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Un californiano conquista las cocinas de MasterChef España   

Michael Salazar es el primer participante estadounidense del reality show

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Michael Salazar (Foto cortesía de RTVE)

Un escalofrío atravesó el cuerpo de Michael Salazar cuando, a la temprana edad de 16 años, su madre le preguntó, sin el menor pudor, si era maricón; no gay ni homosexual: maricón, con toda la carga despectiva que esa palabra puede encerrar. La interrogante lo tomó por sorpresa y sintió que moría de vergüenza y miedo. 

“Me quedé helado”, cuenta Michael al Washington Blade, 35 años luego del suceso. “No sé de dónde saqué valor y le contesté que sí. Fue entonces cuando me dijo que me tenía que ir de la casa, ¡y ya! Ella no quería tener ningún maricón bajo su techo”.   

Esta amarga anécdota, que no por lejana deja de ser dolorosa para él, la escucharon por primera vez quienes siguen la versión española de MasterChef, un reality show de habilidades culinarias, que en este 2020 ya acumula ocho temporadas. Michael, uno de sus concursantes, es el primer estadounidense que se presenta en la competencia, que se emite cada lunes por Televisión Española. 

Michael, 51 años, nació en Costa Rica y a los siete años se trasladó con su familia a los Estados Unidos. Creció en Long Beach, California, lugar que él denomina su “pueblo natal”. 

“Cuando alguien me pregunta que de dónde soy, mi respuesta es siempre la misma, aunque también viví en Victorville unos años, antes de venirme para España, donde conservo buenos amigos”, dice.

Profesor de Inglés y aficionado al arte culinario, decidió probar suerte en uno de los certámenes televisivos más populares de España, donde reside desde hace ocho años. Vive actualmente en Barcelona, muy cerca del mar, junto a su esposo Fernando. En exclusiva conversamos con él sobre su pasado, repleto de eventos discriminatorios y su presente, en el que se ha convertido en una especie de celebrity, que motiva a muchos jóvenes LGBTQ cada vez que aparece en pantalla.

¿Cómo recuerda la vida con su familia en Estados Unidos?

“Mi vida en familia, si se puede llamar así, no era muy amorosa. A veces, trato de recordar algo divertido o eso que me haga sentir nostálgico y solo me viene a la mente cuando llegó la selección de Costa Rica a Los Ángeles, para jugar un partido de fútbol. Mi madre hizo una fiesta con sus amigos para celebrarlo, pero no me acuerdo si ganó ni contra quién jugó. 

Yo de pequeño me imaginaba que era adoptado y que algún día vendrían mis verdaderos padres a llevarme. Veía a las familias de mis amigos como si fueran las de la tele, tanto amor y cariñitos, y me daban ganas de quedarme a vivir con ellos. En aquellos años, no le gustaba a mi madre que fuera un niño tan afeminado.

Era una cuestión ‘cultural y religiosa’ de la época. Una vez me dijo que yo era el ‘desprestigio de la familia’. No supe en ese momento lo que significaba la frase, pero sabía que no era bueno. Tenía como 8 o 9 años, pero se me quedó grabado”.

¿Qué sucedió después de ese episodio donde su mamá lo expulsó del hogar por ser homosexual?

“Empezaré por recordarte que en los años 80 estábamos en plena epidemia del VIH-Sida y toda la comunidad gay estaba en pánico. Se empezaron a organizar muy rápido, haciendo pruebas de Sida, dando ayuda psicológica y ofreciendo albergues para aquellos que habían sido echados de sus casas. Los jóvenes gays y latinos sufrimos más discriminación, porque nuestras familias eran muy religiosas y tradicionales. Unos amigos y yo nos unimos a un grupo de apoyo que organizó la MCC (Metropolitan Community Church) en Long Beach y ayudábamos a recaudar fondos para la gente que lo había perdido todo por el Sida. 

Enviaron a mi casa un boleto con una invitación para una fiesta y mi mamá la leyó. Cuando llegué del instituto, ella me dijo que había una iglesia cristiana que convertía a ‘maricones y tortilleras’ en gente ‘normal’, y que me habían enviado una carta. Me preguntó el porqué. En ese momento yo no entendí muy bien qué pasaba y ni siquiera lo asocié con la MCC. Un escalofrío atravesó mi cuerpo. Me sentí morir de vergüenza y de miedo, porque no sabía por dónde iba la cosa. 

