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‘Nací para crear y entretener’

Nina Flowers obtuvo 2ndo lugar en la temporada de estreno de ‘RuPaul’s Drag Race’

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Nina Flowers (Foto cortesía de Nina Flowers)

Del cielo de la discoteca cuelgan unas flores ampulosas, de colores y formas extravagantes.  La pista en penumbras simula por momentos una jungla de plantas exóticas y mariposas. Unas flores sembradas en el escenario engalanan el nacimiento de la música, que la DJ Nina Flowers engendra desde su mesa de mezclas. 

Flowers sabe perfectamente qué sonidos combinar para que la audiencia entre en éxtasis, una sensación que le rebota al instante y le hace levantar los brazos al compás del beat metálico, más intenso a cada segundo. Cuando la música llega al clímax, las luces estallan como relámpagos y descubro a Flowers con una mano en sus audífonos, y con la otra dirigiendo a su antojo la atmósfera electrizante en The Manors, una de las discotecas más populares de Wilton Manors, ciudad gay paraíso en el sur de la Florida.

DJ, productor musical, ex-drag queen y artista del maquillaje, Nina Flowers es la estrella invitada de este sábado. Muchos en el público levantan sus celulares para filmarla sin dejar de bailar, y no pocos se acercan para solicitarle una foto o un autógrafo. 

Y es que Nina Flowers es ampliamente reconocida entre la comunidad LGBTQ, especialmente por sus apariciones en “RuPaul’s Drag Race”. Flowers obtuvo el segundo lugar en la temporada de estreno del programa, emitido en 2009. 

Desde entonces, mucho ha sucedido en la vida profesional y personal de Flowers, quien accedió a una entrevista en exclusiva con el Washington Blade vía correo electrónico.

WASHINGTON BLADE: Muchos han seguido tu carrera desde que te convertiste en una celebridad, pero, ¿cómo comenzó todo? ¿Qué te impulsó en primer lugar a emprender una carrera como DJ?

FLOWERS: De muy joven, siendo aún un niño, solía acompañar a mi padre, quien asistía a un amigo que se dedicaba a ser DJ en fiestas privadas. Desde la primera vez que fui a uno de estos eventos, fue como amor a primera vista.

BLADE: ¿Cuál fue tu formación como DJ?

FLOWERS: Después de haber descubierto la carrera, comencé a tocar las fiestas del barrio, de la familia, en la escuela, hasta que fui creando una reputación para luego continuar haciendo fiestas privadas y eventos corporativos. A la edad de los 16 años (en 1989) audicioné por primera vez para una posición como DJ residente de un club nuevo en San Juan Puerto Rico, de donde soy oriundo, y fue donde obtuve mi primera residencia en un club. De ahí continué trabajando en muchas discotecas en la isla, hasta que me tocó mudarme a Estados Unidos y mi carrera explotó.

BLADE: Pero volviendo al comienzo. ¿Es cierto que en ese entonces actuabas con apariencia masculina? 

FLOWERS: Correcto y bajo el nombre de Jorge Flores, que es mi nombre de nacimiento. Luego bajo el apodo de DJ Flowers, bautizado por uno de mis jefes anteriores.

BLADE: Precisamente, ¿de dónde viene tu nombre artístico?

FLOWERS: Nina viene en tributo a mi artista favorita, Nina Hagen, mejor conocida como la madre del Punk Rock. Flowers viene de mi apellido, Flores, en inglés. Como ya era conocido como DJ Flowers, decidí guardar la relación entre ambos personajes y la marca.

BLADE: ¿Cómo es el proceso para producir tu música?

FLOWERS: Un proceso sumamente divertido y creativo. Lo primero es que hay que estar en esos días donde los “jugos creativos” están fluyendo. Hay veces que por más que uno trate, nada sale bien. Otros días, salen puras maravillas. Lo primordial es tener el conocimiento de producción y a su vez del programa que se utilice para producir. Básicamente tener un buen set de herramientas, entiéndase un buen equipo. Después de tener eso y las ganas de crear, la magia será infinita.

BLADE: ¿Cómo definirías tu sonido?

