y de celebrar la vida.

Desde sus inicios en Las Mulatas de Fuego hasta su consagración con La Sonora Matancera, su voz se volvió sinónimo de fiesta, de nostalgia y de dignidad. Con su risa grande y su presencia arrolladora, Celia enseñó que el arte no solo entretiene: sana, consuela y redime. ā€œMi voz quiere volar, quiere atravesarā€¦ā€ cantaba, y lo hizo. Atravesó ocĆ©anos, dictaduras, fronteras y lenguas. Voló desde La Habana hasta Nueva York, desde el Caribe hasta los escenarios del mundo entero, llevando consigo el eco de una isla que amó hasta el Ćŗltimo suspiro.

En los aƱos 90, cuando la crisis de los balseros desgarraba el corazón de Cuba, Celia regresó a su tierra. Lo hizo cantando en la Base Naval de GuantĆ”namo, suelo cubano bajo control estadounidense. AllĆ­, frente a hombres, mujeres y niƱos que habĆ­an huido del dolor, su voz se alzó como un himno de esperanza. No fue una visita polĆ­tica: fue un regreso espiritual. Fue su manera de besar la tierra que la vio nacer, de cantar por quienes no podĆ­an hacerlo y de abrazar a su pueblo con el poder de su mĆŗsica. En ese escenario, cuando pronunció ā€œPor si acaso no regresoā€¦ā€, el aire se llenó de lĆ”grimas y tambor.

Decir Celia Cruz es hablar de Cuba, incluso cuando Cuba no podía pronunciar su nombre. En cada salsa, guaracha o rumba, vibraba el latido de una patria que vivía en su garganta. Fue nominada a trece Premios Grammy y seis Latin Grammy, de los cuales ganó cinco, y recibió doctorados honoris causa de universidades como Yale y Florida. Pero mÔs allÔ de los premios, su verdadero reconocimiento fue el amor del pueblo que la hizo inmortal.

Y es que Celia no cantaba solo para divertir: cantaba para levantar el espĆ­ritu. ā€œOh, no hay que llorar, porque la vida es un carnavalā€¦ā€, nos dejó como legado, recordĆ”ndonos que el dolor tambiĆ©n puede bailarse, que las lĆ”grimas pueden convertirse en tambor, y que mientras exista un poco de mĆŗsica en el alma, habrĆ” esperanza.

El 16 de julio de 2003, Celia se despidió del mundo desde su hogar en Fort Lee, Nueva Jersey, pero su voz no se apagó. Viajó primero a Miami para recibir el homenaje de su gente del exilio y reposa finalmente en el Bronx, donde los suyos le llevan flores y canciones. Sin embargo, la verdad es que nunca se fue: Celia Cruz sigue viviendo en cada fiesta, en cada radio, en cada rincón donde suena una clave y alguien grita ”Azúcar!

Celia fue mÔs que una reina. Fue un puente entre lo que fuimos y lo que soñamos ser. Nos enseñó que se puede triunfar sin olvidar las raíces, que se puede cantar sin perder la fe, y que la alegría también es una forma de resistencia. Su voz no solo atravesó el tiempo: lo conquistó.

Porque donde hubo Celia, hubo luz. Donde hubo Celia, hubo vida. Y mientras el mundo siga bailando al compĆ”s de su ā€œcarnavalā€, la Reina seguirĆ” reinando… por siempre.

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El Salvador

Discriminación transfóbica en la BIANES de El Salvador

Mujer trans denuncia agresión por parte del personal de seguridad

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Daniela Alfaro (Foto cortesia de Daniela Alfaro)

La Biblioteca Nacional de El Salvador (BINAES), considerada un símbolo del desarrollo cultural y tecnológico del país, se ha visto envuelta en una denuncia de discriminación que pone en el centro del debate los derechos humanos de las personas trans en el país.