Yo le contesté que no sabía nada de eso y fue cuando ella me preguntó que si yo era ‘maricón’. Me quedé helado, pero no sé de dónde saqué valor y le contesté que sí. Fue entonces cuando me dijo que me tenía que ir de la casa, ¡y ya! Ella no quería tener ningún maricón bajo su techo. 

Entonces, le pedí permiso para llamar a mi hermana para ver si me dejaba quedarme en su casa. Me dijo que sí, que la llamara, pero rápido. Mi hermana me dijo que me fuera a su casa y que me podía quedar el tiempo que fuera necesario, pero … en unos días ella se iba a Costa Rica a visitar unos parientes y no sabía cuánto tiempo iba a quedarse. Yo le prometí que tan pronto encontrase un sitio dónde quedarme, me iría”.

¿Cómo incidió en Ud. el sentirse discriminado por su propia familia? 

“Durante muchos años me sentí culpable y no debía confesar que era gay. Pero conocí gente tan buena que me ayudaron a entender que no era mi culpa y me enseñaron a quererme. Hoy en día, soy un hombre felizmente casado y veo la vida con optimismo. Sé que hay cosas que no podré cambiar, pero yo pongo de mi parte para ser una persona mejor todos los días”.

¿Cuánto cambió su vida a partir de ese entonces? 

“Haber pasado por esa situación me ha hecho tener más sensibilidad hacia otras personas que se encuentran en cualquier forma de discriminación. Como profesor, inculco en mis alumnos el respeto y el hacerse respetar. Entiendo que hay situaciones que no podemos cambiar, pero lo que sí podemos hacer es tener una visión de las cosas más optimista. 

Yo soy un vivo ejemplo de que todo puede mejorar en la vida si le das una oportunidad. Deseo que ninguna otra persona pase por lo que yo pasé, pero, a la vez, reconozco que no es tan fácil. Hoy en día, por medio de Instagram, me contactan muchos jovencitos diciéndome que se identifican con mi historia y eso me da mucha pena, porque sé lo mal que lo están pasando. 

Trato de darles ánimos y que tengan paciencia, ¡todo mejorará! También me hablan muchos padres que me preguntan cómo pueden ayudar a sus hijos que les han confesado su orientación. Siempre les digo que hay grupos de apoyo, tanto en persona como online, y les animo a que se pongan en contacto con ellos. Yo solo les puedo aconsejar desde mis vivencias, sin embargo, en esas asociaciones tienen grupos de expertos cualificados que les ayudarán mejor que yo”.

¿Ud. contó que cuando su madre lo echó de la casa el gobierno de California lo reubicó con un padre gay. ¿Qué tan diferente fue todo a partir de ahí? 

“El departamento de servicios humanos junto con el Gay and Lesbian Center de Los Ángeles formaron un grupo llamado Pink Project, que se basaba en asignar niños gays o lesbianas de la calle a padres gay-lésbico, ya que otras familias casi nunca nos entendían. A mí me tocó vivir en Burbank, California. Quien me acogió fue uno de esos ‘ángeles’ en mi vida, que me trató con mucho respeto y cariño, y aunque solo estuve en su casa unos meses, dejó una huella en mi vida tan positiva que me atrevo a decir que soy quien soy gracias a él”.

¿Se ha sentido discriminado alguna otra vez? 

“Desgraciadamente, ¡sí!  En mi caso me han discriminado en multitud de ocasiones por triple motivo: por ser hispano, gay y oscuro (todo lo que los racistas odian). Al principio me ponía muy triste, porque sentía que era la historia de nunca acabar. Ya después me hice una piel más dura y no dejé que me afectara tanto. Yo soy feliz como soy y tengo gente que me ama igual”.

¿Y cómo terminó viviendo en España? 

“Estuve trabajando para una gran compañía de teléfono en Victorville, California. Ganaba mucho dinero, pero a la vez era muy duro y tenía mucho estrés. No tenía vida, no estaba feliz ahí, quería un cambio. Empecé a viajar dentro del continente y nada. Entonces decidí buscar en Europa. Fui a Londres, a París y cuando llegué a Madrid dije ‘Oh! This is it!’  Tuve una conexión inmediatamente con España y decidí venirme a vivir aquí. Eso fue en 2010 y, para finales del 2012, ya estaba viviendo aquí en Barcelona”. 

¿Por qué le gusta la vida en España? 