FLOWERS: Progresivo, pegajoso, sabroso, tribalero, diferente. Todo lo contrario a lo comercial o a lo que escuchamos en todas partes.

BLADE: ¿Qué sientes en ese momento detrás de la consola y rodeada de público?

FLOWERS: ¡Emoción, energía! Me siento bendecida por tener la dicha de poder desenvolverme con amor por lo que hago y al mismo tiempo recibir el apoyo de aquellos que me siguen.

En la industria de la música dance, Flowers lanzó su primer sencillo “Loca” en diciembre de 2009 en colaboración con DJ Ranny. El tema alcanzó su puesto más alto (#15) en el Billboard Hot Dance Club Play la semana del 30 de enero de 2010. En julio de ese propio año, lanzó al mercado su primer mini-álbum titulado “Enciendan sus motores”, un compendio de seis tracks originales que realizó junto al productor y remezclador William Umana.

En enero de 2011, Flowers lanzó su sencillo de baile “I’m Feelin Flowers” y en julio de 2012 estrenó su sencillo “Rock the Beat”.

BLADE: Pero, ¿cómo fue la transición de DJ a drag queen?

FLOWERS: Muy suave y divina. Cuando comencé en el mundo drag ya trabajaba como DJ en los clubs, así que ya tenía muchas amistades y seguidores, quienes me apoyaron en todo momento. Yo comencé en el mundo drag en 1993.

BLADE: Si tuvieras que definir tu estilo como drag, ¿cuál sería?

FLOWERS: Auténtico, imponente, diferente, intenso, colorido, energético, andrógeno y divertido.

BLADE: ¿Cómo lo logras?

FLOWERS: Una creación combinación de mis raíces, de quien soy como persona; de lo que me gusta y me atrae; de mis sentimientos y mi lado artístico.

BLADE: Competiste en la primera temporada del programa televisivo “RuPaul ‘s Drag Race”. ¿Cómo describirías esa experiencia para ti?

FLOWERS: Increíble. Definitivamente una oportunidad que nunca voy a olvidar, y que seguramente me abrió las puertas a ser descubierto en el mundo entero. Fue una bendición para mí.

BLADE: ¿Qué sabor te dejó quedar en segundo lugar?

FLOWERS: Ningún sabor en particular. Estaba triste, por supuesto, porque obviamente todos queremos ganar. Pero si a mí no me tocó, era porque no estaba para mí. Yo estaba muy orgulloso de mi función en el show, y sé que me desenvolví de la mejor manera posible. Al mismo tiempo BeBe Zahara Benet (la ganadora) y yo nos convertimos en súper buenos amigos durante la filmación, y al final yo estaba muy contento por ella. Ella hizo una labor increíble y trabajo tan duro como yo, así que para mí ella se lo merecía tanto como yo.

BLADE: Sin embargo, ganaste el premio Miss Congeniality durante el especial de reunión de la primera temporada, convirtiéndote en la primera finalista en ganar el título y la mejor Miss. ¿Podríamos llamarlo tu revancha? 

FLOWERS: Yo creo que sí (ríe).

BLADE: Has estado en el programa de RuPaul en 2009, 2010 y en 2012. ¿Cuántas enseñanzas y oportunidades ha traído a tu carrera profesional este programa de televisión?

FLOWERS: En base a enseñanzas, lo importante es estar seguro de sí mismo y de perderle el miedo a aquellas cosas que a veces nos decimos que no podemos hacer o alcanzar; a estar positivos en todo momento; y enfrentar cualquier reto que venga en nuestra dirección.

En cuanto a oportunidades, me dio exposición a nivel mundial, abriéndome puertas que nunca soñé que estarían ahí para mí.

BLADE: Tengo entendido que hay un día de Nina Flowers. ¿Nos puedes explicar cómo sucedió? ¿Qué pasa en tu día?

FLOWERS: En el 2009 el alcalde de la ciudad de Denver, John Hickenlooper, me otorgó el honor de nombrar el 29 de mayo como el día de Nina Flowers. Esto fue en agradecimiento por parte de la comunidad y de la ciudad por el impacto que yo había traído a Denver después de mi participación en el programa y de ser uno de sus residentes. Estaban todos muy orgullosos de mí. La realidad es que desde que el show sucedió yo nunca paré de hacer giras por la nación e internacionalmente, así que nunca tuve la oportunidad de organizar ningún evento que conmemora el día. 