Daniela Alfaro, activista independiente y estudiante de la Universidad de El Salvador, asegura haber sido vĆ­ctima de un acto de violencia verbal y discriminación el 13 de octubre, cuando el personal de seguridad de la institución le prohibió el uso del baƱo de mujeres, a pesar de que —segĆŗn relata— lo ha utilizado en mĆŗltiples ocasiones sin inconvenientes.

ā€œUn vigilante me dijo que yo tenĆ­a que entrar al baƱo de hombres y decidĆ­ decirle que querĆ­a hablar con el jefe. Llegó tanto el jefe de la BINAES como el jefe de seguridad, y ambos se pusieron a estarme humillando por mi condición de mujer transā€, declaró Alfaro al medio Washington Blade.

SegĆŗn su testimonio, los encargados le argumentaron que ā€œno existe ninguna ley que les obligue a respetarā€ su identidad de gĆ©nero. AdemĆ”s, le advirtieron que, si insistĆ­a en usar el baƱo de mujeres, podrĆ­a ser detenida. 

ā€œMe dijeron que habĆ­a una orden desde arriba que nos prohibĆ­a a nosotras ingresar a los baƱos de mujeres. Entonces me amenazaron que si volvĆ­a y no usaba los baƱos de hombres me iban a llevar detenidaā€, aƱadió.

El incidente, ocurrido en un espacio público de carÔcter nacional, expone la falta de garantías legales hacia la población LGBTQ y evidencia cómo la ausencia de una Ley de Identidad de Género continúa vulnerando la dignidad y los derechos fundamentales de las personas trans en El Salvador.

Una denuncia por dignidad y derechos humanos

Tras el suceso, Alfaro presentó una denuncia formal ante la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), en la que relata con detalle los hechos acontecidos y solicita la intervención del Estado para garantizar su derecho a la igualdad y a la no discriminación.

En su denuncia, Alfaro escribió:

ā€œEl seƱor IvĆ”n Baires (Coordinador de Servicios de Información) ratificó que yo tengo que utilizar el baƱo de hombres, menospreciando en todo momento mi identidad y expresión de gĆ©nero ya que dijo que ellos no estĆ”n en la obligación de respetar tratados internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos que El Salvador firmó, comprometiĆ©ndose en el trato digno de sus ciudadanosā€, relató.

Alfaro le explicó a las autoridades de la biblioteca que estas acciones ponían en riesgo su integridad y su imagen, ya que los prejuicios sociales pueden provocar malentendidos o incluso agresiones físicas y sexuales. Sin embargo, la respuesta fue aún mÔs hostil.

La activista denuncia que en ese momento fue rodeada por aproximadamente diez personas, quienes la intimidaron ā€œcomo si fuera una delincuenteā€, solo por ejercer su derecho al uso de los espacios pĆŗblicos. 

Una biblioteca moderna con prƔcticas excluyentes

La BINAES fue inaugurada en noviembre de 2023 como parte del megaproyecto impulsado por el gobierno salvadoreño con apoyo de la Embajada de China. Con modernas instalaciones, espacios de estudio, zonas tecnológicas y acceso a internet gratuito, el proyecto fue presentado como un ejemplo del desarrollo cultural y educativo del país.

Sin embargo, Alfaro denuncia que ese mismo espacio que promueve la inclusión tecnológica, reproduce prÔcticas de exclusión social.

ā€œLa Biblioteca Nacional de El Salvador es una donación de la Embajada China para nosotros los salvadoreƱos, pero los dueƱos actuales generan mucho maltrato a las personas transgĆ©neroā€, expone en su denuncia.

Daniela explica que asiste frecuentemente a la biblioteca para utilizar las computadoras, ya que no cuenta con una propia y las necesita para redactar su tesis universitaria, requisito indispensable para su graduación en la Universidad de El Salvador.