“Vivir en España es muy agradable. Como hispano-americano encuentro muchas similitudes con nuestra cultura, pero aquí la historia está más conservada y se puede apreciar en sus palacios, en sus castillos, en sus calles … en fin, en todo su alrededor. A diferencia de lo que me pasaba en Estados Unidos, donde yo vivía para trabajar, aquí siento que trabajo para vivir, y vivo muy bien. 

Tengo una nueva familia y unos amigos que ya son como mi familia también. Es increíble que un país tan pequeño como España tenga tanta diversidad cultural, como la vasca, la catalana, la gallega, la andaluza … Allí donde vayas encuentras algo interesante. Además, la gente en España es muy linda y acogedora. ¡Es imposible no enamorarse de este país!”

Sin embargo, también se enamoró de su actual esposo … 

“Fernando y yo nos conocimos en una red social. Yo ya tenía pensado ir a Barcelona y, una vez allí, quedamos para conocernos. Eso fue a finales del 2012 y, desde entonces, empezamos a vernos casi todos los días. ¡Fue muy bonito! A los pocos meses nos fuimos a vivir juntos. El 4 de agosto del 2017 nos casamos legalmente aquí en Barcelona. Ya vamos para 8 años de pareja y 3 de casados”.

¿Se siente parte de la comunidad LGBTQ de España? 

“Yo soy abiertamente gay y, aunque hoy en día no estoy involucrado en organizaciones LGBTQ, cuando vivía en Victorville fundamos junto a unos amigos, en febrero del 2009, el High Desert Equality, un grupo de actividades socio-culturales. Aquí en España, sobre todo por falta de tiempo, no pertenezco a ninguna organización, pero no descarto hacerlo pronto”. 

¿De dónde viene esa pasión suya por la cocina? 

Siempre me gustó la cocina, sólo que antes lo hacía más por necesidad que por gusto. Ya desde hace unos 15 años empecé a practicar nuevas recetas y a cocinar jugando con diferentes mezclas de sabor y texturas, pero siempre enfocándome en lo tradicional. En mis viajes (me encanta viajar) he aprendido mucho de diferentes culturas gastronómicas y siempre he intentado plasmarlas en mis platos. Esto me ha dado más amplitud a la hora de cocinar. Me encanta que mis amigos disfruten de algo que yo he cocinado”.

¿Por qué decide incorporarse a MasterChef?

“La primera vez que vi MasterChef fue en el año 2014 y me gustó, pero no lo pude seguir por cuestiones de horario. En el 2015 cambié mi horario de trabajo y así pude verlo completo. Me quedé tan impresionado que empecé a buscar las recetas que hacían y practicarlas en casa. Recuerdo que al principio le decía a Fernando que yo algún día iba a entrar en ese programa. Me hacía mucha ilusión con solo pensar en todo lo que aprendería. El año pasado, mientras veíamos la edición de MasterChef Celebrity vi que anunciaban que todavía estaban abiertas la plazas para entrar en MasterChef. Abrí la computadora y rellené la solicitud. Y después de un duro proceso de selección, ¡aquí estoy!”

¿Cómo se ha sentido hasta ahora en el concurso?

“El talent show es muy difícil, ¡pero me encanta!  Si me preguntáis que si lo recomiendo, yo digo mil veces que sí. No solo por lo que aprendes, sino también por cómo me trata toda la gente del programa: el jurado, los trabajadores de producción, los cámaras, las maquilladoras, las peluqueras … ¡Ha sido una experiencia maravillosa!”

¿Cuáles han sido sus momentos más difíciles hasta ahora en el programa? 

“Creo que lo más difícil para mí es la convivencia con los compañeros. Nunca había estado en un entorno con gente tan diferente a mí, y ¡mira que soy de Los Ángeles!” 

¿Cree que el hecho de ser extranjero y gay lo ha puesto en una posición diferente con relación a sus compañeros? 

“Antes de que me seleccionaron entre los últimos 50 concursantes mis amigos me vacilaban con eso, que por ser gay y latino tendría más oportunidades. Estuve a punto de creérmelo, pero cuando vi que en la última prueba la comunidad LGBTQ ya estaba muy bien representada, pensé: ‘¿me seleccionarán por ser extranjero?’. Pero también convocaron a otras personas de diferentes países como Cuba, Bélgica, China, Marruecos, así que no creo que ser extranjero o gay haya tenido algo que ver, ¡fue mi cocina! 