BLADE: Si eras tan reclamada en ese mundo, ¿por qué decidiste abandonar tu carrera como drag queen? 

FLOWERS: Muy sencillo. Cuando decidí parar fue simplemente porque necesitaba nuevos retos en mi vida. Necesitaba un cambio. Ya sabía que era tiempo para conquistar otros territorios. En mi caso el territorio de la música, lo cual siempre ha sido mi prioridad y mi pasión número uno. 

BLADE: Sin embargo, la drag permanece cuando realizas tus presentaciones como DJ. ¿Por qué? 

FLOWERS: Es parte de la marca Nina Flowers. Una marca que tomó muchos años de preparación, sacrificio y es reconocida mundialmente. ¿Por qué la voy a dejar atrás?

BLADE: DJ, drag queen, artista del maquillaje … ¿Cuál de tus facetas te llena más como artista? 

FLOWERS: El entretenimiento. Nací para crear y entretener. En las tres facetas tengo la oportunidad de desenvolverme en eso que tanto me encanta, pero mi pasión es la música.

BLADE: ¿Cómo ha incidido en ti la actual pandemia teniendo en cuenta que el mundo del espectáculo ha sido uno de los más afectados?

FLOWERS: Lamentablemente de manera financiera me ha afectado muchísimo, porque casi todos los eventos del 2020 fueron cancelados. Hubo algunas ciudades que lograron tener eventos. Yo trabajé en algunos de ellos, lo cual causó muchísimos ataques personales por parte de las Karen de la Covid, quienes solo se dedican a ataques personales en las redes sociales. Esto me afectó de manera emocional, pero tampoco me detuvo. Todos los que hemos aceptado trabajar durante la pandemia tenemos nuestras razones, nuestras obligaciones, nuestras necesidades. Nadie tiene derecho a señalar o juzgar a nadie por sus decisiones, y mucho menos sin conocer las razones de ser. Por mi parte yo sigo y seguiré adelante. A mí no me detiene nadie. La vida nocturna será la última en recuperarse. Esperemos que todos nos recuperemos de este golpe mundial muy pronto.

En ese empeño por seguir creando y no perder la conexión con sus fans, Nina Flowers ha presentado su más reciente capítulo musical “Resurgimiento” a través de las plataformas Twitch y Zoom. 

BLADE: Ahora mismo ¿en qué trabajas? 

FLOWERS: En música. Esta es mi vida, mi razón de ser. Es todo lo que hago.

BLADE: Cuéntanos un poco de Nina Flowers fuera de los escenarios. ¿Cómo eres en casa?

FLOWERS: Completamente diferente. Un poco introvertido, callado, reservado, hogareño. Me encanta cocinar. Me gusta mucho la costura y la fotografía. Felizmente casado por casi 14 años. Amo a los animales y soy muy familiar.

BLADE ¿Es tu vida personal tan exitosa como la profesional?

FLOWERS: Gracias a Dios, ¡sí!

BLADE: ¿Cuales son esas metas o sueños que aún no logras conquistar?

FLOWERS: Ya conquisté el circuito musical de la comunidad gay. Me encantaría y sueño con una transición a la “comunidad hetero”. ¡Algún día será! Ya soy reconocido como DJ, así que por el momento mi meta es lograr el mismo nivel de reconocimiento o más como productor musical. Hoy día ese es mi enfoque. 

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El Salvador

El Salvador: el costo del silencio oficial ante la violencia contra la comunidad LGBTQ

Entidades estatales son los agresores principales

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(Foto de Ernesto Valle por el Washington Blade)

En El Salvador, la violencia contra la población LGBTQ no ha disminuido: ha mutado. Lo que antes se expresaba en crímenes de odio, hoy se manifiesta en discriminación institucional, abandono y silencio estatal. Mientras el discurso oficial evita cualquier referencia a inclusión o diversidad, las cifras muestran un panorama alarmante.