ā€œActualmente no tengo los recursos para tener una computadora en mi casa, por ello asisto a la BINAES para elaborar mi trabajo de tesis y poder graduarme. Este trato hostil y denigrante me lleva a abandonar las oportunidades que me permitan crecer y desarrollarme plenamente.ā€

El acceso a espacios públicos sin discriminación forma parte del derecho universal a la educación, la cultura y la libertad de expresión. Sin embargo, en El Salvador, este derecho parece condicionado por la identidad de género.

ā€œLa discriminación y un trato injusto son barreras a mi derecho a ser tratada con respeto y dignidad, y poder acceder a los servicios pĆŗblicos sin temor a ser discriminadaā€, enfatiza Alfaro.

Daniela solicita que las autoridades competentes tomen medidas inmediatas para restituir sus derechos como ciudadana salvadoreña, y advierte que la amenaza de ser encarcelada por ejercer su identidad en espacios públicos representa una forma grave de persecución.

ā€œSin duda, esto es una persecución desde la imposición y la coacción, lo cual repercute gravemente en mi salud fĆ­sica y mentalā€, escribió en su denuncia.

Violencia institucional y miedo cotidiano

El caso de Alfaro no es aislado. 

Las personas trans en El Salvador enfrentan un contexto de violencia estructural y estigmatización que atraviesa la vida cotidiana, desde el acceso a la educación y el empleo, hasta la atención en salud y el uso de espacios públicos.

ā€œUna vez, en el Centro Histórico, un agente de la PolicĆ­a Nacional Civil solo por estar sentada en un parque me dijo que en este gobierno no se estĆ” respetando a las personas LGBT y me tiró mis pertenencias al pisoā€, relata Alfaro, recordando otro episodio de agresión.

Este tipo de acciones, segĆŗn organizaciones defensoras de derechos humanos, constituyen una forma de violencia institucional, donde agentes del Estado o personal de instituciones pĆŗblicas refuerzan prejuicios que vulneran los derechos fundamentales.

El Salvador, a diferencia de otros países de la región, no cuenta con una Ley de Identidad de Género ni con políticas públicas específicas que protejan a la población trans. La ausencia de marcos legales y la falta de reconocimiento administrativo de la identidad autopercibida agravan la vulnerabilidad de este grupo.

SegĆŗn Alfaro y activistas consultados, existe un clima de impunidad y desinterĆ©s gubernamental frente a estos hechos. ā€œLa violencia institucional no solo nos quita derechos, tambiĆ©n nos quita esperanzaā€, reflexionó la joven.

Una deuda pendiente: la Ley de Identidad de GƩnero

En 2022, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia emitió una resolución en la que ordenaba a la Asamblea Legislativa legislar sobre una Ley de Identidad de Género, que permita a las personas trans adecuar su nombre y género en los documentos legales de acuerdo con su identidad autopercibida.

Sin embargo, a la fecha, el gobierno de Nayib Bukele y la actual Asamblea —con mayorĆ­a oficialista— no han avanzado en la discusión ni en la aprobación de dicha ley.

Para las organizaciones que acompaƱan a la población trans, esta omisión es una forma de violencia estructural. ā€œEl Estado salvadoreƱo sigue sin reconocer nuestra existencia jurĆ­dica. No tener documentos que reflejen quiĆ©nes somos nos expone a humillaciones, exclusión laboral y vulneraciones constantesā€, explicó un representante de la organización Comcavis Trans en declaraciones recientes.

La Ley de Identidad de Género no solo busca el reconocimiento nominal, sino también garantizar el acceso a servicios bÔsicos, educación, salud y empleo sin discriminación. En la prÔctica, la falta de esta ley permite que situaciones como la ocurrida en la BINAES se repitan con frecuencia, sin mecanismos de reparación efectivos.

La invisibilidad legal se traduce en exclusión social. Al no contar con documentos que correspondan a su identidad, las personas trans enfrentan obstÔculos para inscribirse en universidades, obtener empleo o incluso acceder a atención médica sin ser expuestas o ridiculizadas.