Shine Iberia, la productora que tiene a su cargo la realización de MasterChef España y que forma parte del grupo internacional Endemol Shine Group, refirió al Blade que la inclusión de personas LGBTQ en sus producciones es inequívoco. Programas de éxito en España como MasterChef o Maestros de la Costura apuestan edición tras edición por la visibilidad y normalización de todos los colectivos, y por supuesto también del colectivo LGBTQ, mostrando a través de sus talent shows cómo son las personas con independencia de su procedencia u opción. 

En ese sentido -continúa Shine Iberia- cabe destacar la reciente presencia de Michael en esta octava edición de MasterChef, temporada de la que también ha formado parte Saray, una transexual de etnia gitana que ha compartido cocinas con Michael y los otros 15 aspirantes”. 

¿Qué le ha enseñado el programa hasta hora, profesional y personalmente? 

“Gracias a MasterChef me estoy perfeccionando en las cosas que ya hacía. También estoy aprendiendo técnicas que por mí solo hubiesen sido muy difíciles. En lo personal te digo que ahora aprecio más el tiempo con mi pareja y mis amigos, detalles que antes no daba mucha importancia, ahora los valoro más”.

¿Cuánto de sus raíces hay en sus platos? 

“¡Mucho! Nosotros, en California, tenemos la suerte de tener mucha influencia mexicana, que a la vez tiene mucho que ver con la comida española. En Estados Unidos crecemos con una gran variedad de comidas de todo el mundo. Toda esa influencia me ha ayudado a poder improvisar más rápido que el resto de mis compañeros en las diferentes pruebas”.

¿Qué tal la relación con los jueces y el resto de los compañeros? 

“Cuando no estamos grabando, tienes oportunidad de charlar con los jueces y para mí son personas muy cercanas y encantadoras.  Yo en lo personal me he llevado muy bien con los tres, pero debo admitir que Samantha Vallejo-Nágera me ha dejado la mejor impresión. En cuanto a los compañeros, tengo más relación con Teresa, Adrienne, Sito y Mónica”.

¿Cómo se siente durante las grabaciones? ¿Qué sentimientos experimenta? 

“¡En el plató y los exteriores hay un remolino de emociones! ¡Es una combinación de estrés, nervios y adrenalina! Me lo paso mejor durante las grabaciones. Todos nos tratan muy bien, desde los que limpian hasta los de dirección. ¡Es otro mundo! ¡I love it!

¿Cómo lo ha recibido el público español? 

“¡Muy bien! En las redes sociales no dejan de apoyarme. Desde que vine a España por primera vez de turismo y hasta ahora me he sentido como en casa. La gente aquí es muy acogedora y te hacen sentir como uno de ellos. Me hacen sentir muy querido”.

¿Cuáles son sus mayores aspiraciones en el mundo culinario? 

“Siempre he soñado con tener mi propio negocio relacionado con la cocina. Pensé en poner un pequeño restaurante y abrir solo por las tardes. Pero ya con la experiencia que tengo sé que lo mejor para mí sería un servicio de catering.  De hecho, estoy en contacto con mi compañera Teresa para, en un futuro no muy lejano, poder montar algo aquí en Barcelona. Quién sabe si en un futuro abrió una filial en Los Ángeles o en Washington, D.C.”

¿Qué significaría para ud obtener el trofeo de MasterChef España?

“¡Wow! Ganar el título de MasterChef España no solo representa el dinero o la fama, también es haber logrado una más de mis metas. La oportunidad de estudiar en Basque Culinary Center es algo que nunca hubiera imaginado. Todo lo que podría aprender y la experiencia que adquiriría … ¡sería genial!  

¿Ha regresado a Estados Unidos? 

“¡Si!  El verano pasado nos fuimos Fernando y yo a pasear y visitar a mi familia y amigos. Estuvimos en Orlando, San Francisco, Long Beach (por supuesto), Hollywood, Las Vegas y otras ciudades. Estuvimos tres semanas y, claro, nos faltó tiempo para ver todo lo que queríamos. Estamos pensando en hacer otro viaje por lugares que no conozcamos, como New Orleans, Washington, D.C., Cleveland o New York y ¡muchos otros!” 

¿Qué lazos mantiene con California y Estados Unidos?

“Tengo muchos amigos en California, con los cuales mantenemos contacto. También a mi padre de acogida. En Long Beach tengo una tía que quiero mucho. ¡Y en Florida tengo a mi hermana que adoro! Estados Unidos siempre será mi hogar. ¡Yo soy y seguiré siendo americano! He hablado con mi marido de que en un futuro, cuando estemos jubilados, podríamos ir a vivir a Cocoa Beach”. 