Según el Informe 2025 sobre las vulneraciones de los derechos humanos de las personas LGBTQ en El Salvador, elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos LGBTIQ+ de ASPIDH, con el apoyo de Hivos y Arcus Foundation, desde el 1 de enero al 22 de septiembre de 2025 se registraron 301 denuncias de vulneraciones de derechos.

El departamento de San Salvador concentra 155 de esas denuncias, reflejando la magnitud del problema en la capital.

Violencia institucionalizada: el Estado como principal agresor

El informe revela que las formas más recurrentes de violencia son la discriminación (57 por ciento), seguida de intimidaciones y amenazas (13 por ciento), y agresiones físicas (10 por ciento). Pero el dato más inquietante está en quiénes ejercen esa violencia.

Los cuerpos uniformados, encargados de proteger a la población, son los principales perpetradores:

  • 31.1 por ciento corresponde a la Policía Nacional Civil (PNC),
  • 26.67 por ciento al Cuerpo de Agentes Municipales (CAM),
  • 12.22 por ciento a militares desplegados en las calles bajo el régimen de excepción.

A ello se suma un 21.11 por ciento de agresiones cometidas por personal de salud pública, especialmente por enfermeras, lo que demuestra que la discriminación alcanza incluso los espacios que deberían garantizar la vida y la dignidad.

Loidi Guardado, representante de ASPIDH, comparte con Washington Blade un caso que retrata la cotidianidad de estas violencias:

“Una enfermera en la clínica VICITS de San Miguel, en la primera visita me reconoció que la persona era hijo de un promotor de salud y fue amable. Pero luego de realizarle un hisopado cambió su actitud a algo despectiva y discriminativa. Esto le sucedió a un hombre gay.”

Este tipo de episodios reflejan un deterioro en la atención pública, impulsado por una postura gubernamental que rechaza abiertamente cualquier enfoque de inclusión, y tacha la educación de género como una “ideología” a combatir.

El discurso del Ejecutivo, que se opone a toda iniciativa con perspectiva de diversidad, ha tenido consecuencias directas: el retroceso en derechos humanos, el cierre de espacios de denuncia, y una mayor vulnerabilidad para quienes pertenecen a comunidades diversas.

El miedo, la desconfianza y el exilio silencioso

El estudio también señala que el 53.49 por ciento de las víctimas son mujeres trans, seguidas por hombres gays (26.58 por ciento). Sin embargo, la mayoría de las agresiones no llega a conocimiento de las autoridades.

“En todos los ámbitos de la vida —salud, trabajo, esparcimiento— las personas LGBT nos vemos intimidadas, violentadas por parte de muchas personas. Sin embargo, las amenazas y el miedo a la revictimización nos lleva a que no denunciemos. De los casos registrados en el observatorio, el 95.35 por ciento no denunció ante las autoridades competentes”, explica Guardado.

La organización ASPIDH atribuye esta falta de denuncia a varios factores: miedo a represalias, desconfianza en las autoridades, falta de sensibilidad institucional, barreras económicas y sociales, estigma y discriminación.

Además, la ausencia de acompañamiento agrava la situación, producto del cierre de numerosas organizaciones defensoras por falta de fondos y por las nuevas normativas que las obligan a registrarse como “agentes extranjeros”.

Varias de estas organizaciones —antes vitales para el acompañamiento psicológico, legal y educativo— han migrado hacia Guatemala y Costa Rica ante la imposibilidad de operar en territorio salvadoreño.

Educación negada, derechos anulados

Mónica Linares, directora ejecutiva de ASPIDH, lamenta el deterioro de los programas educativos que antes ofrecían una oportunidad de superación para las personas trans:

“Hubo un programa del ACNUR que lamentablemente, con todo el cierre de fondos que hubo a partir de las declaraciones del presidente Trump y del presidente Bukele, pues muchas de estas instancias cerraron por el retiro de fondos del USAID.”

Ese programa —añade— beneficiaba a personas LGBTQ desde la educación primaria hasta el nivel universitario, abriendo puertas que hoy permanecen cerradas.

Actualmente, muchas personas trans apenas logran completar la primaria o el bachillerato, en un sistema educativo donde la discriminación y el acoso escolar siguen siendo frecuentes.