Un paĆ­s que sigue vulnerando derechos

La situación de Alfaro pone rostro a una realidad mÔs amplia: la falta de garantías para vivir con dignidad siendo una persona trans en El Salvador. Su testimonio refleja cómo la discriminación no siempre se manifiesta con violencia física, sino también con gestos institucionales de exclusión, humillación y negación de derechos.

A pesar de los compromisos internacionales asumidos por el Estado salvadoreƱo —como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los Principios de Yogyakarta, que reconocen la identidad de gĆ©nero como parte de la dignidad humana—, las polĆ­ticas nacionales siguen sin incorporar una visión inclusiva y de respeto hacia la diversidad.

Organismos internacionales como la ONU y la CIDH han advertido que la discriminación basada en identidad de género constituye una forma de violencia que puede derivar en daños psicológicos, pérdida de oportunidades y, en los casos mÔs extremos, crímenes de odio.

En ese contexto, el caso de Alfaro no solo evidencia un acto de discriminación individual, sino tambiĆ©n un sĆ­ntoma de un problema estructural. 

ā€œEs triste que en un lugar donde uno va a estudiar, a prepararse y superarse, te humillen por ser quien sos. No pedimos privilegios, solo respetoā€, expresó Daniela con tono de frustración.

El retroceso acadƩmico tras la censura del lenguaje inclusivo

El caso de Alfaro también puede entenderse dentro de un contexto mÔs amplio: el retroceso institucional que ha comenzado a experimentarse en el sistema educativo salvadoreño tras la reciente disposición gubernamental de prohibir el uso del lenguaje inclusivo en todos los niveles de enseñanza.

Aunque la medida fue presentada por el Ministerio de Educación como una forma de ā€œmantener la pureza del idiomaā€, especialistas en derechos humanos advierten que esta decisión envĆ­a un mensaje de exclusión hacia las personas LGBTQ, especialmente hacia estudiantes y docentes que trabajan por ambientes mĆ”s respetuosos y diversos.

En la prĆ”ctica, la censura del lenguaje inclusivo puede profundizar el miedo a hablar sobre temas de gĆ©nero y diversidad en el Ć”mbito acadĆ©mico, limitando la libertad de expresión y el derecho a la educación inclusiva. ā€œCuando se prohĆ­ben palabras, se prohĆ­ben existenciasā€, expresó una docente universitaria consultada, aludiendo a que el lenguaje no solo comunica, sino que reconoce identidades y realidades sociales.

Para jóvenes como Alfaro, que viven en carne propia la discriminación en espacios públicos, esta política representa un nuevo obstÔculo en su formación profesional. La falta de apertura institucional no solo afecta la seguridad física de las personas trans, sino también su desarrollo académico y su posibilidad de proyectarse en igualdad de condiciones.

Una lucha por existir y ser reconocida

La historia de Alfaro es la de muchas personas trans en El Salvador que, pese a los avances sociales, continúan enfrentando un sistema que las invisibiliza y excluye. Su denuncia ante la PDDH representa un acto de valentía, pero también de desesperación frente a un Estado que no reconoce plenamente su humanidad.

Mientras no exista una Ley de Identidad de Género ni políticas que garanticen el respeto a la diversidad, las personas trans seguirÔn expuestas a humillaciones, amenazas y exclusión institucional.

El incidente en la BINAES no deberĆ­a verse como un hecho aislado, sino como un recordatorio urgente de que la igualdad y la dignidad deben ser una realidad vivida, no solo un discurso.

El Salvador, paĆ­s que se precia de ser ā€œel paĆ­s de la libertad y la feā€, sigue en deuda con quienes, como Alfarpo, buscan simplemente estudiar, trabajar y vivir sin miedo.

La justicia y la igualdad no deberĆ­an depender de una ā€œorden desde arribaā€, sino del reconocimiento de que toda persona —sin importar su identidad o expresión de gĆ©nero— merece respeto, dignidad y la oportunidad de construir su vida plenamente.

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