Michael Salazar (Foto cortesía de RTVE)
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Histórico: personas LGBTQ ya pueden donar sangre en Honduras

Se publicó acuerdo ejecutivo 002-2024 el 30 de noviembre en la Gazeta

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(Imagen cortesía de Reportar sin Miedo)

Reportar sin Miedo es el socio mediático en Honduras. Esta nota salió en su sitio web el 5 de diciembre.

Un esperado avance en la lucha de las poblaciones LGBTIQ+ se produjo tras levantarse la prohibición que durante 25 años impidió que las poblaciones de las disidencias sexuales donaran sangre en Honduras.

Con la publicación del 30 de noviembre en el diario oficial La Gaceta se puso fin a la reforma legal que durante un cuarto de siglo prohibió a las poblaciones LGBTIQ+ donar sangre sin importar las circunstancias. Así, por medio del acuerdo ejecutivo 002-2024, las disidencias sexuales han obtenido un pequeño triunfo tras levantarse el impedimento legal de donar sangre, aunque eso haya puesto en riesgo vidas humanas.

De ese modo, la nueva reforma publicada hace cinco días modifica el acuerdo 629, llamado «Norma técnica para el manejo de la sangre y los componentes sanguíneos», emitido en agosto de 1999 y publicado en La Gaceta en enero del año 2000.

La norma técnica de 1999 ordenaba «excluir en forma permanente” de la donación de sangre «a homosexuales, bisexuales [y] heterosexuales con comportamiento sexual de riesgo”, entre otros.

La razón de tal exclusión, según la norma técnica de hace 25 años, era que “por razón de sus prácticas sexuales o exposición a alto riesgo, tienen mayor probabilidad de adquirir la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana u otros agentes infecciosos”.

25 años sin donar sangre 

“Nuestra sangre no es distinta. Este avance significa 25 años de lucha por nuestros derechos”, dijo a Reportar Sin Miedo Indyra Mendoza, coordinadora de la Red Lésbica Cattrachas, tras conocer el acuerdo que restituye a las poblaciones LGBTIQ+ el derecho de donar sangre. 

Esta reforma histórica se debe al trabajo de litigio estratégico de la Red Lésbica Cattrachas, que impulsó ante el Sistema Interamericano el derecho de donar sangre de las personas LGBTIQ+.

Este nuevo logro de Cattrachas se suma a su exitoso trabajo para obtener la sentencia en el caso «Vicky Hernández versus Honduras» que significó la condena del Estado hondureño por el asesinato de la líder trans.

En el proceso, el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh) y el Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU se han involucrado durante los últimos años con dictámenes, informes técnicos y acciones para la no discriminación de las disidencias sexuales en la donación de sangre.  

El nuevo acuerdo que restituye el derecho de donar sangre a las disidencias sexuales se produce tras un cuarto de siglo durante el cual el Estado solo cumplió en parte su papel de protector de la persona humana en lo referente a las disidencias sexuales de Honduras.

Así, la política sobre la sangre y sus derivados que había estado vigente desde 1999 negó a las poblaciones LGBTIQ+ el derecho de donar sangre junto con personas trabajadoras del sexo, farmacodependientes, hemofílicos, politransfundidos, compañeros sexuales de personas infectadas por el virus de la inmunodeficiencia humana y alcohólicos habituales.

La normativa estaba ‘desfasada’

La prohibición de donar sangre que afectó a las poblaciones LGBTIQ+ en Honduras no solo les impidió el goce pleno de sus derechos. Además, la reforma vigente desde agosto de 1999 hasta el 30 de noviembre de 2024 segó vidas como la de Marcela, la pareja de Eliza*.

Eliza vivió en carne propia esta reforma discriminatoria cuando no pudo donar sangre para Marcela, quien estaba muriendo de leucemia en el Seguro Social de Tegucigalpa en julio de 2020. 

“La primera vez que intenté donar sangre, la Cruz Roja me rechazó sin decirme motivo. Necesitaba donar con urgencia porque mi pareja necesitaba transfusión. No me lo permitieron por ser lesbiana y ella murió”, relató Eliza. Para la coordinadora de Cattrachas, Indyra Mendoza, el acuerdo de 1999, reformado en 2024, ya estaba desfasado.

“La normativa está totalmente desfasada”, dijo Mendoza en 2020, refiriéndose a los casos de población LGBTI que dona sangre en el país. 