Organizaciones en resistencia

Las pocas organizaciones que aún operan en el país han optado por trabajar en silencio, procurando no llamar la atención del gobierno. “Buscan pasar desapercibidas”, señala Linares, “para evitar conflictos con autoridades que las ven como si no fueran sujetas de derechos”.

Desde el Centro de Intercambio y Solidaridad (CIS), su cofundadora Leslie Schuld coincide. “Hay muchas organizaciones de derechos humanos y periodistas que están en el exilio. Felicito a las organizaciones que mantienen la lucha, la concientización. Porque hay que ver estrategias, porque se está siendo silenciado, nadie puede hablar; hay capturas injustas, no hay derechos.”

Schuld agrega que el CIS continuará apoyando con un programa de becas para personas trans, con el fin de fomentar su educación y autonomía económica. Sin embargo, admite que las oportunidades laborales en el país son escasas, y la exclusión estructural continúa.

Matar sin balas: la anulación de la existencia

“En efecto, no hay datos registrados de asesinatos a mujeres trans o personas LGBTIQ+ en general, pero ahora, con la vulneración de derechos que existe en El Salvador, se está matando a esta población con la anulación de esta.”, reflexiona Linares.

Esa “anulación” a la que se refiere Linares resume el panorama actual: una violencia que no siempre deja cuerpos, pero sí vacíos. La negación institucional, la falta de políticas públicas, y la exclusión social convierten la vida cotidiana en un acto de resistencia para miles de salvadoreños LGBTQ.

En un país donde el Ejecutivo ha transformado la narrativa de derechos en una supuesta “ideología”, la diversidad se ha convertido en una amenaza política, y los cuerpos diversos, en un campo de batalla. Mientras el gobierno exalta la “seguridad” como su mayor logro, la población LGBTQ vive una inseguridad constante, no solo física, sino también emocional y social.

El Salvador, dicen los activistas, no necesita más silencio. Necesita reconocer que la verdadera paz no se impone con fuerza de uniformados, sino con justicia, respeto y dignidad.

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Un país que vota desde el miedo y la esperanza

Candidatos pro-LGBTQ ganaron en todo el país

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La ciudad de Miami en 2020. Los resultados de las elecciones del 4 dfueron una llamada de atención para los candidatos anti-LGBTQ y antiinmigrantes.(Foto de by Yariel Valdés González por el Washington Blade)

Estados Unidos volvió a las urnas el 4 de noviembre de 2025, y el resultado fue mucho más que una contienda electoral. Lo que se vivió en Virginia, Nueva Jersey, Nueva York, Miami y California fue una radiografía moral y política de una nación que vota entre el miedo y la esperanza. Los votantes hablaron desde la incertidumbre, pero también desde la convicción de que el país todavía puede ser un espacio de justicia, inclusión y respeto.

Las victorias de Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey, junto al ascenso del progresista Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, el avance demócrata en Miami y la aprobación de la Proposición 50 en California, marcaron el ritmo de una elección que dejó un mensaje claro para la administración Trump: el miedo puede movilizar, pero no logra sostener el poder. La ciudadanía eligió con el corazón, cansada de los discursos de odio y del espectáculo político, y con la esperanza de reencontrarse con una política que mire hacia la gente, no hacia el poder.

El caso de Nueva York sintetiza ese cambio de rumbo. Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes, musulmán y abiertamente progresista, centró su discurso de victoria en la defensa de la dignidad humana y la solidaridad.

“Esta noche hicimos historia”, dijo ante una multitud diversa que lo vitoreaba. “Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”.

 Pero su mensaje más poderoso fue el que dedicó a las comunidades más vulnerables: Aquí creemos en defender a quienes amamos, ya seas inmigrante, miembro de la comunidad trans, una de las muchas mujeres negras que Donald Trump despidió de un trabajo federal, una madre soltera que aún espera que bajen los precios de los alimentos o cualquier otra persona que se encuentre contra la pared”.

Esas palabras resonaron como una respuesta a los años de retrocesos y ataques legislativos contra las personas LGBTQ y, en especial, contra la comunidad trans. Mamdani prometió ampliar y proteger el acceso a la atención médica afirmativa de género, destinando fondos públicos para garantizar que “todos los neoyorquinos tienen acceso al tratamiento médico que necesitan”. Su compromiso coloca a Nueva York como un faro de resistencia frente a la ola de políticas restrictivas que han surgido en varios estados del país.