Indyra Mendoza, coordinadora de Cattrachas, la red que en los últimos tres años ha obtenido dos logros históricos en favor de las poblaciones LGBTQ.

Eliza no conocía esa normativa, por lo cual se presentó a la Cruz Roja y dijo que tenía relaciones sexuales con otra mujer. 

Quienes la atendieron le dijeron que era imposible que donara sangre, argumentando que no tenía el peso adecuado para ser donante. 

“Pocos días antes de morir, Marcela se había puesto peor”, relató. 

Marcela necesitaba con urgencia más plaquetas para continuar luchando contra la leucemia, por lo cual Eliza se dirigió al centro de donación. Se alegró porque cumplía los requisitos, pero esa vez no argumentaron que estaba demasiado delgada. 

“Usted no puede donar. Ya sabe por qué”, dijeron. Después de dar rodeos, agregaron que no podía hacerlo porque tenía relaciones sexuales con una persona de su mismo sexo.

Tras un año de quimioterapias y otros duros tratamientos, había sido testigo del desgaste y la agonía de Marcela, pero una ley discriminatoria le impidió ayudar a la persona que amaba. 

“No es por discriminación”, le dijo el enfermero, “ustedes no me dan asco”. Eliza no necesitaba más explicaciones porque estaba segura de que la estaban discriminando. 

Marcela murió el 21 de julio de 2020.

Vea aquí un video relacionado con el tema.

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Activista trans denuncia al Estado salvadoreño ante la CIDH

Karla Guevara dice el país ha violado sus derechos

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Karla Guevara (Foto de Ernesto Valle por el Washington Blade)

Karla Guevara, una reconocida activista por los derechos de las personas trans en El Salvador, comunicó su denuncia ante organismos nacionales e internacionales de derechos humanos. 

En su petición presentada a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, solicita que se declare la responsabilidad internacional del Estado salvadoreño por violaciones a la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la Convención de Belém do Pará. La activista señala que estas vulneraciones han ocurrido en perjuicio de su persona, particularmente en el marco de su lucha por el reconocimiento de su identidad de género.

Desde 2019, Guevara ha enfrentado un complejo y prolongado proceso judicial para obtener el cambio de nombre y género en sus documentos oficiales, debido a la inexistencia de una ley de identidad de género en El Salvador. Actualmente, las personas trans solo pueden recurrir a los juzgados de familia para solicitar dicho reconocimiento, un camino que, como señala la activista, está plagado de obstáculos y revictimización. 

“Como la primera mujer trans en El Salvador en acceder a cambiar de nombre y género en mis documentos de identidad, he luchado desde mi activismo por una Ley de Identidad de Género”, expresó Guevara en una entrevista con Washington Blade.

El proceso iniciado en el Juzgado Primero de Familia de San Salvador en diciembre de 2019 fue inicialmente declarado improponible en enero de 2020. Sin embargo, tras apelar dos veces a la Cámara de Familia, Guevara obtuvo una sentencia favorable en agosto de 2022. La resolución ordenaba el cambio de nombre y género en sus documentos de identidad y la marginación de su partida de nacimiento, pero la Alcaldía Municipal de San Salvador interpuso un amparo que ha impedido la ejecución de esta decisión durante los últimos dos años, alargando a cinco años su búsqueda de reconocimiento oficial.

Tratos discriminatorios y violencia psicológica

Durante este extenso proceso, Guevara denunció ser víctima de tratos discriminatorios y revictimizantes que han afectado su salud mental y vulnerado su integridad personal. Entre estos tratos destacan la patologización y genitalización de su identidad, el escrutinio judicial e inspección física de su cuerpo y el escepticismo constante de las autoridades sobre su femineidad y motivaciones. 

“El Estado salvadoreño ha impedido y sigue impidiendo que mi persona cuente con documentos de identidad acordes con mi identidad de género, pese a que existe una sentencia firme que me reconoce este derecho”, declaró Guevara.

Estas experiencias, según la denuncia, constituyen violaciones a su integridad psíquica y violencia psicológica según la Convención de Belém do Pará. Además, Guevara argumenta que el Estado salvadoreño ha vulnerado derechos fundamentales reconocidos en la Convención Americana, como la integridad personal, la protección de la vida privada, la libertad personal, la igualdad ante la ley y las garantías judiciales, entre otros.

Acompañamiento de organizaciones sociales

La denuncia de Guevara cuenta con el respaldo de organizaciones como la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local y Synergia, quienes han apoyado su caso ante la CIDH. Estas organizaciones destacan que la falta de una Ley de Identidad de Género en El Salvador perpetúa la discriminación estructural hacia las personas trans. Además, recalcan la importancia de visibilizar casos como el de Guevara para impulsar reformas legales que garanticen el reconocimiento y la protección de los derechos de la población LGBTQ.

“Consideramos que llevar el caso a esta instancia, es la forma más eficiente y efectiva para tener este reconocimiento de las violaciones que el Estado de El Salvador cometió hacia Karla”, expresó Mirta Moragas de Synergía – IHR – Initiatives for Human Rights.

Para Alejandra Burgos de Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, es importante mostrar el apoyo a Guevara desde la Red Feminista. 

“También mostramos nuestro apoyo con todas las personas trans que no tienen acceso a ser reconocidas con su nombre en este país”, agregó. 

Ambas organizaciones reconocen la valentía de Guevara, como también la de muchas organizaciones en El Salvador, que han luchado contra la impunidad ante los crímenes de odio en el país. 

Impacto del discurso de odio en El Salvador

El contexto nacional en materia de derechos de la población LGBTQ es preocupante, con un aumento de discursos de odio promovidos por funcionarios públicos, incluyendo al presidente, así como diputados y otras figuras políticas. Este clima hostil, según varios activistas de El Salvador, ha generado retrocesos significativos en materia de derechos humanos. Aseguran que estos discursos no solo perpetúan la violencia y la discriminación, sino que también afectan la capacidad del Estado para cumplir con sus obligaciones internacionales.

El caso de Guevara se suma a una creciente lista de denuncias contra el Estado salvadoreño por violaciones a los derechos humanos de la población LGBTQ. Organismos internacionales, como la CIDH, están llamados a evaluar esta denuncia y emitir recomendaciones que impulsen cambios estructurales en el país.

Colectivo Alejandría y otras organizaciones han instado a la comunidad internacional a presionar al gobierno salvadoreño para que adopte medidas concretas que garanticen el reconocimiento de los derechos de las personas trans, porque las evidencias de un mal proceder son claras. 

“Este es un ejemplo claro de todos los desacatos del Estado salvadoreño, con órdenes judiciales estrictas y específicas”, expresa Aranza Santos de Colectivo Alejandría.

Un camino hacia la justicia

El proceso de Guevara es un recordatorio de la urgente necesidad de una legislación inclusiva en El Salvador. Su lucha es un símbolo de resistencia y esperanza para la población trans, que enfrenta diariamente barreras legales y sociales para vivir con dignidad. Con el apoyo de organizaciones diversas organizaciones que luchas por los derechos de la población LGBTQ, Guevara continúa su batalla no solo por su reconocimiento personal, sino por el derecho de toda una comunidad a ser vista, escuchada y respetada.

En un contexto marcado por retrocesos en derechos humanos, el caso de Guevara resalta la importancia de construir un país más inclusivo y justo, donde todas las personas puedan vivir libres de violencia y discriminación.

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Estudiantes de la Universidad de El Salvador reclaman respeto para la comunidad LGBTQ

23.7 por ciento de estudiantes queer de la UES han experimentado discriminación

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(Foto de la página de Facebook de AMATE El Salvador)

A finales de octubre en la Universidad de El Salvador, AMATE El Salvador llevó a cabo un foro que buscaba marcar un hito en la historia de la única institución pública de educación superior en el país. Este espacio, orientado hacia la inclusión de la diversidad sexual y de género, presentó una propuesta que podría transformar el ambiente académico, eliminando barreras de discriminación y promoviendo una convivencia más justa.

El foro: “Hacia una universidad más inclusiva: Propuestas para la inclusión LGBTI+ en la UES”, tuvo como base un estudio realizado por AMATE El Salvador en 2023, titulado “Orgullo en la UES: Desafíos para la inclusión LGBT+ en la Universidad de El Salvador”. Según los hallazgos, el 23.7 por ciento de los estudiantes LGBTQ de la UES han experimentado algún tipo de discriminación. Lo preocupante es que el 72.2 por ciento de estos casos señalan a los docentes como principales perpetradores, seguidos por compañeros de estudio y personal administrativo. 

Este panorama refleja una problemática sistémica que trasciende las aulas y afecta a toda la comunidad universitaria. 

“Los estudiantes LGBT+ no se sienten seguros en la universidad. Creen que construir una política de inclusión sería un paso hacia la transformación”, expresó Gonzalo Montano, sociólogo y miembro de la Fundación AMATE, en una entrevista con el Washington Blade.