Lo ocurrido en noviembre tiene, además, un profundo significado para quienes viven en los márgenes del poder. Para la comunidad trans, estos resultados representan algo más que un respiro político: son una afirmación de existencia. En tiempos donde el discurso oficial ha buscado borrar identidades, negar tratamientos y criminalizar cuerpos, la victoria de líderes que defienden la inclusión devuelve la esperanza de vivir sin miedo. El voto trans, y el voto LGBTQ en general, fue más que un gesto cívico: fue un acto de supervivencia y de resistencia.

La elección también habló al corazón de las comunidades inmigrantes, de las personas que viven con VIH o enfermedades crónicas, de las minorías raciales y de quienes luchan por un salario justo. En un país donde tantos sienten que la política los ha olvidado, estas victorias locales devuelven la posibilidad de creer en la democracia como herramienta de transformación. Son un recordatorio de que la esperanza no es ingenuidad, sino el acto más valiente de quienes deciden seguir de pie.

Miami, por su parte, envió una señal inesperada. En un bastión republicano históricamente alineado con la administración Trump, la candidata demócrata tomó la delantera y forzó una segunda vuelta. En una ciudad diversa, con fuerte presencia latina, afrodescendiente e LGBTQ, el avance progresista fue un mensaje de ruptura con el voto automático y con la política del miedo. Las urnas del sur de la Florida demostraron que los cambios comienzan en los lugares menos previsibles.

Para la administración Trump, la lectura es clara. El país está enviando una advertencia: los derechos humanos no se negocian. La economía importa, pero también importa la dignidad. Los votantes quieren soluciones reales, no eslóganes; respeto, no manipulación; empatía, no imposición.

Las comunidades LGBTQ y trans han sido el rostro visible de una resistencia que no se rinde. Cada voto emitido fue un acto de esperanza frente al miedo; cada victoria, una respuesta a la violencia simbólica e institucional. Las palabras del nuevo alcalde de Nueva York se convirtieron en símbolo nacional porque trascendieron la política partidista: recordaron que en medio de la oscuridad, la humanidad todavía puede ser una política pública.

Las urnas de noviembre hablaron con la voz de quienes han sido marginados, atacados o invisibilizados. Hablan las personas trans que exigen respeto, las parejas que defienden su amor, los jóvenes que no aceptan ser silenciados, los creyentes que apuestan por una fe inclusiva y las familias que siguen creyendo en un país posible. En medio del miedo, el país eligió esperanza. Y esa esperanza —imperfecta, frágil, pero viva— puede ser el principio de una nueva historia: una en la que la igualdad no sea un sueño, sino una promesa cumplida.

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Doble exclusión, misma dignidad

Personas con discapacidades en América Latina y el Caribe se luchan dos batallas.

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El Ángel de la Independencia en la Ciudad de México (Foto de Michael K. Lavers por el Washington Blade)

En un continente donde los derechos de la comunidad LGBTQ avanzan y retroceden al ritmo de los vientos políticos, hay una realidad que casi nadie nombra: la de quienes, además de pertenecer a esta comunidad, viven con una discapacidad física, motora o sensorial. En ellos convergen dos batallas —la del reconocimiento y la de la accesibilidad— que se libran, la mayoría de las veces, en silencio.

Según el Banco Mundial, más de 85 millones de personas con discapacidad viven en América Latina y el Caribe. Al mismo tiempo, la región alberga algunos de los movimientos LGBTQ más visibles del mundo, aunque persisten graves formas de violencia y exclusión. Sin embargo, los estudios que cruzan ambas realidades son casi inexistentes. Y esa ausencia de datos también es una forma de violencia.