Otro dato relevante del estudio muestra que el 63.9 por ciento de los encuestados reportaron haber escuchado a docentes utilizar argumentos religiosos para atacar a personas de la diversidad sexual en clases. Este dato pone de manifiesto cómo las creencias personales pueden interferir en el respeto a los derechos humanos en un espacio que debería ser neutral e inclusivo.

La propuesta de AMATE El Salvador

La propuesta presentada en el foro se fundamenta en un trabajo de investigación con datos cualitativos y cuantitativos, recolectados mediante entrevistas y encuestas a estudiantes, docentes y personal administrativo de la UES. 

“Es un esfuerzo construido desde las experiencias y necesidades de la comunidad universitaria”, explicó Idalia Zepeda, consultora de AMATE.

La propuesta plantea crear espacios para denunciar y atender casos de discriminación y violencia, además de prevenir crímenes de odio. También busca cambios administrativos que incluyan sensibilización y talleres formativos en temas de diversidad sexual. 

“Esto ayudaría a naturalizar investigaciones sobre derechos e inclusión en el ámbito académico”, añadió Zepeda.

El desafío de implementar esta política de inclusión en la UES no puede entenderse sin considerar el contexto más amplio de El Salvador y la región. 

“Hay un fuerte discurso en contra del reconocimiento de los derechos de grupos vulnerables, especialmente hacia mujeres y población LGBTI”, advirtió Montano.

Este discurso no solo proviene de sectores conservadores de la sociedad, sino también de funcionarios públicos y representantes gubernamentales, quienes han impulsado narrativas de odio y desinformación. Estas posturas afectan no solo a las comunidades LGBTQ, sino también a la capacidad de instituciones como la UES para responder de manera inclusiva.

La respuesta de la UES: avances insuficientes

Aunque recientemente la UES cuenta con un reglamento contra la violencia de género, en el que incluye a la población LGBTQ como grupo vulnerable, esta medida es percibida por AMATE como un avance insuficiente. 

“Un reglamento no sustituye la necesidad de una política clara y firme sobre inclusión”, enfatizó Montano.

Por ello, la organización hace un llamado a seguir dialogando con las autoridades universitarias, así como con estudiantes y docentes. Es crucial que la UES adopte una postura contundente frente a la discriminación, manteniendo su autonomía frente a posibles influencias del gobierno actual.

(Foto de la página de Facebook de AMATE El Salvador)

El rol del Centro de Estudios de Género y la proyección social

Durante el proceso de elaboración de la propuesta, el Centro de Estudios de Género de la UES jugó un papel clave. Esta unidad ha sido un espacio que ayudó a facilitar temas relacionados con la diversidad sexual y de género, ofreciendo talleres y formación para personal docente y personal administrativo.

La Dirección de Proyección Social también fue fundamental en la recolección de datos y contactos con autoridades de alto nivel. Estas alianzas internas reflejan que hay áreas dentro de la universidad comprometidas con la inclusión, aunque aún persisten resistencias significativas.

Impacto de los discursos religiosos y conservadores

Uno de los mayores desafíos que enfrenta la implementación de esta política es la influencia de valores tradicionales y discursos religiosos en el entorno universitario. Según AMATE, la falta de laicidad del Estado salvadoreño amplifica estos prejuicios. 

“No se trata solo de desconocimiento, sino de una socialización de valores que dificultan la aceptación de la inclusión como un principio básico”, señaló Montano.

El foro concluyó con un llamado a la reflexión colectiva sobre el papel que debe desempeñar la UES en la promoción de los derechos humanos. AMATE enfatizó que la universidad tiene una responsabilidad ética de liderar este cambio, convirtiéndose en un espacio seguro para todos, independientemente de su orientación sexual o identidad de género.

AMATE y otras organizaciones seguirán trabajando para que la UES no solo adopte la política de inclusión, sino que también implemente mecanismos concretos para garantizar su efectividad. La esperanza es que este esfuerzo inspire a otras instituciones académicas en el país y la región a seguir el mismo camino.

Este foro no solo fue un espacio de denuncia, sino también de esperanza. En un país donde los derechos de las personas LGBTQ son constantemente vulnerados, la lucha por la igualdad en la educación superior representa un rayo de luz que podría transformar realidades. La inclusión no es solo un valor, es una necesidad imperativa para el progreso social.

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