Ser una persona LGBTQ en América Latina todavía implica, en muchos casos, enfrentar el rechazo familiar, la discriminación laboral o la exclusión religiosa. Pero si a eso se suma una discapacidad, las barreras se multiplican. En palabras de un activista brasileño citado por CartaCapital, “cuando entro a una entrevista, me miran primero la silla de ruedas y después descubren que soy gay. Ahí empieza el doble filtro”. Este fenómeno, conocido como doble prejuicio, se refleja tanto fuera como dentro de la propia comunidad LGBTQ. A menudo, la discapacidad sigue siendo invisibilizada incluso en marchas del orgullo o campañas de diversidad, donde predominan imágenes de cuerpos normativos y jóvenes. El capacitismo —esa discriminación basada en la idea de que solo los cuerpos funcionales son válidos— se cuela incluso en los espacios que deberían ser los más inclusivos.

La desexualización de las personas con discapacidad es una de las formas más sutiles de exclusión. El reportaje argentino Sexo, discapacidad y placer, publicado por Distintas Latitudes, expone cómo la sociedad suele negar el derecho al deseo y al amor de quienes viven con alguna limitación física. Cuando además se trata de una persona LGBTQ, la negación se duplica: se les niega el cuerpo, el deseo y, con ello, una parte esencial de su dignidad humana. Como afirma la psicóloga mexicana María L. Aguilar, “la desexualización de las personas con discapacidad es una forma de violencia simbólica. Y cuando se cruza con la diversidad sexual, se convierte en una negación del derecho al placer y a la autonomía”.

El ejemplo más visible de inclusión llega desde el deporte. En los Juegos Paralímpicos de París 2024, al menos 38 atletas LGBTQ participaron, según un informe de Agencia Presentes. Pero la pregunta permanece: ¿cuántas personas LGBTQ con discapacidad fuera del ámbito deportivo logran tener voz, empleo, pareja o acceso a los servicios básicos? En un continente marcado por la desigualdad, la intersección entre orientación sexual, discapacidad, pobreza y género produce una combinación de vulnerabilidades que pocas políticas públicas abordan.

Diversos estudios advierten que las personas LGBTQ en América Latina presentan tasas más altas de depresión y ansiedad que la población general. A su vez, los informes sobre discapacidad en la región señalan altos niveles de aislamiento y falta de apoyo. Pero no existen datos interseccionales que midan cómo se viven estos desafíos cuando ambas realidades se cruzan. En países como Chile, el Observatorio de Discapacidad e Inclusión advierte una alta prevalencia de problemas de salud mental y un acceso insuficiente a servicios especializados. En Estados Unidos, investigaciones del Trevor Project muestran que los jóvenes Latine LGBTQ tienen mayor riesgo de intentos de suicidio cuando enfrentan discriminación múltiple. En América Latina y el Caribe, la ausencia de estadísticas en este campo no solo refleja desinterés: también perpetúa la invisibilidad.

Ni las leyes sobre discapacidad mencionan explícitamente a la población LGBTQ, ni las políticas de diversidad incorporan la variable de discapacidad. Un informe de la International Disability Alliance sobre la región advierte que las personas con discapacidad LGBTQ “enfrentan discriminación múltiple y carecen de protección específica”. Pese a ello, surgen señales de esperanza: en México, el Colectivo de Personas con Discapacidad LGBTQ+ impulsa iniciativas para visibilizar la exclusión doble; en Brasil, la organización Vale PCD desarrolla proyectos de inclusión laboral y cultural; y en el Caribe oriental, el Proyecto LIVITY, de la Eastern Caribbean Alliance for Diversity and Equality (ECADE), fomenta la participación política de personas con discapacidad y de la comunidad LGBTQ.

La verdadera inclusión no se mide por las rampas, ni por los discursos de tolerancia. Se mide por la capacidad de una sociedad para reconocer la dignidad humana en todas sus expresiones, sin lástima, sin morbo, sin condiciones. No se trata de aplaudir historias de superación, sino de garantizar el derecho a una vida plena. Como dijo un líder caribeño citado por ECADE: “La inclusión no es un gesto, es una decisión moral y política”.

Este tema exige una conversación continental. América Latina y el Caribe solo podrán hablar de igualdad real cuando el cuerpo, el deseo y la libertad de las personas LGBTQ con discapacidad sean respetados con la misma fuerza con que se proclama la diversidad. Nombrar lo que aún no se nombra es el primer paso hacia la justicia. Porque lo que no se mide, no se atiende; y lo que no se mira, no existe.

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